El cine de Adèle: la gran Exarchopoulos sigue deslumbrando en ’Passages’ y ’Las dos caras de la justicia’

La actriz francesa protagoniza las más interesantes películas de la cartelera actual y se confirma como la intérprete del momento.

Han pasado 10 años desde que Abdellatif Kechiche incendiara el Festival de Cannes con el que fue, simultáneamente, el cénit y el comienzo del fin de su prestigioso status en el cine francés: La vida de Adèle. La polémica sobre sus métodos de trabajo empañó la Palma de Oro más aplaudida de los últimos tiempos, y las alabanzas a su realismo crudo, procaz y de extrema intensidad erótico-afectiva lo llevaron quizás a explorar en exceso los límites de dicha premisa en su siguiente proyecto, la inacabada y muy problemática trilogía Mektoub, aún completamente inédita en España. Fuera como fuese, Kechiche nos descubrió a un talento en bruto que hechizó incluso a los más escépticos con la película: la joven actriz Adèle Exarchopoulos. Su entrega al personaje, su vívida encarnación de todas las dudas y miedos a los que arrastra el primer amor disiparon cualquier duda sobre la prometedora carrera que le esperaba. Y, sin embargo, es justo ahora, a modo de celebración de este cinéfilo aniversario, cuando podemos hablar al fin de la consagración y madurez interpretativa de quien nunca olvidaremos bailando el I follow rivers de Lykke Li en su fiesta de cumpleaños.

Decimos que es ahora su gran momento porque Adèle protagoniza, no una ni dos, sino tres interesantísimas propuestas de la cartelera actual, en facetas y géneros diversos y desafiantes. La tenemos desplegando su vis cómica en Fumar provoca tos de Quentin Dupieux, quien ya le regaló un personaje descacharrante en la simpatiquísima Mandíbulas. Y la tenemos al máximo nivel de su elocuencia dramática en dos de las más impactantes películas del otoño, la desasosegante Passages de Ira Sachs y la conmovedora Las dos caras de la justicia de Jeanne Herry. Me detendré en estas dos porque vienen a confirmar plenamente, con una década de generoso margen crítico, la desarmante genialidad de esta intérprete que es puro instinto y autenticidad.

‘Passages’ (Ira Sachs, 2023)

Con Passages, el reputado realizador independiente norteamericano se acerca precisamente, quizá con ocasión de su incursión francesa, a la crudeza naturalista de Kechiche (estilo que, por otra parte, ya estaba muy presente en su filmografía), añadiéndole, por fortuna, un férreo sentido del ritmo y un inteligente empleo de la elipsis. Su crónica de un triángulo erótico-afectivo provocado por un director de cine impulsivo y narcisista, que queda prendado de la profesora infantil interpretada por Exarchopoulos, no escatima escenas de sexo explícito (que, eso sí, contribuyen narrativamente a explicar las acciones y los personajes) y momentos de enorme tensión psicológica, configurando una atmósfera alternativamente malsana, sensual y trágica, de un magnetismo irresistible. Sachs no juzga a los personajes, se limita a observarlos, con el interés de un antropólogo de las relaciones humanas analizando la toxicidad de algunos comportamientos y de determinadas personas. No es nada nuevo, pero sí sorprende la perfecta precisión y eficacia de la ejecución cinematográfica, sustentada también en tres actores mayúsculos: solo Franz Rogowski (Great Freedom) puede matizar su intimidante presencia con el progresivo desvelamiento de un egoísmo y una soledad insondables. Ben Whishaw (protagonista de una de las mejores series del año, Esto te va a doler) es siempre garantía de elegancia, solidez y profundidad. Y qué decir de Adèle, aquí víctima de nuevo de un corazón hambriento de amor y de un deseo irreprimible. Imposible no empatizar con su aspiración a compartir y multiplicar un cariño que para la otra parte quizá solo era capricho.

‘Las dos caras de la justicia’ (Jeanne Herry, 2023)

Con Las dos caras de la justicia, la Exarchopoulos no escapa de la condición de víctima sufriente y en silencio, en este caso de los terribles abusos de su hermanastro en la traumática infancia compartida, pero tiene la ocasión de encontrar el camino de la esperanza y la paz interior gracias a los mecanismos de la justicia restaurativa. Este proceso de diálogo es el centro de una película coral y didáctica, que se encuadra en la mejor tradición del humanismo francés y su compromiso social, y que vuelve a evidenciar su especial habilidad para aproximarse a la realidad de las profesiones y relaciones laborales (véanse los profesores de Hoy empieza todo o los espías de la teleserie Oficina de infiltrados, pasando por el dispositivo antiterrorista de la reciente y excelente Novembre). Paralelamente al drama de Adèle, asistimos a las terapéuticas reuniones en prisión de tres víctimas de robo con violencia (entre ellos, el también omnipresente Gilles Lellouche y la veteranísima Miou-Miou) y otros tantos perpetradores de dicho tipo de delito, que intercambian sus experiencias con el fin de proporcionar a las víctimas algunas respuestas y el alivio de un arrepentimiento sincero. El filme reposa indudablemente sobre el interés o tensión de sus diálogos y la consistencia de sus intérpretes, pero al contrario de lo que podría temerse viendo su tráiler, no hay teatralidad en la propuesta, sino un luminoso realismo y una genuina confianza en la capacidad de las personas de hacer el bien, incluso habiendo hecho mucho mal. Un filme de los que suelen merecerse el calificativo de “necesario”, que emociona por su logradísima cercanía y que nos confirma a nuestra actriz como la mejor amiga de los siempre inclementes primeros planos. Su voz ronca, sus lágrimas largamente escondidas y su ansiedad por descubrir si ha acertado recurriendo a este arriesgado mecanismo de reparación se quedan incrustados en la retina del conmovido espectador.

No hay duda: es la actriz del momento. Ella encarna como nadie las contradicciones, pasiones e infortunios de nuestra época y, en especial, de la juventud contemporánea. Si les queda alguna duda, no tienen más que terminar este ciclo asomándose a la muy reivindicable Generación low-cost, de la que hablamos con ocasión de su victoria en el Festival de Gijón. Ser millenial era eso: ambición rimando con precariedad, excesos con soledad, viajes internacionales con miedo a volver a la casa donde uno nació. Gracias Adèle, por ser nuestro más crudo y hermoso espejo.

Álvaro Gómez Illarramendi
Acerca de Álvaro Gómez Illarramendi 8 Articles
Cinéfilo desde que mi memoria alcanza, el disfrute de las películas ha sido siempre el complemento e incentivo perfecto de mi carrera profesional y trayectoria vital. Graduado en Administración de Empresas y Derecho, especializado en el ámbito de la fiscalidad, nunca he dejado de escribir sobre cine en diversos blogs y páginas webs. Fui alumno de Jordi Costa en su Curso de Crítica de cine de la Escuela de Escritores, y practico con frecuencia y disciplina el deporte de alto riesgo que algunos conocen como “festivales de cine”. Quizá ya no soy capaz de degustar seis películas en un mismo día, como cuando fui Jurado Joven del Festival de San Sebastián, pero mi apetito de buen cine sigue siendo insaciable. Amo el noir en blanco y negro, los melodramas a todo color de Douglas Sirk, la fantasía cañí de Edgar Neville, la psicología traviesa de François Ozon y la elegía clásica de Clint Eastwood.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*