‘¿Vencedores o vencidos?’: cuando aplicar la ley es una injusticia

En el centenario del nacimiento de Montgomery Clift recordamos uno de sus papeles más pequeños pero más conmovedores

Que la historia la escriben los vencedores es cosa sabida. Otro tema es cómo escriben la historia, es decir, en base a qué argumentos morales, jurídicos y hasta filosóficos se define la culpa de los vencidos,  y se les aplica el castigo. La película de Stanley Kramer ¿Vencedores o vencidos?: el juicio de Nuremberg explica el proceso alejándose de los grandes criminales y centrándose en las personas normales, los que tuvieron que lidiar con sus dilemas éticos cuando aplicaron la ley en situaciones extremas y ante personas corrientes.

El punto de partida es el de un juez norteamericano retirado (Spencer Tracy) que llega a Nuremberg en 1948 para juzgar a cuatro jueces alemanes (uno de ellos, Burt Lancaster) acusados de connivencia con el régimen nazi en la aplicación de las leyes de esterilización y eutanasia del III Reich. Ante el tribunal, la defensa (Maximilian Schell) y la acusación (Richard Widmark) intentaran dilucidar si los jueces eran conocedores de la política de exterminio que aplicaba el gobierno alemán, apoyándose en los testimonios (Montgomery Clift, Marlene Dietrich, Judy Garland) que la sufrieron.

Con un veredicto anticipado (¡culpables!, por supuesto), éste elenco estelar, y un desarrollo clásico en forma de drama judicial, lo fácil hubiera sido centrarse en los blancos y negros para machacar a los juzgados y acabar en uno de esos finales épicos que tanto reconfortan: “¿Ordenó usted el código rojo?¡Por supuesto que lo ordené, maldita sea!”.

Pero Kramer prefirió meterse en honduras introduciendo una gama de grises impresionante; para empezar, un juez retirado que debe juzgar a sus pares, jueces como él, pero no de la alta magistratura. Por los ojos de Spencer Tracy ha pasado de todo, al igual que por los de Burt Lancaster, y él mejor que nadie sabe la responsabilidad que supone juzgar a tus semejantes en pleitos corrientes, así que es inevitable que al principio haya una corriente de empatía.

Después tenemos la ley, y la gran pregunta: ¿las leyes son justas o injustas? En principio una ley no es justa ni injusta, nos dirán los leguleyos, a no ser que contravenga los derechos fundamentales. Claro, pero si es el caso, ¿debe aplicar un juez justo una ley injusta? O lo que es lo mismo, ¿puede saltarse la ley alguien que está obligado a aplicarla?

El estreno de ¿Vencedores o vencidos? coincidió en el tiempo con el juicio real a Adolf Eichmann en Jerusalén, aquel que Hannah Arendt cubrió para The New Yorker y del que surgió su concepto de banalización del mal. Como explica muy bien Barbara Sukowa en la escena final de Hannah Arendt (Margarethe Von Trotta, 2012), nos hallábamos ante un delito nuevo: el hombre corriente juzgado no por su ideología ni por sus motivos, sino simplemente por sus actos.

Así que al final estamos en una encrucijada moral. Cuando un juez alemán debe aplicar una ley que esteriliza a los deficientes mentales, ¿lo único de lo que debe estar seguro es de que ante él se encuentra una persona con esa deficiencia?. Pretender que no se es lo que se es, como intenta desesperadamente un atribulado Montgomery Clift en siete minutos y medio de gloria cinematográfica, es darle argumentos a la parte contraria. Ahora que se han cumplido cien años del nacimiento del actor, no está de más recordar cómo le ayudó su estropeado estado físico y mental a bordar el papel.

La confusión de Clift era auténtica

Stanley Kramer se basó en una producción para la televisión estrenada en 1959 con guión de Abby Mann para su adaptación cinematográfica, consiguiendo para Mann el Oscar a mejor guión. Escogió cuidadosamente a los actores, con algunos de los cuales ya había trabajado anteriormente como en el caso de Spencer Tracy, y se llegó a barajar el nombre de Marlon Brando para dar vida al abogado defensor Hans Rolfe; finalmente se decidió por encomendarle el papel al mismo desconocido actor austríaco que lo había impresionado en la adaptación televisiva, y así Maximilian Schell se llevó el Oscar a mejor actor.

NOTA:

Vencedores o vencidos: el juicio de Nuremberg, Algunos hombres buenos y Hanna Arendt se pueden ver en Filmin.

Jaume Felipe
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Vinculado al CineClub Vilafranca durante más de dos décadas, y con media vida en el mundo de los medios de comunicación y la fotografía, actualmente me hallo en la biblioteca pública, desde donde dinamizo programas colaborativos de cine para la Xarxa de Biblioteques Municipals de la Diputació de Barcelona.

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