SITGES 2020. Segunda crónica: la fortaleza visual de Bajo Ulloa, vampiros comunistas en el país de Bela Lugosi y Mario Casas en el papel de su vida

Repasamos nuestro día a día en Sitges 2020, analizando las películas vistas durante el festival. Continuamos con esta segunda crónica hablando de Un efecto óptico, Baby, No matarás y Comrade Drakulich.

Mucha gente lo considera una frivolidad, especialmente aquellos que creen defender la pureza de cierto arte, de cierta cultura o de cierto cine, pero la presencia de actores, actrices y directores en un festival no está vinculado, únicamente, al lucimiento glamouroso de determinadas estrellas en la alfombra roja.

Los talentos visitan los festivales, grandes o pequeños, para promocionar sus películas y para acercarse a los espectadores, el público, gracias al cual se ganan la vida y comen cada día. No han sido pocas las ocasiones que un servidor ha justificado la concesión de galardones honoríficos en festivales o premios cinematográficos, habitualmente estos últimos los más proscritos.

Pese a las condiciones en los que se está celebrando Sitges 2020, el gran número de producciones españolas ha permitido que intérpretes y directores del panorama nacional hayan acudido a la cita anual con el terror que se celebra en Sitges.

De esta forma, en el primer fin de semana del festival la ciudad costera recibió la visita de Mario Casas, Pepón Nieto, Juanma Bajo Ulloa, Natalia Tena, Milena Smit, David Victori, Juan Cavestany, además de los premios honoríficos Najwa Nimri, Oriol Tarragó y Manuel de Blas.

Continuamos repasamos lo que está dando de sí el Festival de Sitges 2020 con las películas que presentaron estas estrellas nacionales.

‘Un efecto óptico’ (Juan Cavestany, España)

Carmen Machi y Pepón Nieto interpretan a un matrimonio de Burgos que deciden salir de su rutina y hacer un viaje a Nueva York. Pero una vez llegan a Nueva York, la ciudad que encuentran no parece ser la que les vendieron en la agencia de viajes. Una sensación que les lleva a preguntarse: ¿están realmente dónde creen que están? Por qué en el fondo, Nueva York es como Burgos pero más grande.

Sorprende que pasado el ecuador 2020, se hayan estrenado hasta tres películas que juegan con el tiempo, que trastornan una realidad que hasta este año a todos nos parecía inalterable. Un efecto óptico se une a Tenet y Estoy pensando en dejarlo, estrenadas en premia pandemia, pero filmadas en 2019, películas de ciencia ficción capaces de presagiar que la realidad no es ni será como la conocíamos. Además, en este 2020 en el que hemos descubierto las ciudades donut, podemos entender Un efecto óptico como una crítica al turismo que visita las grandes ciudades, donde todo está planificado, con poco margen a la improvisación, siguiendo un guion que es la propia guía de viajes. Y en el fondo, a nuestro modo de vivir, cada vez más globalizado y menos improvisado.

‘Baby’ (Juanma Bajo Ulloa, España)

Una joven, drogadicta y alcohólica, da luz en su piso a un bebé que oficialmente no existe. La joven, que ha echado a perder un brillante presente y futuro como bailarina, sobrevive a base de trapicheos. Hasta que decide desprenderse de su bebé y venderlo. Para ello, deberá adentrarse en un bosque para dejarlo a la orilla de un lago, cerca de una casa que podría pasar abandonada, donde será custodiado por tres misteriosas mujeres.

Narrativamente enigmática y visualmente bellísima es la película de Juanma Bajo Ulloa, que vuelve a la primera línea bastante en forma, aunque Baby peca de cierta reiteración narrativa a medio metraje, que podría haberse limado si la protagonista hubiese optado por decisiones más drásticas, dilatando mucho menos sus acciones y llegando a la conclusión antes. Nos encontramos frente a una película sin diálogos de una riqueza iconográfica apabullante. Todos los apartados técnicos merecen una mención especial: fotografía, arte, vestuario, música. La construcción del mundo en el que sucede esta fábula que acontece en nuestra realidad pero que se adentra en un bosque de posibilidades oníricas y salvajes, convierte al film en una maravilla visual.

‘No matarás’ (David Victori, España)

Una de las grandes sorpresas del festival de Sitges. El pacto, la ópera prima del director David Victori, recibió unas merecidas malas críticas que presagiaban lo peor para un director prodigio cuyo corto La culpa fue premiado por Youtube y cuyo siguiente corto, Zero, fue producido por Michael Fassbender y Ridley Scott gracias al galardón conseguido con su anterior cortometraje.

Si No matarás es el mejor trabajo de su director, lo mismo podemos decir de su protagonista, Mario Casas. El actor gallego se pone en la piel de un chico normal y corriente, algo que no estamos acostumbrados a ver. Un chico normal que no sabe decir que no y que se ve sumido en un espiral de violencia provocado por una joven femme fatale del siglo XXI, a la que interpreta de manera escalofriante la debutante Milena Smit. El descubrimiento de Smit provoca en el espectador algo poco habitual: el nacimiento fulgurante de una estrella de cine.

Un par de malas decisiones que toma el personaje de Casas, perfectamente humanas, arrastran a su protagonista a un infierno del que no podrá salir siendo la misma persona. Técnicamente impecable, destacar las labores de fotografía y banda sonora que, junto a la interpretación de Casas, serían justas nominadas, e incluso ganadoras, de un premio Goya.

‘Comrade Drakulich’ (Márk Bodzsár, Hungría)

Es curioso que en el país natal de Bela Lugosi no hayan proliferado películas sobre vampiros, siendo esta una de las primeras que se filman, según aseguraba el director en la presentación filmada que se proyectó antes de la película.

Ambientada en la Hungría comunista de los años 70, el camarada Fabián, héroe húngaro que participó en la revolución cubana junto a Fidel Castro y el Che Guevara, regresa a su país para participar en una campaña de donación de sangre para Vietnam, país comunista sumido en una guerra contra Estados Unidos. Pero la vuelta del héroe nacional genera desconcierto en sus antiguos camaradas. Mientras los que se quedaron en el país magiar peinan canas (si es que les queda algún pelo por peinar), el camarada Fabián se conserva exactamente igual que veinte años atrás, circunstancia que despierta los recelos de una clase dirigente que empieza a sospechar de la naturaleza vampírica de su invitado, vinculando la desaparición de algunos litros de sangre de las donaciones.

Para investigarlo, los servicios secretos encomiendan la misión al bruto Laszlo y a la joven María, que con su bellísima y enigmática presencia logrará encandilar al vampiro. Ambos deberán descubrir el elixir de la vida eterna que mantiene joven al camarada Fabián para salvar la vida a un moribundo Nikita Kruschev.

La película recrea la Hungría comunista y ofrece una galería de personajes entrañables que convierten a esta comedia en un divertimento simpático, lleno de enredos sentimentales, juegos de espías y una nada ácida crítica a los estamentos que gobernaban en el país por entonces. Viviendo en la Hungría actual, no es de extrañar que algunos miren con añoranza aquella época y piensen que cualquier tiempo pasado fue mejor.

En los próximos días continuaremos nuestro repaso al Festival de Sitges 2020.

Puedes leer la primera crónica aquí.

Pablo Sancho París
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Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.