‘Licorice Pizza’, resucitar lo romántico

En una entrevista allá por el 2015 Quentin Tarantino, que acababa de estrenar The Hateful Eight, era cuestionado acerca del uso de los 70 milímetros en interiores, y con más razón si no tenía necesidad de filmar los grandes espacios abiertos. El cineasta respondía que la idea era lograr una mejor exploración de la intimidad, con tal de que el espectador tuviese la posibilidad de pasear la vista por el plano y degustar los detalles.

En la última entrega de otro de los devotos de este formato, Paul Thomas Anderson, la estrategia visual sigue los consejos de Tarantino, orientándola hacia el socorrido terreno del romance juvenil. Y consigue calar muy hondo.

La energía que exuda Licorice Pizza, inicialmente llamada Soggy Bottom, tiene que ver con la gran avenencia entre director e intérpretes, cuestión que Anderson ha ido puliendo con el tiempo. Alana Haim y Cooper Hoffman, una de las parejas con más química del cine estadounidense reciente, desprenden una autenticidad reforzada por sus dotes actorales, por cómo interactúan con lo que les rodea y también por la naturalidad con la que afrontan la desaparición del canon clásico de belleza. Tanto en el papel como en la realidad ella es unos cuantos años mayor que él, pero entre ambos germina una ligazón especial que trasciende las barreras de la edad. Haim nos deja instantes tan genuinos como el cambio de voz que efectúa al hablar por teléfono, y la risa de Hoffman es tan contagiosa que parece que ni siquiera esté actuando. Sólo es necesario atisbar el modo con el que aguantan el plano al mirarse el uno al otro, como si tuvieran muchas cosas que decirse pero prefieren decirse nada o poco.

Sólo alguien como Paul Thomas Anderson podría haber hecho convivir la fogosidad de American Graffiti y el espíritu creativo de Once Upon a Time in Hollywood para tocar una evocadora sinfonía sobre los vaivenes del amor, emergido en un momento vital en el que todo es duda y frenesí. El relato sortea con astucia los clichés y va generando meandros sobre sí mismo, te bañas en él. Cada escena, a caballo entre el riesgo, la ironía y el jolgorio, no tiene por qué ser la consecuencia directa de la anterior. Por si fuera poco, van haciendo acto de presencia un considerable número de personajes, mientras Anderson, que nuevamente prescinde de un director de fotografía, va ofreciendo pinceladas sobre el período en el que se ambienta la trama.

Sean Penn y Bradley Cooper son los artífices de dos secuencias estelares, una de ellas la de un camión que, sin dar más detalle, se conduce hacia atrás, igual que el procedimiento de la película a la hora de pensar el presente desde la retrospectiva -hay situaciones humorísticas poco amables con la corrección política del momento-.

En ese sentido, Anderson se aproxima más a Inherent Vice que a Phantom Thread. El filme es radiante hasta en sus momentos más laberínticos, y se articula en algún que otro plano secuencia adornado con un irresistible acompañamiento musical, marca de la casa. Si en Boogie Nights o en Magnolia la toma en continuidad era enfática y exuberante, ahora ha alcanzado una virtuosa estilización, y cada fotograma, constituido por la rugosidad de un precioso celuloide, acaricia los ojos del espectador.

Este redactor espera con ansia el próximo proyecto del cineasta, en el que es obligatorio que incluya al menos un plano de un intérprete cruzando las piernas.

Arnau Martín Camarasa
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Estoy terminando de cursar el Grado en Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra, y me estoy especializando en el análisis cinematográfico. Formo parte del itinerario de Teoría, con el objetivo de llevar a cabo el Máster que ofrece la entidad sobre cine contemporáneo, realizar una tesis doctoral y ejercer la docencia. Me apasionan la historia del cine y su actualidad, así como practicar la crítica y pensar las películas. He hecho prácticas con Manu Yáñez en su revista Otros Cines Europa, escribo un artículo mensual para el blog Insidemedia y a día de hoy me encuentro avanzando el Trabajo de Fin de Grado, en forma de ensayo escrito. Escribo diariamente en Letterboxd sobre todo lo que veo. Fanático de Woody Allen, Ingmar Bergman y Apichatpong Weerasethakul.

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