Quizás el nombre de Marcus Loew no os suene de nada. Su apellido no figura en el nombre de ninguno de los grandes estudios de Hollywood ni ganó nunca un Oscar, pues murió antes de que se celebrase la primera gala el 17 de febrero de 1929. Pero fue el artífice de la unión, en 1924, de tres de los primeros estudios de cine americanos, fusión de la que nacería un 16 de abril el primer gran estudio de Hollywood, la todopoderosa Metro-Goldwyn-Mayer. Año que marcaría además el inicio de la “era de los estudios”, pues en 1924 ya funcionaban siete de los grandes estudios de Hollywood: Universal (fundado en 1912), Paramount (fundado en 1912), United Artists (fundado en 1919), Warner Bros. (fundado en 1923), Disney (fundado en 1923), Columbia (fundado en 1924) y Metro-Goldwyn-Mayer (fundado en 1924).
Marcus Loew, nacido en Nueva York en el seno de una familia judía el 7 de mayo de 1870, era el propietario de People’s Vaudeville Company, una cadena de salas fundada en 1904 que se dedicaba tanto a proyectar cine como a los espectáculos de variedades. Un total de 35 locales formaban parte de esta empresa cuyo primera sala estuvo ubicada en la Séptima Avenida de Nueva York. En 1910 People’s Vaudeville Company pasó a denominarse Loew’s Consolidated Enterprises, y entre sus socios se encontraban Adolph Zukor, su suegro y más tarde fundador de la Paramount, y los hermanos Joseph y Nicholas Schenck. En 1919 la compañía pasó a denominarse Loew’s Inc. y en 1920 compró la moribunda Metro Pictures Corporation, una productora y distribuidora fundada en 1915 que permitía a Loew adquirir un importante catálogo de cortometrajes y largometrajes para proyectar en sus salas. La Metro, ya en manos de Loew, consiguió un gran éxito con Los cuatro jinetes del Apocalipsis, protagonizada por Rodolfo Valentino y basada en la novela homónima de Vicente Blasco Ibáñez. Aún así, los problemas continuaron para la compañía y decidió en 1924 fusionarla con Goldwyn Co. (cuyo dueño, el mítico productor Samuel Goldwyn, se había desentendido ya) y con la Louis B. Mayer Productions, naciendo de esta manera la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM).
Entre los bienes que aportó Goldwyn a la nueva marca, se encontraban los estudios de Culver City, de 15 hectáreas, y el reconocible símbolo del león, creado en 1916 por Howard Dietz, como homenaje a la Columbia University, universidad en la que había estudiado y cuyo club deportivo tiene el sobrenombre de The Lions. Aunque el león original no es el que todavía vemos en las producciones de la MGM. Han habido varios cambios desde entonces. El primero, y más significativo, es que el león original solo se sostuvo hasta 1928, ya que gracias al sonido el león pudo empezar a rugir. En la primera versión, el león tan solo miraba hacia adelante, observando la platea. Este león sonoro, llamado Jackie, se mantuvo hasta 1956, y además de ser el logo del estudio, participó en más de cien películas, como en algunas del Tarzán de Johnny Weissmüller. El león actual, llamado Leo, data de 1957. Desde entonces, el logo no ha sufrido ninguna modificación.
Su primer éxito fue la versión muda de Ben-Hur, de 1925, aunque con un coste de 4 millones solo obtuvo 4 millones de beneficio de la época. Otras de las primeras películas producidas por la compañía y que forman parte fundamental de la historia del cine son Y el mundo marcha (1927), de King Vidor; El viento (1928), de Victor Sjöstrom; Freaks (1932), de Tod Browning; y Furia (1936), de Fritz Lang. Pero sin duda, la gran película de aquella primera época, y seguramente el film más importante en la historia de Hollywood hasta la fecha fue Lo que el viento se llevó, de Victor Fleming (1939), y producida por David O. Selznick, sobrino de Louis B. Mayer, que sustituyó a Irving Thalberg como jefe de producción de la MGM. Con un coste de 4,2 millones de dólares, obtuvo un beneficio solo en Estados Unidos de 31 millones. Ganadora de ocho Oscar, fue vista en salas por más de 250 millones de espectadores en todo el mundo.
Pero el éxito de Lo que el viento se llevó supuso el fin de la mejor época de la Metro-Goldwyn-Mayer, su época dorada, siendo el estudio dominante en Hollywood. A partir de la década de los cuarenta, los otros estudios se pusieron a la par que la MGM, y tuvieron que repartirse el pastel de espectadores, taquilla y premios. Pese a contar con más éxitos durante las siguiente décadas, en 1981 la MGM se acabó fusionando con otro estudio en bancarrota, la United Artists, creando la MGM/UA, que fue comprada en 1986 por Turner Entertainment, iniciando una travesía en el desierto que ha durado casi hasta nuestros días. Desde 2005 es propiedad de MGM Holdings y tras ser puesta a la venta y caer en la bancarrota en 2010, hoy la Metro-Goldwyn-Mayer sigue siendo un estudio independiente, aunque a merced de sus acreedores, y lejos del esplendor de su época dorada.
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