COMPOSITORAS DE CINE I: ‘Mica Levi: genes, genio y buen caldo de cultivo’

Desde la década de 1930 y hasta hoy mismo, solo tres mujeres han obtenido un Oscar a la mejor banda sonora: Rachel Portman (1996), Anne Dudley (1997) y Hildur Gudnadóttir (2020). ¿No creen que va siendo hora de poner en valor el trabajo de las mujeres que componen para la industria audiovisual?… Pues esto es precisamente lo que pretendemos con esta serie de 15 reseñas dedicadas a otras tantas compositoras cinematográficas.

La joven cantante, compositora y productora inglesa Mica Levi, también conocida como Micachu (Surrey, Gran Bretaña, 1987) es el feliz resultado de la interacción de varios elementos claves para que una persona consiga plenamente sus objetivos en cualquier orden de la vida: buen entorno familiar, predisposición natural, capacidad de trabajo y un ambiente favorable. Nacida en la familia apropiada (su padre y su madre son músicos muy cualificados) Levi comenzó a tocar y componer a los cuatro años, así que podríamos calificarla con toda justicia como una “niña prodigio”.

A la genética y el genio hay que añadir una educación musical temprana tan ecléctica como exquisita que comenzó a los nueve años en la Purcell School for Young Musicians, situada al norte de Londres. En esta escuela adquirió formación clásica, se familiarizó con las nuevas tecnologías aplicadas a la música y contactó con un montón de jóvenes que, como ella, estaban destinados a cambiar el panorama musical británico.

Después de una adolescencia en la que actuó como DJ, siguió su formación en la prestigiosa Guildhall School of Music and Drama, en pleno centro de Londres. Mientras estudiaba recibió el encargo de escribir una obra para la London Philharmonic Orchestra que se presentó en el Royal Festival Hall en 2008, cuando Mica Levi tenía apenas 21 años. Pero las inquietudes de la joven británica la hicieron ir mucho más allá de la música sinfónica. Influida por compañeros de tendencias muy diversas se lanzó al pop experimental con su banda Good Sad Happy Bad y a los 27 años debutó como compositora cinematográfica en la película de Jonathan Glazer Under the Skin, con la que obtuvo un éxito tan rotundo que fue proclamada mejor compositora europea del año.

Levi no es una superestrella y tampoco tiene el convencional glamour de las superestrellas. De aspecto más bien desaliñado, en las entrevistas se muestra tímida, esquiva y con tendencia a tartamudear y trabarse cuando explica, por ejemplo, cómo llegó al mundo de la composición cinematográfica:

“Lo cierto es que no lo tengo muy claro realmente… Para ser honesta, la manera en la que he sido escogida para la mayoría de las cosas que he hecho ha sido conociendo personas y aprovechando las oportunidades que se me presentaban. Mmmmmmm Solo quise intentar hacer algo que no había hecho antes.”  (Entrevista a Mica Levi para MusiKamía, 2019)

Si nada se tuerce en su vida, la joven compositora inglesa va camino de convertirse en un referente de la música cinematográfica del siglo XXI. Ella, junto a un puñado de jóvenes músicos, entre los que (¡por fin!) se cuentan numerosas mujeres, están renovando la música para la imagen. Muchos de ellos parten de un pop muy desprejuiciado que, cada vez más frecuentemente, se ve influenciado por vanguardias “cultas” del siglo XX, como el minimalismo o la música concreta. De esta manera las propuestas, ciertamente disruptivas, de Mica Levi y sus compañeros de generación entroncan con autores como Karlheinz Stockhausen o La Monte Young. La música que proponen estos nuevos compositores cinematográficos resulta ser un complemento perfecto para historias tan desasosegantes como Under the Skin o Jackie, segundo largometraje de Mica Levi.

Una música de otro mundo

Under The Skin (J. Glazer, 2013) es una película con poca acción, escasos diálogos y un guión nada convencional. Cuando la ves, o te deja extasiado o te parece un truño con pretensiones. Scarlett Johansson, una extraña mujer que seduce hombres y luego los liquida (literalmente), comparte protagonismo con la banda sonora: música, ruidos y silencio. La entonces casi desconocida Mica Levi se encargó de la partitura. Fue su primer trabajo cinematográfico y para muchos debió haber sido nominada al Óscar. Según dice ella le pidieron una música “de otro mundo”, así que desde el primer momento supo que escribiría algo que no le iba a sonar muy bien a algunos. Por esto no le sorprendió cuando, en el festival de Venecia, vio al público dividido entre los que aplaudían y los que abucheaban.

Lo cierto es que esta banda sonora, en la que Mica Levi utilizó preferentemente la viola, se convirtió en un trabajo obsesivo en el que empleó nueve meses. El resultado fue, según dijo ella misma, una música “espeluznante y sexy”,  con toques de vanguardia contemporánea (sobre todo de Iannis Xenakis y John Cage), de Euphoric Dance y de música de strip-tease.

Para apoyar musicalmente la irresistible atracción que la bella protagonista ejerce sobre los infortunados hombres que se cruzan en su camino, Mica Levi ideó un motivo de tres notas ascendentes que actúa como una especia de fatídica llamada sobrenatural. Es el que podríamos llamar Motivo de la seducción, fácil percibir como un lúgubre canto de sirenas.

Una banda sonora de alto voltaje simbólico

Su segundo trabajo para el cine fue el largometraje Jackie (2016) del cineasta chileno Pablo Larraín, un drama centrado en la figura de Jacqueline Kennedy, en los días inmediatamente posteriores al asesinato de su esposo, el presidente John F. Kennedy. A lo largo de su carrera, Larraín siempre había utilizado música preexistente, pero en esta ocasión decidió arriesgarse y buscar a alguien que le diera ese sonido tan especial que estaba buscando. Ese “alguien” resultó ser Mica Levi. El resultado fue una banda sonora inquietante con los instrumentos de cuerda en primer plano y una línea muy tenue entre música y efectos sonoros.

Lo más notable de esta atrevida banda sonora es la manera en que contribuye a la creación de una atmósfera asfixiante y la capacidad de transmitir a los espectadores el estado emocional de una protagonista dominada por el estrés postraumático del terrible acontecimiento que acaba de vivir. Jacqueline, que ya no es primera dama, cuenta (más bien susurra) a un reportero cómo vivió el magnicidio de su marido y las horas que siguieron.

Larraín pidió a Mica Levi que escribiera piezas basadas en diversas escenas. Posteriormente él recortó fragmentos de estas piezas y los colocó en el lugar que creyó más conveniente. Dos simbólicos elementos sonoros destacan en esta atrevida partitura: un glissando descendente/ascendente que refleja el angustioso estado de ánimo de Jackie y un recurrente intervalo descendente de segunda mayor que remite inevitablemente al lúgubre doblar de una campana cuando toca a muerto.

La banda sonora de Jackie fue nominada a los premios Óscar de ese año, pero tuvo la mala suerte de competir con la de La La Land. De esta manera acabó el sueño de Micachu, que vio cómo otro joven compositor, tan solo dos años mayor que ella (Justin Hurwitz), se llevaba el galardón a casa. Pero ese año, y con solo dos películas en su haber, mucha gente se dio cuenta de que Mica Levi, más pronto que tarde, tendrá que pensar qué decir en los 45 segundos que se concede a cada ganador antes de levantar la estatuilla.

Lamberto del Álamo
Acerca de Lamberto del Álamo 20 Articles
Me llamo Lamberto del Álamo. Soy músico (clarinetista y saxofonista), musicólogo y profesor. Como profesor de música he intentado descubrir la magia de las bandas sonoras a mis alumnos, enseñándoles a disfrutarlas y a descubrir sus secretos. Me gusta divulgar la música cinematográfica ante auditorios muy heterogéneos y dedico mi tiempo libre a escribir sobre este tema. En solitario he publicado dos libros hasta el momento: “El psicópata que amaba a Beethoven y otros cien apuntes de música y cine” y “El cine y su música. Secretos y claves”. En la actualidad estoy preparando un tercero.