Entre 2005 y 2015 tuvo lugar un período de transformación digital en el sector de la exhibición cinematográfica y es que en 2010 la mayoría de salas de cine de España habían digitalizado su sistema y nunca más usarían las copias de 35mm. Durante estos años, el cambio del analógico al digital parecía que solo iba a traer ventajas, pero aún hoy, surgen dudas acerca del sistema que se usó en la industria para ayudar a las salas a llevar a cabo dicha transformación digital.
El formato analógico traía consigo muchos handicaps; el propio desgaste del celuloide y su difícil conservación, los elevados costes de fabricación por bobina, la dificultad logística de sus envíos, así que con el tiempo, resultó lógico pensar que el celuloide tenía que ser sustituido por una opción más cómoda. Esta resultó ser el DCP (Digital Cinema Package), un disco duro que almacena aproximadamente unos 200GB y que se puede enviar físicamente a las salas o vía satélite a aquellas salas que tengan un sistema implementado.
El cambio se recibió con gran éxito por parte de los diferentes agentes de la industria, sobretodo los distribuidores al inicio, ya que se rebajaba un % muy elevado de sus gastos en el P&A. Sin embargo, la transformación requirió renovar la tecnología de las salas y los proyectores digitales eran muy caros. Los exhibidores no encontraron justo que fuesen ellos los que debieran asumir el 100% de ese coste ya que los más beneficiados eran los distribuidores, así que surgió lo que conocemos como VPF (Virtual Print Fee) o tasa de la copia virtual. Este invento que vino de EE.UU. y las majors americanas, y lógicamente se implantó en todo el mundo. El VPF es una tarifa por copia digital que las empresas distribuidoras y proveedores de contenido deben pagar a las salas de cine cada vez que colocan una copia de su película. De esta forma el dinero que se va devengando paga el coste de la instalación de los nuevos equipos digitales. Esta medida buscaba redistribuir el gasto entre los distintos agentes hasta cubrir toda la inversión realizada (como los peajes en las autopistas). Pero como pasa en todos estos casos similares, las empresas encargadas de gestionar el pago de los VPF e instalar y mantener los equipos, son empresas integradoras que median entre los demás agentes y que no iban a dejar pasar esta oportunidad de negocio aún y cuando hubiera finalizado el pago de la inversión. Tanto es así que hoy en día muchas salas con la deuda más que amortizada siguen recaudando VPF para esas empresas.
La imposición que a priori parecía la solución a tantos males, acabó por favorecer a unos y perjudicar a muchos otros. Los grandes estudios de Hollywood, con estructuras sólidas y distribución por todo el mundo no tenían nada que perder, además de contar con parte del negocio de las empresas integradoras (Ymagis, DCinex y Eclair). En cambio, para las distribuidoras pequeñas es un gasto que impide muchas veces proyectar en determinadas salas. No pueden permitirse pagar el peaje impuesto.
Lo mismo pasa con los exhibidores; las grandes cadenas afrontaron la inversión pero las pequeñas salas más independientes (suelen ser las de circuitos en VOSE, por ejemplo) decidieron saltarse la barrera de los integradores, asumieron la transformación de las salas por cuenta propia y hoy negocian a modo individual los VPF directamente con las distribuidoras.
Y finalmente, si ya resulta difícil para distribuidores y exhibidores asumir los VPF, no nos olvidemos de mencionar a los productores, que ven mucho más difícil que sus películas lleguen a salas. Con los DCP parecía que la difusión resultaría más rápida y eficiente, pero fue todo lo contrario. Sobre todo para las producciones indies, que tenían que soportar más baches de los que ya tenían a la hora de hacer llegar su obra al gran público.
¿Gastos en el P&A? ¿Que es? Gracias.