Año 2011: Un absoluto freaky de los videojuegos, el cine y la música de los años setenta y ochenta publica una novela que es un homenaje más que explícito a toda esa cultura popular que marcó su infancia y adolescencia. El libro es un éxito de ventas y Steven Spielberg se presenta voluntario para dirigir su adaptación al cine. Logro desactivado.
No, este no es el argumento de la película Ready Player One, sino el resumen de cómo uno de los más grandes arquitectos del edificio referencial de las últimas generaciones, de la imaginería popular mundial, llega a dirigir este filme sobre videojuegos y nostalgia “ochentera”. Una película basada en la novela homónima de Ernest Cline, que también escribe el guión de la película junto a Zak Penn (Los vengadores).
La trama de Ready Player One nos lleva al año 2045 presentándonos a Wade Watts, un adolescente que se evade del sombrío mundo real gracias a OASIS, una realidad virtual en línea a la que todo el mundo está enganchado. Cuando el excéntrico creador de este videojuego muere, se inicia una carrera por ser el primero en encontrar las tres llaves que su dueño dejó escondidas dentro de OASIS y que traerán como recompensa la propiedad de la empresa y su inmensa fortuna.
Wade, o, mejor dicho, su avatar Parzival, decidirá, como tantos otros, lanzarse a la resolución del rompecabezas cuyas claves están basadas en la cultura popular de los años 80. Pero también deberá luchar contra los empleados de la empresa tecnológica IOI que pretende hacerse con el control de OASIS, de cara a crear el mayor negocio del mundo.
El libro de Cline ya partía como un homenaje absoluto a las aventuras cinematográficas de la factoría de Spielberg, con un modelo narrativo al estilo de los de la productora Amblin y una trama plagada de referencias a su cine. Con la diferencia de que la aventura en RPO sucede en dos lugares simultáneamente y los personajes arquetípicos (el grupo de amigos de Wade, al estilo Los goonies o E.T.) saltan constantemente del mundo real al virtual. De hecho, los protagonistas solo se conocen en formato avatar hasta bien entrada la trama, cuando se ven impelidos a luchar unidos en ambos mundos y conocer sus verdaderas identidades.
Lo mágico del filme es que el director eleva la novela a la categoría de espectáculo visual en mayúsculas gracias a los espléndidos efectos creados por la empresa Industrial Light & Magic y una trama que combina la nostalgia y el homenaje sin dar paso ni un instante al aburrimiento.
Así, el filme nos sumerge en una realidad virtual/videojuego que nos pasea por todas nuestras referencias culturales, desde las más mainstream, como Regreso al futuro, Jurassic Park o King Kong, a lo más freak que podamos imaginar, como la película Las aventuras de Buckaroo Banzai a través de la octava dimensión (W.D. Richter, 1984). Y mención aparte merece la segunda prueba que deben pasar los protagonistas, donde Spielberg se marca un homenaje (del que sale con matrícula de honor) a Stanley Kubrick, integrando la trama de la película El resplandor (1980) como uno de los “easter egg” más notables del filme.
Y es que de “huevos de pascua” va la cosa. Desde el homenaje a Adventure (1979), el videojuego donde se ocultó el primer “easter egg” de la historia (el creador del videojuego de Atari 2600 escondió su nombre en él), a cualquiera imaginable. Bueno, casi cualquiera, porque el mismo Spielberg puso límites a las menciones a sus propias películas y, por otra parte, por la cuestión legal de los derechos que ha limitado, por ejemplo, el uso de referencias a la saga Star Wars, ahora en manos de Disney (RPO es de Warner Brothers).
Pero, al mismo tiempo que un canto de amor a la música, las películas y los videojuegos de los setanta-ochenta, el filme se permite una pequeña reflexión sobre la tecnología que, ya hoy día, nos invade completamente. Y es que los habitantes de la trama viven en la miseria más absoluta, sin casas decentes ni apenas comida, pero, eso sí, todos tienen sus gadgets tecnológicos y empeñan todos sus bienes para poder comprar actualizaciones de software o nuevos complementos para poder jugar a OASIS. Así que éste ha pasado de ser un juego online multijugador a convertirse en la realidad virtual en línea más visitada a diario, tanto para divertirse como para comunicarse o hacer negocios, por lo que la mayor empresa tecnológica rival desea hacerse con ella y convertirla en el mayor negocio del mundo, introduciendo anuncios, haciéndola de pago, o… no sé, poniéndole no mucha imaginación, ¿vendiendo los datos de sus usuarios?
Como cuenta el libro de Cline, OASIS se ha convertido en una prisión autoimpuesta para la humanidad; un lugar placentero para que las personas se escondan de sus problemas mientras la civilización se desmorona. Así, la realidad virtual es la super droga del futuro (palabras de Spielberg), mientras los más listos aprovechan el tiempo para hacerse de oro a costa de la gente. Porque en la realidad virtual se estará muy bien pero allí (como bien dice el protagonista) no se come, y eso lo saben muy bien los malos de la empresa iOi, que prefieren dejarse de virtualidades y llenarse la cartera y el estómago.
En definitiva, RPO es caviar y ostras para aquellos que crecimos en los ochenta fascinados con Los goonies o E.T.. Pero también las nuevas generaciones de espectadores, a las que les interesará menos la parte nostálgica y referencial, disfrutarán de esta aventura cinematográfica reactualizada así como de la trama más tecnológica, viendo, puede, un reflejo de nuestro futuro más inmediato. Porque quizá RPO no forme parte de la filmografía más reflexiva y profunda de Spielberg, como La lista de Schindler, Múnich y The Post, sino entretenimiento puro y duro en la línea de Hook o la saga Indiana Jones, pero como dice la frase de Lex Luthor (Superman) citada en RPO, “Unos pueden leer Guerra y Paz y cerrar el libro creyendo que han leído una novela de aventuras, otros pueden leer los ingredientes de una pastilla de chicle y descifrar los secretos del universo”.
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