Este 24 de mayo llega a la gran pantalla la precuela que desvelará el origen de uno de los personajes más carismáticos del universo Star Wars: Han Solo: Una Historia de Star Wars. Dirigida por Ron Howard y presentando a Alden Ehrenreich como el joven Han Solo, esta nueva entrega nos acerca al pasado de Solo arrancando desde la huida de este de los bajos fondos criminales, pasando por su primer encuentro con legendarios personajes como Chewbacca (Jonas Suotamo) y Lando Calrissian (Donald Glover), y sumiendo a Solo en una aventura intergaláctica que coqueteará con el inframundo criminal.
Esta película nace en un intento desesperado de repetir el éxito en taquilla y crítica de Rogue One (2016); una apuesta fresca y sin pretensiones estratosféricas que encandiló al público más escéptico gracias a la historia de Jyn Erso (Felicity Jones), la heroína que logró robar los planes de construcción de La Estrella de la Muerte. El éxito de Rogue One se debió, en parte, a su orientación claramente opuesta a lo que supuso El Despertar de la Fuerza (2015), concebida como un homenaje (demasiado explícito, para muchos) a Una Nueva Esperanza (1977).
Si bien El Despertar es homenaje, y Rogue One acertó en desmarcarse (aun siempre fiel a lo que representa el universo Star Wars), uno de los mayores problemas de Solo es que se queda a caballo entre un ejercicio de nostalgia innecesario y una (no tan) nueva aventura bastante desacertada: Disney resuelve el importante encargo de desvelar el pasado de Solo reduciéndolo a una historia insulsa coronada con la sobrecarga de acción a la que nos tiene acostumbrados la factoría, y escudándose en ese primer contacto de Solo con su eterno copiloto Chewbacca (así como en el encuentro con Lando, o en el origen del mismísimo Halcón Milenario). Aunque esto conecte con la devoción y la mínima expectativa del fan freak, o del fan regular, y satisfaga hasta cierto punto nuestra curiosidad y encariñamiento por el wookie, lo cierto es que el guión de la trama que se desarrolla detrás no es demasiado potente y el nudo de la película se torna machacón y poco innovador, o sea, en nada que no hayamos visto.
En cuanto a la cronología interna de la saga, Solo se sitúa en algún punto medio entre La Venganza de los Sith y Rogue One, dejando entrever alguna pista sobre la futura formación de la Alianza Rebelde, y retornando ese eterno ejercicio de añoranza que funciona siempre porque es lo que el público devoto de la saga desea ver. Aun así, la película peca de vulgarizar no solo el universo Star Wars, sino también uno de los personajes más icónicos de la Saga, y es que Ehrenreich no da la talla. ¿Qué puede esperarse de una película en la que la personalidad más atractiva proviene de un droide femenino y pansexual que responde al nombre de L-3? Ni siquiera un buen conjunto de buenos secundarios salvan esta entrega de su inutilidad artística. Solo: un producto exprimido antes que cualquier otra cosa.
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