El 26 de agosto de 1994 el cine Kubrick de Vilafranca del Penedès (Barcelona) abrió sus puertas con una nueva sala que ofrecía un aforo de casi 400 espectadores. Al frente estaba su gerente Francesc Olivella, que por aquel entonces ya regentaba otro cine, el Bogart. En 2008 su hija Maria Olivella tomó las riendas del negocio familiar y hoy, 25 años después, celebra el primer cuarto de siglo del Kubrick, todo un hito del que hemos hablado con ella.
Hoy el cine Kubrick celebra su 25 aniversario. Por el camino han cambiado muchas cosas, pero también han permanecido muchas otras. ¿Qué es lo que mantiene viva la esencia del cine?
Conocer bien a tu público y dar un trato familiar, cercano y más personal. También tienes que entender en el sector, claro, y sobre todo, creer en el proyecto. A menudo recuerdo las palabras de mi padre, que me decía: “si crees en un proyecto, te involucras mucho y te gusta, irás adelante”. Para mí es muy importante el equipo, estar rodeada de personas con las que puedo contar mucho y, al final, todo va entrelazado. Eso se nota y se transmite.
Vengo de una tradición familiar que nació en 1983 con la inauguración del cine Bogart en Vilafranca. Unos años más tarde, en 1994, abrimos justo al lado el cine Kubrick, del que este 26 de agosto celebramos su 25 aniversario. En esa época el cine funcionaba muy bien, pero sí es cierto que durante las últimas dos décadas he vivido momentos de todo tipo, tanto buenos como difíciles. Ha sido como un tobogán, no solo por los años duros de la crisis económica (2010-2012), sino también por la digitalización de la sala, que nos supuso una inversión muy fuerte, los cambios de consumo de parte del público, que ve más películas desde casa (con franjas de edad que prácticamente no van al cine), o, en su momento, por el boom de los multisalas.
Uno de los elementos más importantes de una sala de cine es su nombre y, precisamente, este hace honor a uno de los principales cineastas de la historia: Stanley Kubrick. Pregunta recurrente, pero de obligada formulación: ¿de dónde surgió la idea de nombrarlo así?
Fue una idea de mis padres, a ellos les gustaba mucho el cine de Santley Kubrick.
Durante 25 años se han proyectado centenares de películas. ¿Cuáles han quedado más marcadas a lo largo de la historia de este cine? ¿Recuerda algunas en especial?
Aquí siempre han funcionado muy bien las sagas de Star Wars, las películas de Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes, y la primera de Mamma Mia!, que fue todo un fenómeno con cinco semanas en cartelera. ¡Todavía recuerdo las colas que se formaban sesión tras sesión!
Supongo que estos momentos también deben de ser mágicos para un exhibidor.
Sí, claro, pero no tanto por los éxitos, sino por el trato con la gente, ya que es muy gratificante que al salir se paren y te digan que les ha encantado y hasta te den las gracias o te feliciten por la película o el ballet que han visto. En muchas sesiones el público aplaude cuando termina la proyección y eso sí que es bonito.
Uno de los caballos de batalla diarios es el conseguir ofrecer la mejor programación posible teniendo en cuenta las presiones de las grandes distribuidoras. ¿Cómo es el tira y afloja con ellas?
Antes las distribuidoras iban en pack, es decir, a un cine determinado le otorgaban unas películas y a otro, unas otras. Eso te dejaba poco margen para la negociación y solía pasar cuando coincidían varios cines en una misma población.
Ahora, en cambio, es diferente. Te encuentras que a veces deciden seguir una estrategia de ‘abrir’ poco, lo que equivale a que la película se estrene en menos cines, con lo cual puede ser que se te retrase su proyección. Ahora bien, con las familiares, infantiles o blockbusters no suele pasar porque prefieren salir con muchas copias. Es una lucha constante, sobre todo si tienes una sala porque tienes que retrasar algunos estrenos. Es delicado, pero no puedes hacer más.
Al frente de un cine debes tener una programación muy abierta y saber muy bien el calendario con el que juegas.
“En muchas sesiones el público aplaude cuando termina la proyección y eso sí que es bonito”
Coincidiendo con el cambio de milenio, proliferaron los multisalas, que pusieron entre las cuerdas a los cines de población, de barrio, los familiares de tota la vida. Ante este nuevo escenario, ¿cómo decidiste orientar el negocio?
Sí, hace unos años se produjo un boom de centros comerciales que contaban con el refuerzo de supermercados y tiendas y que entonces se planteaban como un complemento muy atractivo al hecho de ir al cine. Con el proceso de digitalización de las salas, muchos de estos cines tuvieron que cerrar. Creo que ahora ha vuelto a funcionar el cine bien situado, de población, con una o dos salas, bien cuidado y con buenas prestaciones tecnológicas. Por ejemplo, hace cinco años renovamos las butacas en el Kubrick, una inversión para ofrecer un mejor servicio al espectador.
Después vino la digitalización de las salas con el cambio del celuloide al DCP. Echando la vista atrás, ¿esta transición fue más traumática de lo que se esperaba?
Sí, en ese momento cerraron muchos cines. Fue un año muy duro para los exhibidores porque su negocio se acababa de golpe. Las distribuidoras nos habían dado margen hasta diciembre de 2013 para hacer el cambio a digital y hasta aquella fecha las copias en analógico habían ido desapareciendo, con lo que cada vez era más complicado programar cine. Nosotros lo hicimos en junio de 2013 y nos permitió ampliar nuestra oferta, que entonces se centraba en la proyección de películas. Ahora nuestros espectadores ya pueden ver óperas, ballets y conciertos desde diferentes lugares de alrededor del mundo.
¿Cree que la Administración Pública tendría que haberse involucrado un poco más en este caso?
Quizás sí, porque la realidad es que de subvenciones para el gremio de exhibidores hay muy pocas. Es muy diferente una entidad pública como podría ser un cineclub, que puede tener convenios con la Administración Pública, que una de privada, que se tiene que espabilar.
Pero tratándose de un sector cultural, ¿cree que deberían haber facilitado más este cambio tan crucial?
Sí, pero el problema es que nos decían que no había dinero. La cultura siempre ha quedado más al margen que otros sectores. Por ejemplo, yo siempre he pedido la subvención por el doblaje en catalán y durante unos años la dejaron de dar. Y es la única que puedo tener a nivel de cultura como exhibidora.
No es sencillo celebrar 25 años de actividad ininterrumpida, y mucho menos en un sector como el del cine, que ha sufrido tantos cambios. ¿Cuáles han sido los otros retos más difíciles de superar?
Del 2009 al 2012 bajó mucho el número de espectadores y las distribuidoras también redujeron la cantidad de copias, por lo que nos costó más programar las películas que queríamos de estreno. Pero, sin duda, lo que nos hizo mucho daño fue la subida del IVA en las entradas de cine en 2012, que pasó del 7% al 21%, de los más altos de Europa. Y hasta el 2018 no bajaron el IVA para volverlo al 10%. Entonces nosotros redujimos el precio de la entrada.
En un cuarto de siglo, se producen cambios de todo tipo. ¿También lo has notado en los espectadores?
Sí, claro. Con los contenidos alternativos, por ejemplo, hemos notado un cambio de público muy importante. No es el mismo el que viene a ver un ballet o una ópera que el que viene por una película familiar o la nueva de Quentin Tarantino. Va muy en función del género y del tipo de público al que va destinada la película en sí.
“Ahora se estrenan demasiadas películas cada semana y se queman muy rápido”
En el Kubrick nos funcionan muy bien las familiares y las románticas o las de historias más emotivas. En cambio, el cine de terror no nos funciona mucho y por eso se programa en determinadas ocasiones. Pero se intenta programar de todo. También las películas de acción, que han vivido un resurgimiento con los éxitos de la saga de Marvel. Por otra parte, últimamente hemos notado que tienen muy buena acogida las basadas en hechos reales y las adaptaciones de libros.
Para Navidad, además, se juntan todos los grandes estrenos de las distribuidoras y teniendo solo una sala programar se vuelve un rompecabezas porque se intenta programar el máximo número de películas.
Programar con estas condiciones se vuelve una hazaña…
Ahora se estrenan demasiadas películas cada semana y se queman muy rápido. No hay una continuidad muy larga. Estamos obligados a hacer mucha rotación para poder dar cabida a tantos estrenos.
Cuando un exhibidor conoce muy bien a su público lo que tiene que hacer es programar, de entre toda esta gran oferta, aquellas películas que sabe que pueden funcionar.
Es curioso que aunque la población aumente, los cines se van reduciendo año tras año, década tras década. ¿Qué tienen que hacer las salas de cine para adaptarse a las exigencias del público y sobrevivir a esta tendencia?
No creo que se trate tanto de sobrevivir, sino de ofrecer lo mejor posible. Las salas de cine tienen que estar tecnológicamente al día, muy bien equipadas, y eso el espectador lo valora. En 2009 se estrenó Avatar en 3D. Fue la novedad y muchos exhibidores se animaron a apostar por este sistema, pero después de unos años el interés se fue reduciendo. Además, la entrada de una película en 3D es más cara y eso acabó por decantar la balanza hacia el 2D.
“Como novedad de este año, en septiembre empezaremos a hacer directos desde el Gran Teatre del Liceu de Barcelona”
Los contenidos alternativos han sido uno de los revulsivos posibles gracias al sistema digital. ¿Las salas de cine se ven obligadas a diversificar el negocio?
No se trata de eso, sino de ofrecer al espectador un contenido diferente a una película. Como novedad de este año, en septiembre empezaremos a hacer directos desde el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, que se sumaran a los que también hacemos desde el Royal Opera House de Londres. Al principio hice espectáculos en diferido, uno al mes, y viendo la buena acogida de los espectadores, decidí ir ampliando la programación y ahora ya ofrecemos obras tanto en diferido como en directo.
Uno de los ejemplos de lo que se puede llegar a hacer en una sala de cine se pudo ver el pasado 10 de mayo en el Kubrick con el espectáculo Symbiphonic, que conjugaba de forma pionera la técnica del videomapping y un concierto de música en directo. Ya han pasado unos meses, ¿pero la idea de ir experimentando en esta línea continuará?
Si hay otra oportunidad que encaje no lo descarto. A menudo me comentan que lo único que nos falta es el fútbol, pero aquí ya entran temas de derechos, que lo complican.
Ahora con un proyector digital todo evoluciona muy rápido y, por lo tanto, a la larga quien sabe si podremos ofrecer futbol, conciertos en directo desde la misma sala u otros espectáculos como el Symbiphonic, que fue una experiencia muy positiva.
Este fue el primero de los actos del 25 aniversario, pero has preparado dos más, uno de los cuales se celebra hoy. ¿Qué más nos puedes desvelar?
La idea es hacer un acto de celebración donde el espectador sea el protagonista. Para hacerlo posible hemos invitado a los espectadores a que compartan un vídeo de máximo 30 segundos de duración donde expliquen alguna anécdota personal sobre el cine Kubrick o nos feliciten.
En el mismo acto se proyectaran los vídeos y entre todos los participantes sortearemos un abono de un año de cine gratuito. A continuación, comenzará la proyección del concierto de John Williams desde Los Ángeles y celebraremos el aniversario con un refrigerio y una copa de cava.
De cara a noviembre tengo preparado un tercer acto, pero no puedo desvelar nada más de momento…
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