El productor catalán probó suerte en Sudamérica pero acabó muriendo en Argentina pobre y solo
¿Qué pasó con Ramón Úbeda y María Forteza cuando llegaron a Portugal? Aquel tándem de productor y cupletista que, sin saberlo, había hecho historia rodando la primera película sonora dirigida por una mujer en España. Quizá la repercusión que su cortometraje Mallorca ha causado hoy habría podido solventar entonces sus problemas económicos. Pero lo cierto es que todo apunta a que el film acabó en un cajón y ellos, pasada la Guerra Civil, establecidos en la Rúa Ferreira Lapa de Lisboa. Antes de que Ramón, ya sin María, decidiera cruzar el charco y vivir, más que el sueño, la pesadilla americana en la que acabó sus días.
En Portugal, como recogía la investigación de la Filmoteca Española, Úbeda trabajó como sonidista en la película portuguesa José do Telhado de Armando de Miranda en 1945. Allí seguían al menos en 1951 cuando él decidió dar el salto a las Américas. Pero sin ella. “Creemos que fue en Portugal donde debió de conseguir los contactos para ir a Sudamérica. Creemos que, además, tuvo problemas personales o familiares porque se marchó sin mujer ni hija”, recuerda el sobrino nieto del productor barcelonés.
María Forteza regresó con la hija de ambos a Mallorca, donde se pierde su pista. En 1958 la revista Santanyí recuerda su nombre como una de las cupletistas más famosas de la Isla. Algunas informaciones apuntan a que debutó en el Teatro Lírico de Palma en 1924 y que era de la generación de jóvenes mallorquinas más reputadas junto a Maria Baña, Maria Llobera o Blanca de Parma.
“María murió muy joven de una enfermedad cardiaca”, señalan los familiares. De hecho, en 1964 cuando Ramón Úbeda renueva su ficha consular en Brasil, su estado civil ya era “viudo”. “Pero lo cierto es que ella consiguió mucha más fama como cupletista de la que Úbeda alcanzó en el cine”, destaca el investigador Cristòfol Miquel Sbert, quien recuerda que ya en 1927 la pareja apareció en la prensa mallorquina por un pequeño documental que él había dirigido sobre María Forteza para completar sus espectáculos en el teatro. “La mitad eran proyección y la otra mitad, actuación en directo”, añade.
Brasil fue efectivamente el primer país sudamericano al que llegó Ramón Úbeda después de expedir su pasaporte en el consulado de España, como informa la investigación liderada por la Filmoteca. Luego pasaría por Chile, Argentina y Uruguay.
“A finales de los años 60 nos dijo que quería volver, que estaba cansado y era mayor”, recuerda su sobrino nieto
En 1958 aparece ya en Argentina donde firma, junto a Iván Ibáñez, una patente para distinguir instrumentos quirúrgicos y en 1961 ambos patentan un nuevo sistema para la reproducción del sonido en estéreo de películas sonoras lanzado que registran en Estados Unidos. Este invento, explicaban, utilizaba cuatro bandas sonoras electro-magnéticas y buscaba solventar los problemas del método anterior, que por el escaso espacio disponible en las películas de 35mm para la banda sonora hacía que los negativos se dañaran con mucha facilidad.
Desde Buenos Aires, donde estaba instalado, Úbeda escribía cartas a su familia de Barcelona. “A finales de los años 60 nos dijo que quería volver, que estaba cansado y era mayor”, recuerda su sobrino nieto. En la casa familiar se creó una gran expectación. Volvía poco más que el hombre de Hollywood. “Pero cuando llegó parecía un indigente. Llevaba una gabardina y un sombrero. En una maleta, cuatro prendas de ropa y en otra las herramientas de su trabajo. El poco dinero que tenía lo había gastado en comprar el billete de barco”, relata.
Comenzó a buscar trabajo “de lo suyo” en Barcelona, pero acabó en una óptica de Sarrià. Viajó a Mallorca para ver a su hija e intentó también reactivar su faceta cinematográfica en la Isla. Tampoco hubo suerte. Regresó a la Ciudad Condal y les dijo que se volvía a Argentina. Al menos allí tenía contactos, decía, así que quizá, en algún momento, la pesadilla sudamericana se le convertiría en sueño. “La cosa no fue bien. Vivía en una pensión, enfermó y murió a principios de los 70. Solo. Un amigo le pagó el entierro”, cuenta apesadumbrado. Faltaba aún una década para que en España un productor encontrara en el guardamuebles de su hermano un montón de películas en nitratos. Los propietarios del almacén habían dejado de pagar pero, en lugar de subastarlas, su sensibilidad hizo que en 1982 las donaran a la Filmoteca Española. En aquella cesión estaba Mallorca, el cortometraje documental que había dirigido María Forteza y que el mundo tardaría aún más de treinta años en descubrir.
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