‘The Gentlemen: los señores de la mafia’, las siete vidas de Guy Ritchie

Érase una vez un cineasta llamado Guy Ritchie que a finales del siglo pasado irrumpió con fuerza convirtiéndose en una especie de Quentin Tarantino inglés.  En sus inicios prometía mucho, con un estilo muy marcado tanto a nivel argumental como a nivel formal. Se mirara por donde se mirase, las películas de Guy Ritchie eran muy macarras, y absolutamente divertidas. El por entonces joven realizador se había convertido en una figura del cine británico de los bajos fondos a tener en muy cuenta.

Todo iba viento en popa hasta que Madonna entró en escena y Ritchie fue Barrido(s) por la marea (2002). Un tumultuoso matrimonio de 8 años le apartó de la primera línea, y de la imagen de enfant terrible que se había labrado con las excelentes Lock & Stock (1998) y Snatch: Cerdos y diamantes (2000). Así pues, comenzó una etapa oscura dentro de su filmografía en la que realizó solo dos cintas: la protagonizada por su esposa en aquella época (2002) y que le supuso tocar fondo como cineasta (una ruptura absoluta tanto en contenido como en estilo), y la fallida Revolver (2005) que supuso la despedida de la estimulante colaboración entre el director y el actor Jason Statham. Justo el año del divorcio con la diva musical estrenó RocknRolla (2008) que supuso una vuelta a los orígenes, al mejor Guy Ritchie.

Guy Ritchie junto a Brad Pitt en el set de ‘Snatch. Cerdos y diamantes’.

Habíamos recuperado al cineasta que a partir de esta película daría el salto a Hollywood de la mano de Warner Bros. De este modo, se sucederían grandes producciones con desigual resultado. Sus dos versiones de Sherlock Holmes (2009 y 2011) funcionaron muy bien en taquilla, aunque solo la primera, pese a su visión radicalmente heterodoxa del mito literario británico, obtuvo un mínimo de calidad cinematográfica. Con Operación U.N.C.L.E. (2015) parecía que Henry Cavill postulaba para nuevo Bond. Lamentablemente, la película se quedó a medio camino entre lo comercial y lo artístico, no llegando a cuajar por completo en ninguno de los dos campos. Eso sí, al menos Ritchie pudo sacar una versión con clase (muy alejada de sus comienzos menos refinados) de las aventuras de Napoleón Solo en pantalla grande.

La guinda definitiva del pastel de la relación entre Warner y Ritchie llegó en 2017 con Rey Arturo: La leyenda de Excalibur. El intento de saga de las crónicas artúricas fue un completo fracaso. La película fue vapuleada por la crítica, y Ritchie no fue capaz de manejar el mayor presupuesto de su carrera: 175 millones de dólares que fueron tirados por el retrete. El estilo callejero de Ritchie (atrás se quedó el refinamiento de su anterior filme) no casaba con el mito del Rey Arturo. Ya desde el planteamiento se percibía que todo estaba mal, y pese a que sí que podíamos ver todos los tics autorales del cineasta británico, estos estaban mal implementados y ejecutados. En este sentido, la combinación entre lo autoral y lo comercial falló de forma inapelable.

Guy Ritchie en el set de ‘Aladdin’.

Y en el peor momento de su carrera llegó Disney. Ritchie había encadenado dos fracasos seguidos, pero paradójicamente fue premiado con la versión live action de Aladdin (2019) que tenía un presupuesto todavía mayor que el de Rey Arturo. Contra todo pronóstico, esta cinta fue todo un éxito de taquilla superando la barrera psicológica de los 1.000 millones, aunque para eso se tuvo que pagar un alto precio.  Y es que no solo la película era un desastre, sino que veíamos a un Ritchie desconocido, maniatado y castrado como director. Un realizador con el piloto automático que no dejaba ni siquiera entrever sus rasgos autorales en una obra absolutamente impersonal. Si bien es cierto que el cineasta había recuperado su caché comercial; por el contrario, había pisoteado su nivel artístico.

¿Estaba todo perdido? Parecía que sí, pero de repente Ritchie estrenó, meses después de Aladdin, The Gentlemen: Los señores de la mafia (2019), su mejor película en décadas. En un giro inesperado de los acontecimientos el cineasta volvió a sus orígenes con más fuerza y talento que nunca. En esta ocasión, no mostró los trapicheos de las clases bajas, sino que apuntó más alto, directamente a quienes manejan el cotarro. Volvía el Ritchie de Love & Stock y Snatch, pero pasado por el filtro de Operación U.N.C.L.E., es decir, volvía el nervio, el ritmo vertiginoso, el montaje alocado, pero estiloso, con clase, y haciendo honor al título del filme, como un auténtico gentleman.

La película no solo es un divertimento de primer nivel, sino que adquiere la figura de oda al cine. Está hecha con mucho cariño al medio, con muchos guiños sobre el arte de contar historias, y las infinitas posibilidades que tiene el cine. De hecho, esta cinta no es ni más ni menos que un pitching. Sí, el relato que el personaje interpretado por Hugh Grant intenta vender al personaje que da vida Charlie Hunnam. Un pitching que incluso va más allá, ya que aterriza en las propias oficinas de Miramax, una de las productoras de esta película, con cartel de Operación U.N.C.L.E. incluido de fondo. Lo meta está presente durante todo el metraje, pero no como mero guiño, sino como parte indisoluble de la historia. Pero no solo es una maravilla por esto, ya que el director hace gala del uso del narrador con bastante acierto o, mejor dicho, del doble narrador, manejando perfectamente el punto de vista.

A destacar las interpretaciones del, cada día mejor, Hugh Grant (que ya colaboró con este cineasta en U.N.C.L.E.) cuya vis cómica y autoparódica no tiene límites. Y también de Colin Farrell, en la piel de Coach, cuyo personaje y sus acólitos se merecen un spin-off. Ambos actores llenan la pantalla con sus apariciones dejando en un segundo plano a Matthew McConaughey y Charlie Hunnam (que dio vida a Arturo en el filme sobre Excalibur). Esa clase que destila la película se ve reflejada en el cuidado estilismo de cada uno de los personajes que conforman esta obra. Esto lo podemos apreciar sobre todo en el excelente vestuario y en la meticulosa peluquería que le imprimen el carácter ideal a cada uno de ellos.

El regreso de Richie como cineasta fue el regreso a casa, volviendo al Reino Unido, volviendo a sus historias de siempre, y volviendo también a un presupuesto modesto. Si bien es cierto que en el futuro nos espera la segunda entrega de Aladdin, antes tendremos un thriller titulado Wrath of Man que supone la vuelta de Jason Statham con el realizador que le lanzó al estrellato 16 años después de su último trabajo juntos. Una gran noticia tanto para fans del actor como del director, puesto que de su colaboración salieron dos de las mejores películas que ambos tienen en su filmografía.

Giovanni Casella
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Licenciado en Comunicación Audiovisual por la UMA y Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. Desde niño el cine ha sido mi principal pasión, aunque la he ido combinando con las series, los cómics y los videojuegos… Me interesa cualquier forma de expresión siempre que la historia o las sensaciones sean buenas. Colaboré en el weblog Zona Negativa, en la sección de cine y televisión.

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