JAUME FIGUERAS: “A mi generación el cine nos descubrió la vida”

Para celebrar el segundo aniversario de Industrias del Cine hemos querido conversar con un referente del periodismo cinematográfico: Jaume Figueras. Este cronista, como así le gusta definirse, nació en 1940, y aunque reconoce vivir cada vez más apartado del mundanal ruido, su legado aún resuena en la memoria de todos aquellos que empezamos a ver los Oscar cuando él, junto a Ana García Siñeriz, se encargaba de retransmitir las ceremonias en Canal Plus. 

Ha trabajado en multitud de medios de comunicación de referencia, como TV3, donde ha presentado durante décadas el programa Cinema 3; Canal Plus, donde además de retransmitir los Oscar presentaba el programa Magacine; y en la revista Fotogramas, donde se esconde desde hace décadas tras el consultorio de Míster Belvedere.

En 2003 publicó un libro de memorias titulado Adivina quién te habla de cine y ha recibido reconocimientos como el Premio Ondas, el Premio Ciutat de Barcelona y el Premio Nacional de Periodismo Cultural. En 2015 fue nombrado miembro de honor de la Academia del Cine Catalán. 

¿Cuál es su primer recuerdo cinematográfico?

Tengo dos de muy crío. Me llevaban al cine Avenida de la Luz, donde hacían dibujos animados, películas de Laurel y Hardy, Jaimito… y allí es donde empecé a ver el cine para niños. Pero siempre digo que el primer recuerdo de película adulta que tengo es Recuerda de Hitchcock, en el cine Florida, que es donde está ahora el Renoir Floridablanca, el cine de mi barrio, donde me llevaban mis padres. No entendí muchas de las cosas que contaba la película pero sí capte la idea de lo que era el cine.

¿Cómo nace su pasión por el cine?

Influencia familiar sobre todo. Mi padre era muy muy muy aficionado al cine y se sabía de memoria los nombres de los actores de la época que admiraba, como Wallace Beery o Kay Francis, y siempre me hablaba de ellos. Se daba la circunstancia de que mis padres trabajaban mucho los fines de semana, iban al cine los días laborables y me llevaban con ellos a los cines de estreno. Luego los fines de semana iba con la pandilla de estudiantes a los cines de barrio, con lo cual veía más películas que la media de la gente de mi edad.

¿Qué película le hizo pensar: quiero dedicarme al cine? En mi caso fue cuando con 14 años vi American Beauty.

En mi caso quizás la película que me marcó para muchas cosas fue justamente Los 400 golpes, porque la vi en un momento en que era adolescente y podía identificarme con un personaje tan rebelde con el mundo familiar y educativo que le rodea. 

‘Los 400 golpes’ de François Truffaut

Ahora que está jubilado, y puede ya echar la vista atrás, ¿se siente un privilegiado por el trabajo que ha desarrollado?

Yo pienso que toda persona que trabaja en aquello que le gusta es un privilegiado. Lo fastidioso es que cuando tu trabajo es también tu hobby estás en un círculo vicioso, pero sí, puedo decirte que me he sentido muy realizado, ya que desde jovencito, cuando empecé en el mundo de la publicidad normal y corriente, aspiraba a estar metido en el mundo de la exhibición y la distribución de cine. 

¿Por qué prefiere definirse como cronista cinematográfico antes que como crítico de cine?

Cuando empecé en televisión la gente me llamaba crítico, y me negaba porque yo informo de lo que sucede alrededor del cine, con un punto de vista, evidentemente, pero no demasiado analítico, si no más que nada informativo. Aunque si una película te apetecía recomendarla o no, acababa traspasando la pantalla. 

¿El criterio cinematográfico genera diferencias personales entre críticos o periodistas?

Encuentro una diferencia muy marcada entre Barcelona y Madrid. Cuando voy a un pase de prensa en Barcelona y hay una serie de colegas, aunque ahora hay más gente que son blogueros que críticos de prensa escrita, en general hay buen rollo y se genera un pequeño círculo donde se comentan las películas. En Madrid, en cambio, creo que hay capillitas y por lo que yo detecto, la gente es muy reservada, como diciendo, no voy a comentar nada no sea que me lo copies. 

Tal vez una de sus facetas menos conocidas es la de exhibidor, ¿nos puede explicar esa experiencia como introductor de las salas de cine de arte y ensayo en Barcelona?

Todo empezó en el cine Publi en el año 67. Luego se fueron ampliando con una serie de cines que tenían la letra A en su nombre (Atenas, Aquitania, Capsa, Arts…) y salió lo del Círculo A. No éramos exactamente exhibidores, éramos programadores. Estas salas tenían sus dueños, sus empresarios, y entonces se llegaba a un acuerdo con ellos, que desgraciadamente no era un contrato demasiado serio, o ni siquiera había contrato, por lo tanto cuando el empresario se daba cuenta que podía volar solo, volaba solo. 

¿Cambió la programación que se hacía en Barcelona? ¿Cómo reaccionó el público a las nuevas olas?

En el cine de arte y ensayo se estrenaron películas que no hubieran pasado la censura habitual. Desde Repulsión a Hiroshima mon amour, por ejemplo. Pero se creó el equívoco de que era un cine que fomentaba el desnudo o el sexo, por casualidad… porque tu podías estrenar Repulsión con Dies irae de Dreyer, con El joven Törless o Ser o no ser de Lubitsch, que no tienen nada de eso. 

Se creó un público muy fiel, primero por lo poco habitual que era ver cine en versión original. Se abrió una rendija para los espectadores. Esto funcionó muy bien entre tres, cuatro o cinco años hasta que la cosa se prostituyó un poco, porque vieron los de las grandes multinacionales que películas suyas podían entrar dentro de esa categoría, como Cowboy de medianoche o La naranja mecánica. Era un cine comercial que podía entrar en España solo de esa manera. Se creó el equívoco de si el cine de arte ensayo era de arte y engaño. 

‘Repulsión’ de Roman Polanski

¿Que queda de estos cines de arte y ensayo, y en extensión de la distribución independiente y alternativa?

Afortunadamente hay muchas salas y multisalas en versión original que ccombinan cine de autor con cine comercial. Generalmente en una gran mayoría de casos se respeta la calidad de la película. Raramente en el cine Renoir o en el cine Verdi verás una película que sea un mamotreto, pero para el cine de autor, el cine de experimentación, si me apuras, existe una sala en Barcelona, el Zumzeig, que sí son muy puristas y que lo que hacen es muy de arte y ensayo a la antigua.   

¿No ha sentido nunca la tentación de crear?

Yo he escrito guiones que se han quedado en el cajón al cabo de seis páginas. Yo como director de cine tengo un problema, sé formar parte de un equipo pero no sé mandar a la gente. No tengo esa capacidad de mando ni de ser el jefe de nada. 

¿Ha tenido grandes amigos en esta profesión?

Grandes amigos no, amigos sí, y gente con la que puedes dialogar, también. Con Àlex Gorina, con el que hemos hecho muchas cosas juntos, tenemos una relación más epistolar, de correo electrónico, que personal. Es una persona un poco huidiza, en ese sentido, pero tenemos un punto de vista común. Él tiene una gran cultura histórica y musical que yo no tengo por ejemplo. Él es bastante más joven que yo y a veces recordamos películas que él está recuperando y que yo vi en su momento.

He leído que no se define como muy mitómano, pero habrá alguna personalidad qué le habrá llamado la atención conocer o entrevistar…

Mi entrevistado favorito ha sido Gregory Peck, cuando estuvo en Madrid ya muy mayor, presentando una película llamada Gringo viejo. Fue una conversación, no una entrevista, y hablamos del western, de Ava Gardner, y de cómo él se identificó tanto con el personaje de Matar a ruiseñor. Fue una persona super cordial, y tengo un recuerdo que siempre comento. Un periodista de la radio valenciana lo entrevistó antes que yo, y cuando acabó de grabar, el tío desolado se da cuenta de que no la había grabado, estaba lívido. Entonces le dice a Gregory: “perdón, no se me ha grabado la entrevista”. Y Gregory le contesta: “no te preocupes, lo vuelvo a hacer porque yo también me equivoco y repito muchas veces las escenas”. Eso es para quitarse el sombrero. 

¿Han cambiado las estrellas?

No, han cambiado los representantes, los agentes, los de las multinacionales, que hacen los junkets, que solo dan tres minutos a los periodistas para entrevistar a la gente.  En ese sentido es muy diferente el trabajo que se hacía en los años 80 o 90 que el que se hace actualmente. Incluso en el cine español, hay un control de los representantes y agentes ridículos. Hay una especie de malestar general con esta historia. 

Igual es una sensación personal, pero en los años 90, cuando usted empezó a retransmitir la gala de los Oscar y yo empezaba a interesarme por el cine, las películas que se premiaban eran más grandes, más populares y más adultas. Ahora las grandes apuestas de los estudios son la enésima secuela de la franquicia de turno. ¿Qué le está pasando a Hollywood?

Yo creo que para encontrar una época dorada hay que ver los finalistas de los años 40 y 50. Todos los nominados eran primera línea: películas, directores, actores, actrices… En los últimos años, desde que se instauró nominar 9 o 10 títulos a mejor película, ha sido nefasto, ya sabes enseguida quién entrará y quién no entrará. Yo encuentro que los Oscar han perdido fuelle, porque han ganado títulos como Spotlight, correcta pero no era para los Oscar, y Moonlight, que gustándome no me parece una gran película. Se echan de menos las grandes películas de antes.

¿Cuándo fue la primera vez que puso los pies en Hollywood? 

La primera vez fue el año de Mujeres al borde de un ataque de nervios, que estaba nominada como mejor película extranjera, y yo estaba en TV3. Me quedé con otros periodistas en la entrada del teatro. Lo único que recuerdo que siempre comento es que, cuando entraba la gente, Antonio Banderas, que no era nada conocido, saludó a la cámara y dijo: “por favor que me enfoquen, que me vea mi madre, que me vea mi madre”. Esa noche fue singular porque yo estaba fuera, en la alfombra roja, con los demás periodistas, y a media ceremonia, cuando ya se sabía que Mujeres… no había ganado, Nuria Ribó, que era corresponsal en Estados Unidos, salió de la sala y preguntó si alguien quería la acreditación porque tenía que hacer la crónica. Entonces yo entré en la sala en ese momento, y me codeé con toda la gente famosa, incluso en el lavabo. 

Luego cuando Canal Plus decidió que Ana García Siñeriz y yo hiciéramos los comentarios de los Oscar en el año 96, estuvimos seis años seguidos yendo a Los Ángeles. Es una ciudad que no es para peatones y estar en los Oscar tenía la ventaja de poder asistir al ensayo general, donde los presentadores iban en chándal y había muy poca formalidad. Los pocos periodistas que estaban autorizados para estar en la sala, lo veíamos como una fiesta gremial. Al día siguiente, la ceremonia tenías que seguirla desde una unidad móvil y comentarla sobre la marcha. 

A mi siempre me pareció muy estimulante hacer esto, es una escalada de adrenalina total. 

¿Recuerda alguna anécdota curiosa o sorprendente de alguna retransmisión?

Siempre recuerdo, el año que ganó Titanic, que el premio a la mejor película lo presentaba Sean Connery. En el ensayo le dan un sobre y lleva un título falso, pero él no leyó el título que ponía y, haciendo una broma, dijo Los intocables. Entonces el regidor le echó la bronca y le pidió que “por favor señor Connery, sea serio, no haga bromas”. Ver meterle una bronca a Sean Connery me pareció divertido.

Y el dia en que Gwyneth Paltrow ganó el Oscar por Shakespeare in love, como habla castellano perfectamente, los periodistas españoles en seguida la abordamos, y se nos acercó para hablar con nosotros, hicimos un pequeño circulito para poderla entrevistar.

¿Echa de menos retransmitir los Oscar?

No tanto porque de unos años para acá la ceremonia me parece mala, mal montada, poco espectacular. Las personas que salen son más conocidas de la televisión o las series que del cine, y se echa de menos la presencia de veteranos de categoría presentando los premios. No lo volvería a hacer precisamente por eso, por el desconocimiento de la gente que hay hoy en el candelero. 

Usted que en 1964 comienza a trabajar en Fotogramas, quería preguntarle por la evolución de la prensa de cine hasta hoy. Ahora nacen blogs y críticos cada mes prácticamente, algunos parece que con el único interés de acreditarse en festivales, aunque parezca que me tiro piedras a mi propio tejado… ¿Qué ha aportado la prensa digital y si cree que el hecho de democratizar la crítica cinematográfica la ha devaluado?

No sigo mucho la prensa digital, aunque hay gente respetable que hace las cosas bien. Divulgar tu opinión para alabar tu propio ego es lo que la mayoría de la gente hace. Leer que alguien dice que le encanta la última de superhéroes y le parece la octava maravilla del mundo… pues será buena en ese determinado género, pero no estará por encima de Vértigo o Ciudadano Kane

Hay que ser muy selectivo. Yo compro las revistas puntuales, me parece que hay gente que analiza las películas con mucho rigor, aunque también los hay de un poco de pedantes. Si tuviera que leer todos los blogs y todas las cosas digitales que hay no acabaría… aunque cuando se estrena una película en USA sí intento leer las primeras reacciones para ver cómo podrá ser recibidas aquí. 

Parece que a la televisión y el cine les separa líneas cada vez más difusas. Vemos más películas en plataformas de televisión y las series empiezan a formar parte de las programaciones de los festivales de cine más importantes del mundo. ¿Le molesta cuando se dice que hoy en día el mejor cine se hace en televisión? A mi al menos sí…

El mejor cine no sé, los mejores guiones quizás sí. Yo siempre pongo un ejemplo, la serie que a mi me parece la número 1 de este siglo, que es Mad men. La vi en su momento cuando la daban los lunes, y ahí estaba yo cada lunes siguiendo la serie. Ahora que está colgada en plataformas, tienes la tentación de ver un capitulo… y chapeau! Porque esos personajes tienen vida, como si los conocieras de siempre… y lo bien escrito está todo. 

Yo no sigo mucho las series, cada día alguien te recomienda una nueva, pero cuando hay alguna serie que me engancha la veo, como una irlandesa que se llama Derry Girls, que tiene todo el espíritu de las comedias inglesas de los años 70 y 80, es una delicia. Esto en cine ya no lo puedes ver. 

La comedia irlandesa ‘Derry Girls’ está disponible en Netflix

¿Es usuario de alguna plataforma de streaming?

Yo tengo Netflix y me apunté a HBO para ver un par de series que me interesaban como Fosse/Verdon, que me gustó mucho. Pero no estoy ávido por ver series. Ahora he visto En el corredor de la muerte, porque conozco a su director Carlos Marqués Marcet y es una persona que me cae muy bien y ha hecho un trabajo fantástico, tan diferente del que hace en cine, me quedé pasmado. 

En lo que llevamos de historia del cine el modo de consumo (exhibición, filmación, distribución) ha cambiado mucho, ¿lo que sucede dentro de la pantalla ha cambiado tanto?

Yo creo que sí ha cambiado, porque ahora no hay demasiadas películas que tengan un interés social como pasaba en los años 40, 50 o 60, donde habían películas que te contaban historias en las que te podías implicar a nivel personal y humano con los protagonistas. Ahora el entretenimiento está casi por encima de todo, y el hecho de que todas las películas más taquilleras de los últimos tiempos sean secuelas, precuelas o superhéroes, no me molesta especialmente pero paso, quiero ver otro tipo de cine. 

Yo creo que sí, que el cine se ha orientado hacia el espectáculo de tal manera que ha dejado de lado su lado humanístico. 

¿Qué le falta al cine español?

El problema es que normalmente se hacen buenas películas de género pero no hay un reflejo de la sociedad, rara vez hay una película donde ves cómo vive la gente. El otro día pillé por casualidad en Movistar Azuloscurocasinegro, que es una película que me encanta. Y chapeau, con un guión y unos personajes tan creíbles. Luego Sánchez Arévalo ha hecho cosas menores, pero esta es una película para quitarse el sombrero. 

Daniel Sánchez Arévalo debutó con ‘Azuloscurocasinegro’

No ha parado de trabajar. ¿Qué proyectos tiene aún por delante?

Estamos haciendo un libro a medias con Gemma Nierga, sobre cómo ella descubrió y le impactó el cine, hablando con alguien de una generación diferente. Saldrá el año que viene, en enero o febrero, y estamos trabajando en ello, como dirían los políticos. 

Si pudiese reencarnarse en un director o estrella de cine, ¿quién le gustaría ser?

Como persona y genio me gustaría ser Ernst Lubitsch. No ha habido una persona más inteligente y más aguda en el mundo del cine. 

¿Cuál es su definición de cinefília? 

Para mi generación el cine nos descubrió la vida. Lo que nadie te contaba, te lo contaba el cine. Los problemas sociales, los problemas psicológicos, lo problemas familiares. Cosas que ni tus padres ni las academias ni las escuelas, nadie, se atrevía a contarte. Te identificabas y estabas aprendiendo cosas. En ese sentido, el cine es una escuela, más que nada. 

¿Nos puede recomendar alguna película a la que el tiempo haya sepultado?

Por ejemplo, Rocco y sus hermanos de Visconti me parece una obra maestra intemporal, con el agravante de que cuando se estrenó en España la mutilaron tanto que, cuando la vuelves a ver en televisión y entera piensas: ¡lo que nos perdimos en su momento! Me parece una película antológica. 

Y Camelot, que ha sido mucho más que un musical, ha sido una lección de civismo, de cómo contar la historia de la mesa redonda, del Rey Arturo y de su tolerancia respeto a todo, incluso a los devaneos de la reina. Me parece una película fantástica. 

¿Para usted, qué es el cine?

Alimento.

Pablo Sancho París
Acerca de Pablo Sancho París 393 Articles
Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.

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