Isabel Peña (Zaragoza, 1983), componiendo casi siempre a cuatro manos junto a Rodrigo Sorogoyen, es una de las mentes más ingeniosas del panorama cinéfilo y seriéfilo español. Los dos conforman un dúo comprometido con las injusticias, de narradores de lo incómodo y lo auténtico, de amantes de la adrenalina.
Tras ganar el Goya por El reino (2018), estrenaron en el pasado Festival de San Sebastián Antidisturbios, también co-escrita junto a Eduardo Villanueva, una serie trepidante sobre un polémico caso de (presunto) homicidio en una brigada de este particular grupo de policías que puede verse en Movistar+. Ya acumula varias nominaciones y premios esta última creación como el Forqué a mejor serie, a la que se le suma el Premio Cygnus a la Mejor Serie, galardón que fue entregado el pasado 21 de enero en la 3ª edición de estos premios al cine solidario y de valores.
En Industrias del Cine, hablamos con Peña para conocer un poco más sobre su carrera como guionista y sus motivaciones.
Los Forqué y los Premios Cygnus os han concedido el premio a la Mejor Serie. ¿Qué tal sienta esto en un año de tanta calidad para las series en España?
Pues estamos muy, muy contentos porque no es solo que las otras series sean de mucha calidad, sino que muchas de estas series hablan de temas muy importantes, así que la alegría es doble porque se están haciendo cosas muy buenas y que, como sociedad, nos deberían importar mucho.
Los Cygnus hacen hincapié en los valores de Antidisturbios. ¿Había alguna intención social al escribirla?
Cuando escribes hay muchas cosas que deseas hacer, pero que no siempre se cumplen y otras que se cumplen aunque no te las hayas planteado de forma consciente. Entonces, en todo este caos, digamos que sí que había algunos temas que nos importaban mucho y que queríamos que formaran parte de nuestro universo. Aunque sea el que menos tiempo ocupa en pantalla, está muy presente el mundo de la inmigración con la muerte de Yemi Adichie en el primer capítulo. No queríamos utilizarlo solo como una herramienta dramática, sino hacer que su espíritu, por así decirlo, viviera en toda la trama. Trabajamos para que en cada capítulo estuviera, aunque fuera de una forma pequeñita, como cuando al personaje de Laia (Vicky Luengo), la protagonista, se olvida de su nombre en medio de toda la vorágine de trabajo y tiene que buscarlo en una libreta o cuando vemos, en el único flashback de la serie, la llegada de Yemi a España lleno de ganas y esperanza.
“La crítica al heteropatriarcado es un tema que estaba mucho en nuestras cabezas.”
Por otro lado, también nos gustaba mucho el choque entre los seis antidisturbios y Laia para hablar de feminismo y machismo, junto a todo el universo de las altas esferas policiales y la propia calle: hasta comprando un desodorante en un bazar tiene que aguantar Laia las miradas de unos hinchas franceses. La crítica al heteropatriarcado era un tema que estaba mucho en nuestras cabezas, pero intentando contarlo siempre en trama, más que hacerlo discursivo.
Luego, por supuesto, el mundo de los desahucios, el de la violencia policial y también el hecho de que los antidisturbios realizan una labor súper importante y que, como grupo, quizás no están suficientemente cuidados para el trabajo que desempeñan. También la corrupción, que ya es un tema recurrente en nuestras historias. (Ríe)
Se ha hablado mucho de la primera escena de la serie, en la que presentáis al personaje de Vicky Luengo de manera muy definitoria, pero también hay otras muy significativas, como la cena de los antidisturbios en el capítulo final o el desayuno de Marian y Elías. ¿Cuáles son para ti algunas de las escenas clave o que, al menos, ideasteis pensando en que lo fueran?
Es curioso, pero justo la escena que he comentado en la que Laia está trabajando y se le olvida el nombre de la víctima. Para nosotros, esa escena es super importante porque de alguna forma a ella le pasa lo que nos pasa a todos: hay imágenes de las injusticias que se cometen contra los inmigrantes que nos llegan hasta el fondo del corazón pero que, de alguna forma, el día a día las va dejando atrás porque tenemos que seguir con nuestra vida. Y es injusto que sean símbolos cuando favorece y anónimos cuando ya no los necesitamos. Esa escena, donde a la propia Laia, que es una tía claramente comprometida, que está muy metida en el caso y que tiene la inteligencia suficiente como para acordarse del nombre, se le olvida, nos parecía una buena metáfora.
¿Qué te sirve de inspiración a la hora de arrancar un nuevo proyecto? ¿Qué os sirvió en el caso de Antidisturbios?
Siempre hay algo interesante del mundo en el que vivimos. En Antidisturbios, sin duda, hay dos universos: el de los antidisturbios y el de Laia. En la primavera-verano de 2011, cuando Rodrigo y yo empezamos a pensar en Que Dios nos perdone, había bastante tensión en las calles. Veíamos a estas personas, los antidisturbios, y nos interesaba muchísimo saber quiénes eran porque no conocíamos nada sobre ellos. Entonces intentamos meter el tema en Que Dios nos perdone, pero no era el momento ni el lugar y se nos quedó flotando en la memoria.
El hecho de poder hacer una serie con Movistar+ era el momento perfecto para sacarlo y poderle dedicar todo el metraje que merece porque en una película hubiera quedado algo reducido. Por una parte fue eso, nuestra propia experiencia andando por la calle y viendo a este equipo de policías hacer su trabajo y todos los dilemas que se nos planteaban y, por otro, el hablar de feminismo y del patriarcado de una forma orgánica, construyendo desde la trama de una mujer como tú o como yo enfrentada a ese furgón.
“Si todos los guionistas repitiéramos los mismos esquemas sería muy aburrido.”
¿Usas algún tipo de manual para escribir? Hay algunos muy míticos, otros muy criticados…
Sinceramente, no. Pero es verdad que en mi época de estudiante sí que los leí, aunque fíjate, nunca motu proprio, siempre como parte de la enseñanza. Están bien para saber las reglas básicas, pero una vez que las aprendes, lo bueno es desaprenderlo todo y poder hacerlo tuyo. Ahora mismo no los tengo muy en cuenta. Si estudias las películas en profundidad hay esquemas que van apareciendo, pero si todos repitiéramos el mismo esquema continuamente… ¡Qué aburrido! La vida no funciona por esquemas y fijarte en la vida es más interesante que fijarte en los manuales.
En 2019 ganasteis el Goya por El reino. ¿Has notado algún cambio a nivel profesional desde entonces? ¿Entre qué y qué proyecto notaste la estabilidad en la profesión?
La verdad es que soy muy afortunada porque ahora sí tengo estabilidad como guionista. Con Que Dios nos perdone ya empezaron a surgir propuestas de trabajo y ya teníamos un nombre y una cara en la industria, pero sí, sobre todo fue a raíz de El Reino.
Stockholm, en 2013, ya causó cierta sensación entre los cinéfilos. ¿Qué significó para ti ese primer film?
Costó muchísimo sacarla adelante, o lo vivimos como que nos costó mucho, pero echando la vista atrás siento que tuvimos muchísima suerte y que todo fue muy bonito. Empezamos a escribir el guion en 2010 y en 2011 seguíamos con él. Intentamos buscar a alguien que produjera, pero a nadie le interesaba, o si interesaba querían cambiar muchas cosas… Y entonces en 2012 pasó toda esta cosa preciosa del crowdfunding. Pusimos también parte de nuestros ahorros y se rodó. Aunque cuando ya estaba rodada no había manera de distribuirla y entonces fuimos a Málaga y ganamos un montón de premios, fue muy divertido. ¡Pero nadie quería todavía distribuirla! Y recuerdo que en septiembre de 2013, por fin, logramos distribución y en noviembre se estrenó.
Fueron esos 3 o 4 años de tirar hacia adelante con el proyecto, muchas veces con muchísima incertidumbre, pero, fíjate: nos cambió la vida a todos. Cada vez que pienso en esa peli me sale una sonrisa. Eso sí, a nivel de guion hay mil cosas que cambiaría, por supuesto, pero bueno, es lo que tiene tu primera peli, que echas la vista atrás y dices “Dios mío, estos diálogos…”, pero hay alguna estructura que me sigue pareciendo guay.
¿Sueles pensar eso de tus antiguos guiones?
No me suelo enfrentar a las pelis de nuevo. Como suelo estar incluida en los debates desde los primeros montajes, veo la peli tantas veces, también en festivales, que ya llega un punto en el que no puedo verla más y me digo “hasta aquí hemos llegado”. Ya no vuelvo a ver las películas. No sé qué va a pasar cuando lo haga. (Ríe)
“Con Madre nos dejamos llevar por lo que queríamos hacer y no por lo que, quizás, deberíamos haber hecho.”
Háblame un poco de Madre. Me parece una película maravillosa, muy sensible y sutil, pero que no tuvo demasiada repercusión.
En España no funcionó todo lo bien que esperábamos; no llegó mucho a la gente. Hubo muchos riesgos. El primero fue coger el corto de Rodrigo, que es una única secuencia brutal, muy impactante, y decidir hacer un drama. Eso ya hizo que, quizás, mucha gente pensara que iba a ver un thriller, el nuevo thriller de Sorogoyen, y luego, de repente: “¡Ostras, que dicen que no es un thriller, que es un drama!”. Pero, sin embargo, eso es precisamente lo que a nosotros nos llevó a hacerla. No nos apetecía hacer el thriller de la madre coraje, Elena, que después de haber vivido esa pesadilla de 17 minutos se echa el mundo a las espaldas y lucha contra todos para encontrar a su hijo. Lo que nos interesaba era lo que sentía esa mujer por dentro. Nos apetecía sumergirnos en Elena, en su dolor, en su mente y olvidarnos del thriller, de la violencia y de otras cosas que ya habíamos trabajado en El reino y en Que Dios nos perdone. Es curioso que lo que creo que hizo que la peli no fuera bien fue lo que nos motivó a hacerla. Es extraño pero también tiene algo bonito, el habernos dejado llevar por lo que sentíamos y no por lo que, quizás, deberíamos haber hecho.
¿Algún guion o historia que tengas como referente de otros profesionales de la industria?
Claro, los maestros siempre están en la cabeza. Por ejemplo, pienso en David Simon. Me encanta. Justo hace lo que nosotros siempre buscamos: construir historias con personajes que hablen de la realidad que nos rodea, de la sociedad, y que una cosa no fagocite nunca a la otra, que siempre haya equilibrio. Y sobre todo lo de tratar al espectador como a un tipo inteligente. También me encanta como guionista, a parte de como director, Michael Haneke. Creo que con su economía narrativa siempre logra emocionar de una forma muy dura, pero es que al final esa es la emoción que interesa y que te llevas durante mucho tiempo después de haber visto la peli. Luego el maestro Rafael Azcona, por supuesto, y el maestro Cesare Zavattini. Dos guionistas de los que cada vez que veo sus films me parece que han podido contar la realidad en la que viven y transformarla en relatos siempre desde la verdad y nunca desde el artificio. Con unos diálogos en los que hablan las personas y no los personajes. Por último, me parece que Lillian Hellmann construía unas historias gigantescas y dotaba a los personajes de muchas caras, de mucha sensibilidad.
¿Contar historias con imágenes o con diálogos?
Con imágenes siempre es más interesante y además es un mayor reto para nosotros. Las dos cosas son muy importantes, pero creo que dar con una imagen lo suficientemente potente, nueva o compleja que te permita bajar el volumen del televisor y que te siga impactando me parece un gran reto y siempre está en nuestras cabezas hacerlo. Ahora bien, dialogar es tan divertido y tentador… Así que diré que la imagen, pero que los diálogos siempre pueden contar más capas de los personajes.
“Estamos con una peli que ya está escrita y que ojalá pueda rodarse este otoño.”
Por último, la mítica pregunta: ¿Algún proyecto on-going que puedas contar?
Sí, tenemos en mente proyectos, por supuesto, porque siempre hay que tenerlos y más si estás en una buena racha como es nuestro caso. Hay que aprovecharla y no dejar de trabajar. Estamos con una peli que ya está escrita, pero que seguimos reescribiendo y que ojalá se pueda rodar este otoño si el extraño mundo en el que vivimos lo permite. Es una historia de pocos personajes enclavada en el mundo rural y creo que Rodrigo puede hacer una gran película.
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