A lo largo del año el cine español va dejando algunas perlas que recordar. Películas pequeñas con historias cotidianas que hacen vibrar al espectador por su autenticidad a la hora de contar los hechos que van teniendo lugar. Ejemplos recientes como Estiu 1993 (Carla Simón, 2017), Júlia Ist (Elena Martín, 2017) y Viaje al cuarto de una madre (Celia Rico, 2018) vienen conformando una línea de óperas primas que parten de las vivencias personales de unas debutantes que se arman de valentía para encontrar su voz en sus obras.
El último de los filmes en sumarse a esta corriente es La inocencia, el primer largometraje de Lucía Alemany, que bebe de hechos autobiográficos para mostrarnos la historia de Lis, una adolescente que sueña con convertirse en artista de circo y salir de su pueblo, aunque sabe que para conseguirlo tendrá que pelearlo duramente con sus padres. La joven promesa Carmen Arrufat interpreta a una chica con garra, valiente y decidida, que deberá aprender a solventar los problemas que surgirán en su coming-of-age. Junto a ella completan el reparto Laia Marull, una sufrida madre de casa, y Sergi López, que se convierte en un padre autoritario, estricto y malhumorado. En La inocencia encarna a una figura castradora para los sueños de Lis, que se siente prisionera en su casa y en las calles de su pueblo, Traiguera (Castellón). Sus amigas son su vía de escape y su novio, un más que solvente Joel Bosqued en el papel de macarrilla con sentimientos, su pasatiempo más peligroso. A través de cada una de sus relaciones somos capaces de encajar las múltiples piezas que conforman la vida de una joven que, a pesar de tener un objetivo claro, se siente atrapada en su pequeño círculo familiar. Pero un imprevisto traspié en su vida hará que se tambaleen todos sus planes de futuro.
La historia se desarrolla mayormente durante el verano y tienen como epicentro las fiestas del pueblo, donde tienen lugar los pasatiempos, gamberradas y salidas con amigos. Y con ellos los descubrimientos personales de Lis como cualquier adolescente. Arrufat ofrece una interpretación intensa que acompaña de un gran desparpajo y naturalidad con la que se desenvuelve a lo largo de la trama. Si La inocencia respira verdad es gracias, en gran parte, por su brillante actuación. La relación que construye con Marull nos transporta al hogar donde cualquier madre e hija experimentan sus tiras y aflojas, donde las caricias y los gritos se alternan por momentos, donde lo conocido y desconocido se cruzan en una fina línea, y donde la niña quiere ser mujer, pero sigue conservando la inocencia. Esa ingenuidad y candidez que tan bien refleja el final del film, que encaja a la perfección con el título de esta obra tan fresca, sincera y tierna de Alemany, que concursa en la sección Nuevos Directores del 67 Festival de San Sebastián.
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