Alain Hernández nació en Barcelona hace 42 años. Aunque lleva años dedicándose a la interpretación, sobretodo en series y programas de Televisió de Catalunya, no ha sido hasta los últimos años cuando su nombre ha empezado a sonar con fuerza en todo el país, gracias a su participación en 8 apellidos catalanes, Palmeras en la nieve, Plan de fuga y, sobretodo, El rey tuerto, película por la que fue nominado a los premios Feroz y Gaudí al mejor actor.
El pasado viernes estrenó su útima película, la comedia Que baje Dios y lo vea, e inmerso en su promoción, pudimos hablar con él.
Que baje Dios y lo vea es una comedia construida sobre dos temas que tienen mucho arraigo en la sociedad española, aunque se citan a menudo de manera peyorativa. ¿Cuál es la visión que la película quiere dar de ellos?
Creo que el director ha sabido escribir un guión que unifica bastante las dos cosas y las unifica bien. Creo que por momentos tiene pullitas, sobre todo a esa Iglesia rancia y casposa que encarna el obispo que interpreta Tito Valverde, que no el sacerdote que interpreta Karra, que no deja de ser una oveja más del rebaño o una abeja más del panal. Es un hombre que acata las órdenes y la jerarquía. Se critica esa parte de la Iglesia, pero al mismo tiempo se mira con positivismo que haya chicos que quieran dedicarse a la fe y a predicarla. Si es a través del fútbol, pues bien, es una manía de mi personaje, que representa la parte heavy de la religión, el que predica con el ejemplo, el que se pelea con los guerrilleros de África y el que hackea las cuentas del Vaticano. Todo vale a la hora de defender a las personas, porque al final mi personaje lo que hace es creer no tanto en Dios como en las personas.
Desde el boom de los Ocho apellidos vascos proliferan las comedias españolas. ¿Qué atributos tiene la película y qué la hace diferente a otras?
Creo que aporta un público más amplio. Viendo las reacciones del preestreno de Madrid, ves que abarca desde niños hasta personas mayores. Y habla de dos temas que normalmente no se tratan mucho en el cine, que son el fútbol y la religión. Pero al final, no es un humor muy diferente al de otras comedias, también hay que reconocerlo, pero reúne muy bien la comedia con otros puntos de drama, y con mucha ternura. Es entrañable, es empática. Sales del cine con una sonrisita y con el corazón contento.
Por suerte he podido tocar otros palos en el cine, Plan de fuga, Palmeras en la nieve, El rey tuerto… y de lo que se trata en el cine es de entretener. Que la persona que compre esa entrada lo pase bien, que salga con el corazón contento. Es una película que no engaña a nadie, es muy honesta.
No es una película para morirse de carcajadas, pero sí te mantiene siempre con una sonrisa en los labios.
Sí, y sufres un poco por los personajes. Te sientes como un niño viendo la lucha de un David contra Goliat. Conectas con ese niño y esperas que las cosas salgan bien.
Una de las cosas que se agradecen al ver la película es su claridad; en todo momento sabemos hacia dónde van los personajes y la trama, y no se tuerce de su camino. ¿Estaba tan claro ya desde el guión?
En el guión estaba bien claro el arco de los personajes; lo único que sí fuimos viendo con Curro Velázquez, el director, es en qué momentos potenciar más una cosa o la otra, en qué momentos no caer en el gag fácil, y si tenemos que discutir en una secuencia, discutir de verdad. Ir trabajando eso y en la manera de entender la película con Curro y con Karra, pero sobre el guión de la película, dónde estaba ya todo bien claro y estructurado.
Estamos hablando de una ópera prima, ¿cómo llegó el guión a tus manos?
Me llaman y me dicen que el día siguiente vaya a Madrid a reunirme con Morena Films, porque les gustaría que protagonizara una comedia. Pensé, qué fácil y rápido, cuando no es verdad. Se dio muy rodado. Fui a reunirme al día siguiente con Curro y con Juan Gordon, el productor de la película. Me tomé un café con Curro, y pensaba que haríamos algún tipo de prueba, pero sólo hablamos del personaje, y al volver a la productora me dijeron: “Contratado”.
Curro ya me conocía, aparte de haberme visto en otras cosas, porque hice una prueba para El chiringuito de Pepe; él es el creador de la serie, y en ese momento ya se quedó con ganas de trabajar conmigo. Luego no pudo ser, por trabajar en otros proyectos.
En un principio el padre Salvador, mi personaje, iba a ser mayor de lo que es y lo iba a interpretar Karra. Estuvieron buscando un actor para el padre Munilla, pero no acababan de encontrarlo. Así que le propusieron a Karra cambiar de personaje y buscar a un padre Salvador. A Karra le pareció bien, y en ese momento es cuando salió mi nombre.
¿Qué tal la experiencia de trabajar con un director novel?
Me gusta encontrarme con directores que lo tienen todavía todo por decir, por enseñar, y que tienen ganas de hacer una primera película bien hecha. Por momentos, evidentemente, sí que pueden notar la presión de la inexperiencia, pero me gusta trabajar mano a mano con el director, proponiéndole cosas, siendo un poco pesado. Que por una parte es ser un pesado, pero por otra es ayudar mucho al director, al abrirle un abanico de posibilidades, al proponerle muchas opciones para el personaje. Me implico lo mismo para una película de diez millones de euros de presupuesto que para un cortometraje en el que no me pagan. En ese sentido no puedo entender la profesión de otra manera.
¿Qué te influye más para elegir un proyecto, el personaje o el género de la película?
El guión, y a veces también el personaje, porque cuando llevas interpretando personajes seguidos que se parecen piensas ‘es otro más’, y lo descartas. Pero sí son personajes seguidos que, por ejemplo, son policías, pero son muy diferentes entre sí en la trama, no tengo por qué decir que no, si me apetece y puedo hacer cosas diferentes, con otro tipo de color, o en la misma película, hacer el arco y pasar de una cosa a otra. El guión para mi es fundamental para elegir un proyecto.
En esta película has compartido protagonismo con Karra Elejalde. Tras el éxito de la saga de Ocho apellidos su presencia añade expectativas al proyecto. ¿Cómo es trabajar con él?
Pues ha sido un placer, porque sabes que vas a estar cómodo. También tienes más presión. Con la anterior película, Plan de fuga, me eché a llorar de la emoción al saber que iban a estar Luis Tosar y Javier Gutiérrez. Te emocionas, pero se te aprieta el culo de una manera que no te imaginas, de saber que tendrás que estar a la altura de dos monstruos. Y en este caso con Karra, igual, al saber que vas a darle las herramientas para que él esté a gusto también, el estar a su nivel. Lo bueno es ir viendo que eres solvente y ellos están a gusto trabajando contigo. Ir dando pasitos en esta profesión y estar contento.
Estás inmerso en la promoción de la película, pero ¿en qué otros proyectos te podremos ver próximamente?
Proyectos para 2018 hay, pero todavía no se puede confirmar nada. Pero, por ejemplo, este año estrenaré tres películas y con un poco de suerte puedo estrenar hasta cuatro porque hay una pendiente de terminar y no sabemos cuándo se estrenará.
He estrenado Que baje Dios y lo vea. Espero que para la primavera o el verano se estrene Solo, una película que rodé en Fuerteventura con el director Hugo Stuven. Es la historia basada en hechos reales de un chico que se cayó por un acantilado en Fuerteventura y estuvo sobreviviendo durante tres días en el mar hasta que lo rescataron. Trabajé con Aura Garrido, la distribuye Filmax y la estrenará después Netflix, al igual que Que baje Dios y lo vea. Y por último El fotógrafo de Mathausen, que se estrenará en otoño.
Estrenar tres películas en un año está muy bien, estoy muy orgulloso y contento, además con tres proyectos tan diferentes.
Quedan unas pocas semanas para los premios Goya, y debo decirte que me pareció un escándalo que no te nominaran como mejor actor revelación por El rey tuerto.
Te lo agradezco. Los premios son esas cosas que con el tiempo empiezas a relativizar, a darles la importancia justa. Entiendo que se da demasiada importancia a los premios en cuanto al caché y parece que si no estás nominado o no lo ganas eres peor actor que los que sí lo están. En mi opinión, en ese sentido los premios no son favorables para la profesión. Pero entiendo que está montado así y que no puedo hacer nada -al menos yo no lo hago- para que me voten, ni lo pienso hacer nunca.
Sé el trabajo que he hecho en cada película y sé lo que me dice la gente que la ve, y para mí eso es lo que cuenta realmente. A mí me llena. Ese es el premio, que venga alguien y te diga: “Me encantó”. Eso es maravilloso. Lo otro, si tiene que venir, ya vendrá. Voy a seguir trabajando con las mismas ganas y la misma humildad.
¿Cómo ves la situación actual del cine español?
El cine español parece que se va recuperando, cada vez hay más proyectos. Lo que no estoy tan seguro es si se está recuperando a nivel económico, pero sí a nivel emocional con el shock causado por la crisis, aunque se está abriendo cada vez más una brecha entre las películas que tienen promoción y las que no, y las que tienen copias y las que no. Lo que no me gusta, por ejemplo, es que yo, en unos Goya, pueda competir con 19 copias que sale El rey tuerto en toda España, contra una película que sale con 300 o 400 copias. Hay que confiar en el criterio de los académicos cuando muchos no han visto la película, aunque la tengan colgada en el canal de visionado para académicos; pero siendo honestos, ¿cuántos académicos ven todas las películas que están ahí colgadas? No las ven todas, se van a ver las que más ruido hagan en cuanto a promoción. Esa brecha cada vez es más grande, y ahí estamos luchando.
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