Durante este mes, la Filmoteca de Cataluña ofrecerá a partir del martes día 12 un ciclo dedicado al director brasileño Glauber Rocha. Proyectará las siguientes obras de su filmografía: Barravento, Dios y el diablo en la tierra del sol, Terra em transe, Antonio das Mortes, Cabezas cortadas y La edad de la Tierra.
Con este motivo, hemos creído oportuno hacer una breve semblanza de este realizador.
Rocha nació en el estado de Bahía en 1938 y murió en Río de Janeiro en 1981. Ya en su adolescencia ejerció la crítica de cine en revistas de su país. Más tarde rodó varios cortometrajes y en 1962 llegó su primer largometraje, Barravento, que obtuvo el premio a la mejor ópera prima en el Festival de Karlovy Vary.
Mística en Brasil
Su segundo filme, Dios y el diablo en la tierra del sol, rodado en 1964, le generó el reconocimiento internacional. Muestra una aventura mística en el sertão, zona en la que abundan los bandidos y los profetas o santones que predican la revolución. Uno de estos santones, Sebastião, está rodeado de una serie de alienados fanáticos a los que promete “ríos de leche, agua convertida en comida, polvo en harina, piedras en pan”.
En su momento fue considerada la película más representativa del novo cinema brasileño. La trama presenta a un campesino que, en un acto de rebeldía, mata al propietario del lugar en el que vive. Huye al sertão, y allí se convierte en esclavo de uno de los profetas que deambulan por la zona. Por el lugar pululan también los bandoleros y, para acabar con ellos, las autoridades contratan a un individuo: Antonio das Mortes, “matador de cangaçeiros”.
Antes de escribir el guión, Rocha recorrió la región para entrevistar a sus habitantes acerca de los hechos reales en los que se inspira el filme, transcurridos entre 1938 y 1940.
El papel de Antonio das Mortes se lo encomendó al actor Mauricio do Valle, muy conocido en su país por haber actuado en la serie El Zorro en la televisión. Los intérpretes de los personajes principales, masculinos y femeninos, provenían del teatro.
Aunque en la película aparece la violencia, Rocha no quiso mostrarla gratuitamente. Sobre ello declaró: “Cuando la violencia es mostrada de forma descriptiva, agrada al público porque estimula sus instintos sadomasoquistas; pero lo que yo quería mostrar era la idea de la violencia […] y no hacer de ella un espectáculo”.
Al final de la película aparece una frase de tono didáctico: “Ya está contada mi historia, verdad e imaginación, espero que usted haya aprendido la lección: que así, mal dividido, este mundo anda errado, que la tierra es del hombre, no es de Dios ni es del diablo”.
Cine político
Si bien todo el cine de Glauber Rocha es político, su tercera película, Terra em transe (1967), es más explícita. Situada en un país ficticio, expone la pugna por el poder entre dos políticos. Muestra algunos personajes y aspectos que pueden considerarse arquetípicos: un intelectual burgués, los citados políticos –uno de ellos un dictador, el otro un líder aparentemente demócrata, pero sólo en apariencia–, un propietario de medios de comunicación, el pueblo, el temor, la opresión, las relaciones sentimentales… todo ello en un ámbito en el que conviven el fascismo y la revolución, pero sin caer en esquemas. Surgen tensiones, contradicciones, frustraciones, el predominio de intereses en un ambiente de hambre y subdesarrollo… En definitiva, el hambre, la opresión y la violencia de la sociedad de América Latina en aquellos años.
Como el filme trataba un tema contemporáneo, tuvo muchos problemas con la censura de su país.
De nuevo el sertão
En su cuarta película, Antonio das Mortes (1969), Rocha volvió al sertão, a la violencia, la sangre…, a partir de la recuperación del personaje del matador de cangaçeiros que ya apareció en Dios y el diablo en la tierra del sol; en este filme situó la acción a finales de los años sesenta. A través de algunos mitos de la cultura popular brasileña, el director reflexiona sobre la realidad de su país.
Rocha dijo que, con esta película, quiso mostrar que Brasil es un país salvaje, al margen de los rascacielos de Copacabana y de los modernos edificios de Brasilia; de ahí que su filme sea salvaje e incluso bestial en algunos momentos.
Rodajes fuera de Brasil
En 1970 Rocha rodó dos películas fuera de su país. En una de ellas, El león de las siete cabezas, quiso explicar el colonialismo europeo en África desde el punto de vista de los habitantes del Tercer Mundo, en oposición al cine habitual, que miraba ese continente desde la perspectiva del hombre blanco.
La otra, Cabezas cortadas, fue rodada en España. Cuando se presentó en el Festival de San Sebastián tuvo muy mala acogida por parte de la crítica, aunque hubo alguna excepción. El motivo fue, probablemente, porque Glauber Rocha quiso rodar una película que molestara al espectador, que le provocara: fea, grotesca y agresiva. La crítica que le fue favorable lo consideró un filme revolucionario, en el que destruyó todas las convenciones cinematográficas.
Los siguientes largometrajes de ficción del director brasileño, Cáncer, Claro y La edad de la Tierra, no tuvieron la repercusión de los anteriores.
En una entrevista, Rocha explicó que el novo cinema podía desarrollarse porque había unidad. Se había formado un grupo de 11 directores y productores que trabajaban en equipo, trascendiendo las conveniencias personales porque creían con firmeza que el interés de este nuevo cine era también el de su país y el de todo el Tercer Mundo.
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