Chavalas es la historia de Marta, que regresa a casa de sus padres en Cornellà tras quedarse en paro. Y allí se reencuentra con sus amigas de toda la vida: Desi, Soraya y Bea, que han ido haciendo su vida, una vida muy diferente a la que Marta lleva en Barcelona. Ellas siguen quedando en el bar de siempre, frecuentando los sitios de siempre. Y, sobre todo, son las de siempre.
Chavalas es un canto a la amistad que prevalece por encima de todo, incluso de las circunstancias de la vida, pero también una apelación a no avergonzarse de los orígenes. Porque, como muy bien reza una frase de la película “la chica puede salir del barrio, pero el barrio no puede salir de la chica”.
Este es el salto al largometraje de Carol Rodríguez Colás, que lleva ya sobre sus espaldas un buen puñado de cortometrajes tales como La vella lluita (2019), Breve encuentro (2016), Vella Rosario (2015) y Superchavalas (2017), cortometraje que comparte con este largometraje, además de parte del título, el espacio donde se desarrolla la acción: Cornellà. El barrio.
Y es que se puede rastrear tanto en la trayectoria cinematográfica como fotográfica de Carol su interés por retratar este ambiente que la acompañó en su infancia y su juventud, esos edificios y esas calles. Lo hace desde el cariño, que rezuma a través de unos personajes interpretados por las estupendas Vicky Luengo, Carolina Yuste, Elisabet Casanovas y Ángela Cervantes – actriz que ha sido nominada a mejor actriz revelación en la presente edición de los Goya.
Y si hablamos de premios, tras cosechar tres galardones en el Festival de Málaga – entre ellos el premio del público – ahora Chavalas ha sido nominada tanto a los premios Feroz (mejor película de comedia) como a los Goya (mejor dirección novel).
En primer lugar, me gustaría agradeceros a ti y a Marina [Rodríguez Colás] haber hecho esta película, porque yo, como persona nacida y criada en L’Hospitalet y que ha transitado por los espacios que se reflejan en la película toda la vida, encuentro algo muy bonito verlos de repente reflejados en la pantalla de esta forma. Y es por eso que esta entrevista me hace especial ilusión.
¡Qué guay que lo conozcas! La verdad es que los que somos de allí lo llevamos muy dentro, ¿no?
Me gusta también como se aborda en la película esa vergüenza de ser de barrio o del reparo de hablar sobre tus orígenes, algo que yo no había sentido hasta llegar a la Universidad… ¿Cuánto de ti hay en el personaje de Marta, que interpreta Vicky Luengo?
Tiene bastante de mi y de mi hermana Marina, guionista de la película. Nosotras hemos hecho ese viaje de la vergüenza, de no aceptar tus raíces a pasar al orgullo total.
Como bien dices la primera vez que te das cuenta de esa diferencia, de que eres de barrio y que eso supone un estigma y una burla para los demás es cuando sales del barrio, cuando vas a la universidad en este caso. Y es entonces cuando te das – nos dimos – cuenta de la poca gente de barrio que había allí. Y claro, si decías de donde eras, había una connotación extraña, o una burla directamente a veces. O había esos chascarrillos de “pues qué choni eres” o “qué peligroso es tu barrio”… Y esto sigue pasando, además, no es algo solamente de cuando yo estudiaba. Entonces como que interiorizas que el barrio es malo, que tus orígenes o allí de donde provienes son malos y tienes que ocultarlos. Al menos para integrarte en este mundo artístico donde queríamos integrarnos.
Pero después, mucho antes de lo que lo hace la protagonista, que en la película tiene 27 años, te encuentras con el barrio de nuevo, y a mi me sirvió de inspiración. He hecho muchos proyectos y cortometrajes en Sant Ildefons porque al final me fascinaba. Tenía mucha vida, y esa vida no se había representado en el cine. No de la forma en que yo la veía… Es que, además, veo muy rica toda esa mezcla que lo caracteriza, me hacen reír las señoras que sacan la silla de plástico y se sientan ahí a tomar el sol como si estuvieran en el pueblo, porque ellas vinieron de un pueblo al fin y al cabo y lo intentan reconstruir en esos bloques de cemento.
Hay mucho de la propia Vicky en el personaje de Marta, en muchas pequeñas cosas, pero al fin y al cabo es nuestra vida, nuestras experiencias. Lo que sí es cierto es que ellas lo incorporaron a la película de una forma fantástica. Pienso mucho de hecho en lo de que se burlen de tu ropa tus amigas de toda la vida cuando vuelves al barrio, mientras que luego fuera, en Barcelona, tampoco llegas a ser tan moderna como la gente a la que te quieres parecer. Te terminas sintiendo como en un no-lugar, como en tierra de nadie. Y Marina y yo nos hemos sentido así muchas veces.
Unida a esa vergüenza a los orígenes propios también está la vergüenza o más bien la derrota de volver a casa de tus padres.
Es una sensación de “desclasamiento”. Cuando eres inmadura, como le pasa a la protagonista de Chavalas, te sientes que eres mejor que todo eso a lo que vuelves. Y al final terminas viendo que para nada eres mejor, y ocultándolo eres aún más mediocre.
Las amigas que no ocultan lo que son y no se creen mejor que ella y no la juzgan al final son realmente mucho más felices.
La película ha conectado muchísimo con la gente por esta parte. Hemos sido muchos los que hemos tenido que huir de nuestro pueblo, de nuestros barrios, para hacer nuestra vida, y muchos hemos vuelto quinientas veces porque se nos agotó la pasta y este trabajo de freelance te dejó de dar el suficiente dinero para ser independiente. Y claro que es un fracaso, porque en la época de Mr Wonderful, donde te dicen que tienes las mismas oportunidades que todo el mundo, no puedes evitar el sentirte fatal por volver.
Pero luego te das cuenta de que no, que no es así.
¿Cómo es volver al barrio de la infancia para mirarlo esta vez desde detrás de la cámara?
Yo tenía mucha costumbre de hacer esto. He hecho muchos reportajes de fotos sobre las periferias de Barcelona, sobre las ciudades que la rodean, no solo de Cornellà. Creo que tienen todas historias comunes. Pero estaba muy acostumbrada a retratar estas periferias.
Hay un sentimiento muy primario que se adueña de mi cuando camino por esas calles tan populares y tan de verdad. Es un sentimiento de que eso que veo es maravilloso, sin romantizarlo, que tampoco es cuestión de romantizar los barrios ni las ciudades de extrarradio, que tienen problemas – como en todos lados, por otra parte. Pero a mi, pasear por esas calles me da la sensación de estar en casa, de estar acogida. Y necesitaba comunicar esta sensación de alguna manera. Antes lo había hecho a través de la fotografía, sobre todo, retratando el encanto de esa cotidianeidad, y a través de cortometrajes que también estaban localizados en Cornellà.
La verdad es que lo veo todo tan cinematográfico… Esos bloques me apasionan. Cuando los veo en otras películas de otros países los veo absolutamente estéticos y cinematográficos. Y es lo que quería que saliera. Estos nuevos espacios, no acudir siempre a los mismos de siempre, como suele ocurrir en muchísimas películas que siempre que son en Barcelona, son en el Eixample. Al final parece que de tan común que es ese lugar se convierte en un no-lugar. Hay que buscar la especificidad de las localizaciones. Y además resignificar estas localizaciones, que normalmente están ligadas a películas de un género de temática más social. En el caso de Chavalas, en este espacio se desarrolla una comedia dramática, y esta era nuestra gran ambición.
Y eso es realmente algo muy refrescante de Chavalas creo. Esa aproximación al barrio desde el prisma de la comedia dramática.
¡Es que nosotras somos así! Esta es la vida que hemos vivido. No hemos vivido la vida de Perros callejeros que está asociada normalmente al barrio. Mi vida desde luego no ha sido una película de Ken Loach. Queríamos hacer una película protagonizada por mujeres y en ese tono de comedia dramática, que creo que no se suele hacer tanto en este país, y situar toda esa acción en este barrio. ¿Por qué no?
¿Y cómo es eso de trabajar con tu hermana?
La verdad es que creo que tenemos suerte, porque tenemos las mismas vivencias y tenemos en común los mismos gustos, nos hacen gracia las mismas cosas… Lo bueno es que trabajando cada una somos buenas en cosas diferentes. A Marina le encanta dialogar – todo el guion es de ella – y a mi me encanta pensar en la parte más estructural del guion. Creo que nos complementamos muy bien.
A parte, creo que el proceso de escribir – y el de dirigir – es muy solitario. Tener a alguien que desde el principio sabía que era lo que queríamos explicar y que te de apoyo cuando estés un poco perdida y también feedback nos ha hecho las cosas más fáciles.
‘Chavalas’ es tu primer largometraje. ¿Cómo ha sido el salto del corto al largo?
He hecho cortos profesionales con productoras, pero antes de eso he hecho otros tantos autofinanciados. Mi equipo por aquel entonces eran muchos de mis amigos y me llenaba un sentimiento de culpa por estar de alguna manera abusando de ellos y sin poder pagarles… A parte, tampoco tenía actrices y actores profesionales.
Esto para mi ha sido la gran diferencia al empezar con el largo. Pero también es cierto que todo lo que he aprendido, lo he hecho a través del corto. Yo no me hubiese visto capaz de enfrentarme esta película sin haber hecho mis propios cortos antes. Es que para mi este salto ha sido incluso mejor experiencia, porque la gente ya está obviamente pagada y no tengo por qué estar continuamente sintiéndome mal por hacerles currar de gratis.
¿Qué planes de futuro tienes después de ‘Chavalas’?
Pues Marina y yo tenemos una película que se llama provisionalmente The Gang, y que si todo va bien rodaremos con Fasten Films.
Ahora mismo se encuentra en las Residencias de la Academia de Cine, donde ha sido uno de los veinte proyectos escogidos. Así que ahora estamos en fase de escritura con apoyo de la Academia.
Nominada al Goya por mejor dirección novel. ¿Cómo se siente?
Yo es que no me lo creo para nada. Y mira que este año era muy difícil, porque había 66 óperas primas y se han quedado fuera películas maravillosas y con muchísimo talento. Ha habido debuts increíbles este año… ¡Sencillamente no me lo creo!
La verdad es que estaba un poco en shock en diciembre en la cena de nominados. Estar ahí viendo caras de directores y directoras que he admirado durante tanto tiempo, de los que he seguido su carrera… ¡Y qué ellos sepan que existo! La verdad es que me parece muy alucinante. Es que no puedo estar más contenta…
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