Cómo ‘Tiburón’ cambió la industria del cine

Uno de los fenómenos más importantes que marcaron el nuevo rumbo que tomarían las majors a partir de los años 70 y que marcarían significativamente el desarrollo de la industria cinematográfica tuvo lugar en verano de 1975. Un filme, que viendo el desarrollo de su producción, parecía estar abocado al fracaso, rompió todos los límites y marcó unas nuevas tendencias y estrategias de lanzamiento de películas. Hablamos de Jaws (Tiburón).

Estas novedosas estrategias no nos parecen nada originales vistas desde hoy, ya que el público se ha acostumbrado a los taquillazos o los estrenos masivos. Tiburón se estrenó en Estados Unidos en junio, una fecha hasta entonces considerada mala para el lanzamiento de estrenos importantes, puesto que se tenía la idea de que en verano la gente prefería quedarse en la calle o ir a la playa antes que encerrarse con una gran masa de personas en una gran sala oscura y a menudo calurosa. Tampoco se había visto nunca el estreno masivo de un filme. Tiburón llegó a estrenarse en su primera semana en 409 salas de exhibición. Por último, la que hasta entonces había sido la gran enemiga del cine, la televisión, se convirtió en su gran aliada. Durante los tres días antes del estreno, la productora de Tiburón, Universal, llegó a gastar un millón de dólares en publicidad. Esta estrategia no era estrictamente nueva, ya que dos años antes, en 1973, Columbia promocionó en televisión el estreno de un film de serie B dirigido por Lester Persky titulado El viaje fantástico de Simbad. Un año más tarde se repitió la estrategia con Fuga suicida. Tanto la una como la otra obtuvieron un éxito muy superior en proporción a la calidad del film.

Los gastos destinados a la publicidad empezaban a ser tan elevados que cada vez era más difícil amortizar toda la inversión en taquilla. Así en los años 70 se incrementó la venta del merchandising y de las diferentes posibilidades de consumo que una película podía proporcionar. Empezó a venderse ropa, gorras, juguetes, comics, libros, guiones, videojuegos, todo tipo de objetos con la marca del filme e incluso se inició la propia comercialización posteriormente al momento de su estreno en video, ya sea en venta o alquiler.

Estas grandes inversiones provocaron que en cada gran producción los ejecutivos de las majors, algunos recién llegados a la industria, pusieran su cargo en juego dependiendo del éxito o el fracaso del filme, hecho que provocaría que los ejecutivos quisieran asegurar al máximo el éxito de su producción. Se empezaron a hacer películas para todo tipo de público. Y en este apartado recae otro de los motivos del éxito de Tiburón, ya que es un film difícil de clasificar en un género concreto. Podría tratarse de un film de terror, ya que un mal externo provoca el miedo y el desorden en una comunidad pacífica; el suspense, porque aunque nosotros lo conozcamos, hasta bien comenzada la segunda mitad del filme no logramos verle el rostro al asesino. Además de la música de John Williams lo acrecentaba cada vez que el tiburón acechaba, bajo el agua sin ser visto por los bañistas ni por los espectadores. Sin duda, también es un film de aventuras, ya que nos cuenta la expedición marítima de tres intrépidos “héroes” para dar caza a un gran tiburón blanco. También no deja de ser un film policíaco ya que uno de los tres protagonistas de Tiburón es un policía, el personaje interpretado por Roy Scheider, que recién llegado a Amity Island procedente de la siempre peligrosa Nueva York se encuentra con la tarea de perseguir y detener a un asesino cuya existencia niega la administración municipal para no desbaratar la temporada de verano de un pueblo que vive exclusivamente del turismo. Aunque en este caso el malo de la película no sea otra cosa que un tiburón, finalmente el policía lo aniquilará mediante un disparo, en un tanto especial duelo en alta mar no muy lejos de los acontecidos en los western, puestos ya a ser rebuscados. Por último, aquellos espectadores aficionados a la ciencia (ficción o no) también pueden encontrarse representados en el personaje que interpreta un jovencísimo Richard Dreyfuss, un joven procedente del Instituto Oceanográfico que fue atacado de niño por un joven tiburón y que desde entonces ha vivido interesándose de un modo científico sobre ellos.

Pero detrás de Tiburón no solo se encontraba un feroz animal, ni una ávida productora, sino también el talento de un joven realizador que con tan solo 28 años creó su primer obra maestra y cuya leyenda se ha ido acrecentando hasta nuestros días. Hablamos del gran rey Midas de la historia del cine, Steven Spielberg.

Spielberg nació en Cincinnati en 1947. Estudió literatura inglesa en la California State University, lugar en el que descubrió el cine de autor que tanto admiraría. Pero años antes, siendo un adolescente, empezó a realizar sus primeros trabajos cinematográficos en casa. Fue un niño prodigio. Desde el momento en el que el joven Spielberg conoció los filmes más relevantes que llegaban de los nuevos cines europeos, no desistió en la idea de convertirse en un autor con el mismo prestigio que, por ejemplo, François Truffaut. De esa manera se entiende que le ofreciera un papel protagonista en 1977 para Encuentros en la tercera fase. Este film significó para Columbia su mayor éxito comercial de su historia, recaudando más de 82 millones de dólares. Este era un viejo proyecto iniciado en 1970, cuando Spielberg escribió una fábula sobrenatural titulada Experiencies. Con este film quería conseguir el importante reto de construir un film de ovnis que pudiera ser considerado un film de autor, tanto o más que los filmes realizados por sus admirados Godard, Fellini y Antonioni.

Contactó con el guionista Paul Schrader, quien escribiría años más tarde el guión de Taxi Driver, para adaptar cinematográficamente su relato, pero a Spielberg no le gustó la idea sugerida por Schrader de narrar el suceso de un ovni estrellándose en el Polo Norte, y lo desechó, no sin violentos incidentes entre ellos.

Fue entonces cuando los productores Richard Zanuck y David Brown le propusieron adaptar una novela cuyos derechos habían sido recientemente comprados por 175.000 dólares y que aún no había sido publicada: Jaws, de Peter Benchley, quien acabaría participando en la confección del guion. Spielberg aceptó el encargo aún reconociendo la comercialidad del mismo, pero observó que un importante éxito comercial le podía reportar los suficientes ingresos para realizar posteriormente filmes más personales.

El rodaje se inició el 2 de mayo de 1974. Su presupuesto inicial fue de 3.5 millones de dólares y se estimaba que el rodaje se alargara durante 10 semanas. Finalmente el film tardó en rodarse más tiempo de lo planificado y su presupuesto se disparó a más de diez millones de dólares. No fue un rodaje sencillo, el tiburón artificial y articulado no hacía más que estropearse, los actores estaban descontentos y su director desesperado. Todo parecía conducir a un estrepitoso fracaso a una película que tampoco podía considerarse cara. No se necesitaban decorados, puesto que la mayoría de los planos se graban en exteriores perfectamente reconocibles en cualquier playa de la costa oeste de los Estados Unidos. Tampoco se preveía un gran coste en vestuario porque la mayor parte de personajes eran bañistas cuya indumentaria se reducía a simples bañadores. Tampoco se disparaba el presupuesto por la contratación de los actores, ya que a ninguno de ellos se les podía considerar una estrella.

Tiburón significó para su director el primer gran éxito en el box office, el primero de muchos, y el primero en mucho tiempo. El cine había visto en las últimas décadas como el nivel medio de calidad de las producciones de Hollywood había bajado de manera considerable. Con la evolución de los medios técnicos, los grandes estudios empezaron a producir filmes que como Tiburón, basaban parte de su éxito en un gran espectáculo visual suficientemente atractivo para llamar la atención de un gran número de espectadores que por entonces andaba bastante perdido. A principios de los setenta nació un nuevo género: el cine catastrófico. Eran películas en las que viejas glorias de Hollywood, y otras ya algo decadentes, sufrían diferentes adversidades de carácter natural dando vida a científicos, pasajeros de un crucero o huéspedes de un hotel. Estas estrellas aún estando medio apagadas seguían manteniendo el prestigio de antaño suficiente para dar categoría al filme, y significaba un aliciente más para aquellos espectadores que empezaban a acercarse a los cine para disfrutar de unos muy primitivos efectos especiales. Las primeras películas más destacadas de este género y en aquel primerizo momento fueron La aventura del Poseidón, Terremoto y El coloso en llamas.

Aunque en un principio se pudiera entender a Tiburón como un filme más en esta tendencia que aún llega hasta nuestros días, lo cierto es que para muchos está considerada una gran obra maestra, lo que le coloca por lo menos un peldaño más arriba que las películas anteriormente citadas. Sin duda la diferencia estriba en que detrás de Tiburón se encontraba una personalidad como la de Spielberg, que ya había demostrado en anteriores filmes, como Duel, su capacidad para transmitir la angustia como bien hace en su primera obra maestra. Duel, que en España se llamó El diablo sobre ruedas, era una producción para la televisión que en muchos países acabó estrenándose comercialmente en cines por su gran calidad. Esta ópera prima narraba la persecución que sufre un vulgar coche por un gran camión por las interminables carreteras de Estados Unidos. El viejo truco del gato y el ratón, que tantas veces hemos visto en cine y televisión, sin ir más lejos en Tom y Jerry, convertido en algo más moderno y mecanizado e incluso más realista. ¿Cuántas veces hemos pensado mientras conducimos que alguien nos estaba siguiendo?

Dos años después del bombazo que supuso Tiburón, otro filme que a priori también parecía evocado al fracaso convulsionó la industria del cine y, porqué no, al propio público: Star Wars.

Pablo Sancho París
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Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.