Cristina Broquetas, guionista y escritora dedicada al público infantil pasando por varias series de televisión, libros y cómics, tiene claro que un guionista no debe perder el entusiasmo por el camino y, como sus personajes, nunca ser pasivo.
Cuéntame un poco tu trayectoria desde los inicios. Eres guionista, ¿estudiaste algo relacionado con la escritura?
Sí. Yo a los nueve años ya quería ser escritora y cuando más adelante me enteré de que había una profesión que te permitía escribir para la televisión dije: vale, entonces quiero ser guionista. Para orientarme, en el cole me decían: si quieres ser guionista, tienes que estudiar filología catalana. ¡Yo no quería estudiar lengua! Total, que opté por otra opción que era comunicación audiovisual y me puse a tope para entrar en la Pompeu Fabra. La nota de corte era bastante alta, pero pude entrar y estudiar con toda la ilusión del mundo. ¿Qué pasaba? Lo que todos sabemos… que “el guion es el gran olvidado” y aunque tuviera asignaturas de guion yo no salí de la carrera sabiendo escribir guiones. Tenía la sensación de haber hecho mucha teoría, mucha práctica y sin embargo terminé la carrera con mucha incertidumbre. La verdad es que hay cosas de la profesión que no las sabrás hasta que no te pongas a escribir profesionalmente.
Al terminar me fui un año a París. Me arrepentía de no haber hecho un Erasmus, así que me busqué unas prácticas allí.
¿Prácticas relacionadas con el mundo del cine?
Bueno, esta es otra historia un poco lamentable… Todo empieza con mi último año de carrera en la Pompeu Fabra, cuando hice mis prácticas en TV3 en el departamento de coproducciones. Eran las únicas prácticas de guion que ofrecía la universidad (y yo bien contenta porque de ahí se me abrieron puertas profesionales, así que súper bien). En ese departamento TV3 recibían guiones susceptibles de ser coproducidos y yo simplemente tenía que entrarlos en la base de datos. Como esto no ocupaba todo mi tiempo, me dejaban leerlos y opinar sobre ellos. Empecé a tener bastante buen rollo con la gente de animación y el encargado de coproducciones de animación me pasaba los guiones que tenían entre manos. Yo les daba mi feedback e imagino que verían que había algo en mí y fue cuando Neptuno Films, una empresa de animación, pidió a ESCAC guionistas para una serie de animación que iban a hacer. También pidió a TV3 y el responsable de coproducciones que te comentaba mencionó mi nombre. Me hicieron una prueba de guion y entré junto a otros guionistas de la ESCAC. Lo malo era que todo sucedió cuando yo me iba a ir a París.
Aquí es cuando todo confluye.
Exacto. Drama. Al final decidí irme a París porque pensaba que era una cosa de “una vez en la vida” y ya tendría tiempo de hacerme guionista a la vuelta, pero tuve suerte porque los de Neptuno Films me dejaron trabajar desde donde yo quisiera. ¡Me fui a París con un trabajo a distancia!
El primer teletrabajo.
Y suerte tuve de él. Cuando llegué, las prácticas de París se cancelaron porque la empresa (que era de publicidad) quebró. Al menos seguía teniendo el trabajo de guionista y no quería irme de allí, así que me espabilé para justificar mi estancia. Gracias a una amiga, hice algún trabajillo como traductora de webs. Más tarde me metí en TéléSorbonne y les ayudé a hacer algunos programas para su web. Entre una cosa y la otra el viaje tenía sentido, me sacaba algo de dinero y me pude quedar a vivir en París casi un año. Fue un “Erasmus” rarísimo. La de Neptuno Films, Tork, fue mi primera serie de animación, en 2006. Después de un año volví pensando que iba a encabezar una serie tras otra, pero qué va.
Yo por suerte llevo la motivación de serie. Lo he tenido claro siempre incluso cuando tuve mi época mala diciéndome “si no soy guionista, ¿qué voy a ser?”.
De modo que comenzaste con una serie de producción catalana.
Sí, de muy bajo presupuesto y con pocos personajes. Se podía ver en el programa infantil de TV3, el Club Súper 3. Lo que tienen de positivo los proyectos de serie de animación, en comparación con los de ficción, es que son casi siempre coproducciones internacionales y luego se venden los derechos de antena para otras televisiones. Es mucho más fácil que suceda y que se vendan a otros países porque ya se conciben para que sean universales. Incluso los dibujos ya tratan que sean diseños válidos en todo el mundo.
Lo bueno de hacer una coproducción entre diferentes países, como por ejemplo la que hicimos con Cuatro amigos y medio, una serie de animación en la que trabajé que era coproducción catalana y alemana, es que puedes pedir ayudas del ICEC y el ICAA en España y luego la productora alemana pedirá también sus ayudas. Por ejemplo, otras series internacionales donde he trabajado han sido coproducidas por la China, por la India, por Rusia… Eso con la ficción a veces es más difícil por los localismos, por la lengua de rodaje, etc.
Continuemos por el momento en que llegaste de ParÍs a España.
Yo empecé a picar puertas. Todas, ¿eh? Tenía una lista de productoras con sus contactos.
¿Directamente les llamabas?
Sí, sí. Ahora creo que no se lo recomendaría a nadie. Yo iba, con mi inocencia, pensando que eso era una posibilidad. “Hola soy guionista, ¿buscáis guionistas?”. Así encontré una productora de eventos y vídeos para empresas, más orientada al marketing, donde necesitaban una administrativa a media jornada (aunque terminé haciéndoles también los guiones) y eso me iba genial. Yo por la tarde me había apuntado a un postgrado de guion que lo hacían en una escuela, Taller de guionistes, ahora reconvertida en otra escuela que se llama Showrunners (y de hecho, ahora doy clases allí). En ese postgrado aprendí un montón. Los profesores estaban en activo, era práctico al 100%, sólo diez o doce alumnos en clase, te lo corregían todo, todos éramos colegas… Buen clima y mucha práctica.
En mis años en la productora de eventos no dejé de buscar trabajo de guionista. Ya no a puerta fría como había hecho antes pero sí que tiraba de contactos: la gente que conocía de TV3. Así me puse en contacto con Sílvia Munt, la directora. Le mandé a su representante mi guion de largometraje, el proyecto final de carrera, pues me habían dicho que se parecía al estilo de Sílvia. A ella le gustó y estuvimos unos años trabajando juntas con el proyecto, pero nunca se rodó. La película pasaba entre Berlín y Barcelona y necesitaba ser coproducida y al final cayó la productora alemana. Aún así me dio mucha experiencia y el poder trabajar con Sílvia fue una maravilla. También escribí otro largometraje con Pep Cruz, actor y director de teatro, que lo conocí a través del primo de mi abuelo (una historia de casualidades) y tampoco salió. Pero yo pico pala. Tenía mucha energía.
¿En el postgrado te salió algún trabajo?
¡Sí! Un documental. Nos avisaron de que había una productora que estaba en busca de ideas de gente joven, que pagarían muy poquito pero que se podría escribir y dirigir el documental. Cogieron mi idea y la rodé. Todas las oportunidades que me dieran yo las cogía.
Pasado un tiempo, me recomendaron a la editorial Edebé. Me dieron un montón de libros de Cuatro amigos y medio y me dijeron: “coge esto y piensa cómo se podría hacer una serie”.
¿Tú sola?
Sí. Hasta que la serie se hizo pasaron años. Yo empecé con la serie en 2008-2009 y no la terminamos hasta 2014-2015.
Después de hacer esta propuesta de adaptación, empecé a ver que ya tenía encargos como freelance. Me surgió una oportunidad, a través de una amiga guionista, de hacer una prueba de guion en La família dels Súpers, programa infantil de TV3. Era una serie de sketches con una trama principal que avanzaba. Me cogieron a raíz de una baja de maternidad y recuerdo que pasé el verano puliendo el guion para la prueba. Estaba deseándolo. Al final me seleccionaron, pero el trabajo solo duró unos meses. Aún así yo vi que iban surgiendo cosas así que dejé la productora de eventos para que no me petase la cabeza. La jugada de pasarme a ser autónoma no me salió mal.
Y a partir de ahí ya fue todo más rodado y de un proyecto te llaman para otro.
Una vez te empiezan a conocer dos o tres del sector, ya es más fácil que te aparezcan oportunidades. Así que fui encadenando proyectos: L’illa del Far, Yoko, Emmy&GooRoo, Kukurota, Mironins… Es boca oreja totalmente. ¡Aunque también me han contactado alguna vez por Linkedin! Siempre boca oreja, pero haciendo muchas pruebas de guion. O sea que hay que currárselo. Ahora ya por suerte, toco madera, hace tiempo que no me hacen pruebas. Simplemente con ver lo que he escrito ya me encargan los trabajos.
Muchos de los guionistas con los que hablo han pasado por momentos muy dramáticos respecto a su carrera laboral. Momentos de vacío económico y de trabajo. Y sigue siendo muy difícil incluso acceder a estas pruebas de guion para que te consideren para un proyecto.
Una cosa que recomiendo a los guionistas es que se apunten al GAC (Guionistes Associats de Catalunya). Hacen muchos actos, acabas conociendo a gente, puede ser muy inspirador porque escuchas la trayectoria de otros guionistas y sales de ahí con motivación y ánimos. Yo por suerte llevo la motivación de serie. Lo he tenido claro siempre incluso cuando tuve mi época mala diciéndome “si no soy guionista, ¿qué voy a ser?”. No había otra opción. Por lo tanto, hay que mantenerse ahí. Aunque sigue siendo muy difícil, hay que favorecerse moviéndose, conociendo a gente, que la gente te vea y te ponga cara. Así cuando les envíes un email, te conocerán. En el Festival de Sitges tenían un apartado que era el “Anima’t Sitges” dedicado al cine y series de animación. Cada año había un país invitado y al primer año que fui el país era Irlanda. Si tenías una productora te daban un espacio y un tiempo para hacer networking. Yo les escribí avisando que no era productora sino guionista y me dejaron entrar igualmente. Lo mío no era morro, era pura ingenuidad. ¡Hasta me monté un reel y eso que yo no sé editar! Pasé por todas las productoras irlandesas que había enseñándoles lo que había hecho. Importante saber hablar inglés para comunicarte con ellos y escribir. Vale, de esos meetings no me salió nada. No me dieron trabajo en Irlanda. Gané tablas sin olvidar de que allí estaban todos los productores catalanes con los que también hablas y, al final, son los que luego se acuerdan de ti.
Parece que no vale sólo con tener estudios de guionista sino que la socialización es una habilidad muy importante para el oficio.
Yo desde siempre he sido muy social, aunque es cierto que a veces me daba algo de vergüenza, pero es lo que hay que hacer. La gente lo hace. Tú lo haces con un productor, pero ¿qué piensas que hacen los productores con las teles.
Volviendo a la animación. Todos tus títulos van dirigidos al público infantil. ¿Es algo que te encontraste o que buscaste?
Al principio fue por casualidad. Cuando estudiaba en la universidad yo quería hacer películas de autor, cómo no. La realidad es que esto lo hacen cuatro privilegiados que normalmente son directores/as. Es decir, para ser autor lo más habitual (aunque no debería ser lo normal) es que seas director que escribe sus películas. Yo con la animación infantil descubrí que me lo pasaba muy bien y encontré un juego muy interesante. Era como volver a la infancia. A la vez, como guionista de proyectos infantiles, es muy importante ser responsable con los mensajes que estás transmitiendo. Piensa que ese público se está formando muchas veces sin el filtro de los padres al lado. La televisión es unidireccional, no necesitas unos padres que estén leyéndote un cuento, y ahora que los enchufamos a la Tablet a la mínima, más que nunca. Lo más importante de esos contenidos es que entretengan y diviertan a los niños, eso siempre, pero también tiene que subyacer una educación moral y narrativa muy importante, siempre adecuada al target de edad al que te diriges (preschool, infantil, preadolescente…). El niño en cuestión que esté viendo la serie se convierte en el protagonista. Así se aprende a identificar emociones y a relacionarse con éstas. Cómo se actúa delante de la envidia, cómo se actúa delante de la amistad, etc. También le van calando los valores: la solidaridad, la tolerancia… La responsabilidad es más grande de lo que parece.
Para construir un personaje con un buen arco, que tenga matices y no sea plano, es clave conocer cómo funciona tu mente.
Escribir siempre tiene una labor pedagógica y creo que como guionista tienes que revisar el mensaje que estás dando. A veces sin querer te puede salir un mensaje que no compartes y que no es positivo para el mundo. Eso es mucho más importante si tus historias van dirigidas a un público infantil.
Esto pasa, sí. Tú estás escribiendo un capítulo (estamos hablando de historias de 7, 11 o 22 minutos) y tienes que crear un conflicto, un desarrollo y un desenlace y a veces es difícil que todos los engranajes encajen. A veces la solución que encuentras para resolver la historia da un mal mensaje, entonces hay que volver a la casilla número uno.
Una cuestión más indiscreta. ¿Qué tal se vive siendo guionista de animación infantil?
Bien, la verdad es que si mantienes cierta estabilidad laboral es un buen trabajo. Para que te hagas una idea, desde hace unos años también estoy colaborando mucho con el mundo editorial, escribiendo también para niños. He escrito algunos cuentos (por ejemplo, De les tristors en farem fum, Norma Editorial 2019) y un par de cómics (Las Sirenas del Faro, Panini 2018; y ahora estoy a punto de sacar Claudio y Lucía contra la Agencia F.A.K.E en colaboración con el ilustrador Max Vento, en Bang! Ediciones). El mundo editorial no está tan bien como el audiovisual y pagan peor. Pero lo bueno es que te dan mucha más libertad. Ahí es donde he encontrado mi válvula de escape para hacer proyectos más propios. En la animación hay mucha más gente en el proceso y es mucho más complicado que sientas que es totalmente tuyo, pero también está mucho mejor pagado. Eso sí, no tanto como el de la ficción. La animación, lamentablemente, se sigue viendo como un subgénero cuando debería estar al mismo nivel de la ficción. Parece como que si es para niños no es tan importante y con que cualquier cosa que hagas ya se distraen. ¡Los niños son los primeros en detectar calidad! Si le pones a un niño una serie totalmente educativa que le esté mirando de arriba a abajo, con paternalismo, se dan cuenta. Ellos quieren que les hables de tú a tú. Que te pongas a su nivel y te lo pases bien con ellos. Otro reto es hacer contenido de animación para niños de más de 9 años. A esa edad ya los pierdes y creo que es una pena.
La última pregunta de cierre. ¿Qué tiene que saber un guionista?
Conocerse a sí mismo. Todos los guionistas tenemos que ser un poco psicólogos y entender cómo funciona la mente. Ser un analista de las emociones. Sólo así podrás contar historias en las que te sientas reflejado y que puedan impactar al público. Así no caes en la fórmula básica de protagonista que quiere algo, pasa por una serie de obstáculos y finalmente lo consigue. Es muy importante, cuando se habla de estructuras narrativas, conocer qué quiere tu personaje (objetivo consciente) pero también qué necesita realmente (objetivo inconsciente). Por eso pienso que para construir un personaje con un buen arco, que tenga matices y no sea plano, es clave conocer cómo funciona tu mente.
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