Con cierto retraso, pues la película data de 2016, ha llegado a las carteleras españolas el interesante retrato que el cineasta Rob Reiner (Cuenta conmigo, Misery, Algunos hombres buenos) ha hecho del trigésimo sexto presidente de los Estados Unidos, Lyndon B. Johnson.
Johnson era un veterano congresista, líder de la mayoría demócrata en el Senado, cuando John Fitzgerald Kennedy lo eligió para acompañarlo como vicepresidente en las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 1960. Según se dice, gracias a este tejano que defendía los intereses sureños en un partido, el demócrata, fuerte en las costas este y oeste, Kennedy llegó a la presidencia. Cabe recordar, como así lo hace la película, que pese a la popularidad después adquirida por Kennedy, el presidente electo fue elegido por tan solo un 1% de votos más que su competidor, el republicano, y posterior presidente, Richard Nixon.
El film, cuyo título original es LBJ, las siglas con las que Johnson se hacía llamar como así hizo antes Kennedy con su iniciales JFK, reconoce la labor de un hombre fundamental en la historia reciente de los Estados Unidos. La película nos muestra los entresijos políticos de un Johnson aupado a vicepresidente pese a la oposición del entorno del presidente Kennedy, empezando por sus influyentes hermanos. Mientras en Kennedy ponderaba su carismática imagen de líder transformador, Johnson era rudeza y capacidad de trabajo y negociadora. El norte contra el sur. A pesar de que parecían proceder de siglos distintos, Johnson era únicamente nueve años mayor que Kennedy.
Tras el asesinato de JFK en Dallas el 22 de noviembre de 1953, Johnson accede a la presidencia de su país cumpliendo así un sueño que hubiese deseado que llegara en otras circunstancias. Sobre la mesa, la aprobación de la Ley de Derechos Civiles, el proyecto estrella de Kennedy que Johnson acabó firmando en 1964 pese a la oposición de sus paisanos sureños, para así vencer la oposición hacia él del entorno de Kennedy, al que no consideraban como uno de los suyos. Esta ley equiparaba los derechos entre todos los estadounidenses, fueran del color que fueran, y es, probablemente, el mayor legado que Johnson heredó de su predecesor y el mayor legado que dejó a su país.
A la sombra de Kennedy es una película académica, un vehículo para el lucimiento del presidente Johnson (y de Woody Harrelson, el actor que lo interpreta). Una figura a la que Rob Reiner, quien firma su mejor film en décadas, desea reivindicar aunque el final de su mandato se viera abocado al precipicio político que suponía una Guerra del Vietnam que no daba los resultados esperados. Su presidencia llegó a su fin en 1969. El final de una década donde en los Estados Unidos se vivieron algunos de los momentos más importantes de su historia. A las ya mencionadas Guerra del Vietnam, el asesinato de Kennedy y la Ley de Derechos Civiles, se deben añadir la crisis de los misiles en Cuba, que a punto estuvo de provocar una guerra nuclear entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, poniendo fin a la Guerra Fría, el asesinato del activista afroamericano Malcom X y la llegada del hombre a la luna.
El mundo empezaba a cambiar y, en ocasiones para bien y en ocasiones para mal, Johnson abrió la puerta a esa transformación.
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