El próximo sábado 9 de diciembre, Timecode, el cortometraje de Juanjo Giménez nominado en la pasada edición de los Oscar, puede sumar un nuevo premio a su extenso palmarés: el European Film Award al mejor cortometraje.
Daniel Villanueva es su productor, al que visitamos en el rodaje de uno de los cortometrajes realizados por los alumnos de la Escuela de Cine de Reus (ECIR), que él dirige desde su fundación, hace cuatro años. En ella nació Timecode.
Ha pasado un año y medio desde la Palma de Oro para Timecode en el Festival de Cannes y las galas, nominaciones y premios continúan. ¿Cuánto dura la vida de un cortometraje?
Estamos hablando de un corto que puede tener un año y medio o dos años de recorrido, aunque ya hemos estado en muchísimos festivales en el primer año y se va notando el descenso en las selecciones, pero nos sigue sorprendiendo su éxito. Esta semana hemos ganado otro premio, creo que van ya unos 82, y es algo sorprendente y maravilloso que pase esto, porque el mundo del corto se ha democratizado tanto que cuando presentamos el corto en Cannes competíamos con otros 5.000. Es el año en que Sundance recibía 8.000, imagínate. Es muy emocionante tener un proyecto como Timecode entre las manos y ver que después de tanto tiempo la gente lo sigue pidiendo y lo sigue queriendo ver y generando estas expectativas. Que dure lo que tenga que durar.
¿Qué tiene Timecode para que guste de esta manera?
Uno nunca hace un corto pensando en que va a llegar a Cannes, a los Goya o los Oscar… y sigo sin saberlo, porque la varita mágica no la tengo. No he tenido una producción previa a Timecode con este éxito ni creo que la vaya a tener después, aunque toquemos madera. Timecode es un encaje de bolillos, es una fórmula que todos conocéis, entre un corto de ficción y videodanza, que hace que se cuele entre cortometrajes de temática social y de denuncia, pero que de repente aporta un rayo de luz y quizá eso fue lo que el jurado de Naomi Kawase (presidenta del jurado de cortometrajes de Cannes 2016) vio. Más que con pisar la alfombra roja de los Oscar, me quedo con la première en Cannes, con el público levantándose y aplaudiendo. Aquel día salí eufórico de la sala, aunque nuestro distribuidor nos decía: “Tranquilos, pensad que el público y el jurado no van de la mano”. Pero gracias a Dios esto no fue así. Ganar en Cannes provoca una reacción en cadena que les debe de pasar a la mayoría de los cortometrajes ganadores. Después es importante que el corto que gane en Cannes guste. No todo es fácil luego; visto está que no ganamos el Oscar. Por ejemplo, el Forqué a mí me provocó una reacción, pues se lo llevó Graffiti; fue una cura de humildad brutal el perderlo. Yo ese día esperaba que nos lo llevaríamos, y nos dimos cuenta de que quedaba aún mucho trabajo por hacer.
Para que Timecode se vea en festivales de todo el mundo, ¿qué aliados necesita?
Está claro que es gracias a su distribuidora, Marvin & Wayne, a su enorme experiencia. La verdad es que poner el corto en sus manos fue nuestra mejor decisión. Ellos mismos se han hecho cargo de la distribución tanto nacional como internacional.
¿Encontrar una distribuidora para un cortometraje es fácil?
Cada producto te pide unas necesidades. Es difícil, es complicado. Por ejemplo, después de Timecode hice otro corto y a Marvin & Wayne no le encajaba. Hay que ser respetuoso, hay que entender las reglas del juego y te buscas la vida a partir de entonces. Habla muy bien de ellos, es positivo. Somos los productores de Timecode, pero no todo vale. El nivel está muy arriba y hay que ser consecuente. A partir de entonces buscas alternativas y desde la escuela desde ahora empezamos a autodistribuir los cortos de los alumnos, también para que ellos entiendan la dificultad de la distribución.
Timecode nació dentro de la Escuela de Cine de Reus que diriges con Juanjo Giménez, el director del corto, como profesor. ¿Cómo se gestó el cortometraje?
Este curso ha sido imposible mantener a Juanjo como profesor de la escuela porque tiene compromisos que van más allá de donde la vista deja ver. Él había venido a dar una masterclass hace dos años y los alumnos quedaron prendados y al año siguiente le propusimos que fuese el profesor principal del curso de dirección. Nos alegró muchísimo que aceptara.
Un día llegué a la escuela y recuerdo que en clase estaban hablando de la importancia de la elipsis dentro del cine. Al cabo de unos días, buscando un proyecto de corto anual, le propuse a Juanjo que se encargase él personalmente del cortometraje de final de curso por el buen clima que se había generado con los alumnos y le pedí que nos propusiera un proyecto. A los dos días ya me estaba contando Timecode. A partir de entonces, con su productora Nadir Films lo fue desarrollando y fuimos trabajando con la coproducción, haciendo participar mucho a los alumnos ya desde el guión.
A partir de ahí, nos fuimos a rodar un fin de semana a la Zona Franca de Barcelona, en el aparcamiento de Porta Firal. En el rodaje se notaban lo años de madurez de Juanjo y mis alumnos aprendieron latín.
Si entonces ya estaba contento, imagínate con lo que vendría después, inesperado totalmente.
¿Hay un antes y un después en la escuela después de Timecode? ¿Cómo ha influido?
Se ha notado en muchas cosas. Este año nos ha venido un alumno del Canadá, por ejemplo. Ahora mismo, la Escuela de Cine de Reus, la conoce, quien más o quien menos, todo el mundo en el sector. En España hay escuelas de cine muy potentes, pero no todo el mundo puede acceder a ellas. Creo que debe haber escuelas para todos aquellos que quieran estudiar cine. Es una escuela pequeñita, que acaba de cumplir cuatro años. Nos cuesta mucho esfuerzo y sacrificio abrirla todos los días y seguir trabajando. Este éxito ha sido una lanzadera. Una credibilidad que tal vez nos hubiese costado veinte años ganarla está ahí, al alcance. Ahora de lo que se trata es de aprovechar este momento y seguir creciendo. Estamos muy contentos. La nota discordante es precisamente esa, que desde una escuela tan pequeñita y en tan sólo cuatro años hayamos llegado tan lejos. Lo importante es seguir trabajando para no ser flor de un dia. Lo tenemos presente. Lo que ya hemos hecho este año de manera natural es que cada alumno de dirección se ha enfrentado a un cortometraje. Acabaremos el año con diez cortometrajes rodados. Pasar de rodar uno a diez ha sido un salto en muchos sentidos.
¿En qué momento decides montar una escuela de cine y por qué, teniendo en cuenta que existe tanta competencia?
Por muchas cosas. La primera es que uno de los problemas que encontré como alumno desde pequeño es que no había una escuela de cine en mi provincia. Fueron pasando los años y me fui haciendo mayor y seguía sin haber una primera puerta abierta al audiovisual, alguien que en confianza te enseñara, sin ánimo de sacar una nota u otra, sin que tuviera importancia si eran estudios reglados o no, de forma menos académica pero más de oficio, que lo que ves en el cine es posible, que alguien lo hace. Descubrí el cine en el momento en que descubrí los títulos de crédito. Pensé: “Esto lo hace gente y yo puedo ser uno de ellos”. Me he dado cuenta de que pasaban los años y sí, en Barcelona nacían nuevas escuelas de cine y, evidentemente, si hubiésemos abierto en Barcelona tendríamos muchos más alumnos, pero esa no era nuestra apuesta, que era salirse de la zona de confort y pensar que lo que yo no he tenido de joven vamos a ofrecerlo a los adolescentes de hoy, vamos a ofrecerlo a un público que igual no tiene la capacidad de moverse a Barcelona, y eso me parecía muy bonito. Entiendo como llegué al cine, y tal vez si hubiese tenido esa puerta abierta hubiese llegado antes o de otra manera. Me gusta pensar en la idea de tener una escuela de cine al lado de mi casa, y al lado otra y otra, como con los antiguos gremios; ojalá tuviésemos un barrio lleno de escuelas de cine porque eso querría decir que seguramente tendríamos un mundo mejor.
Queremos atrapar el talento desde una edad muy temprana y no en Barcelona, porque allí creo que ya no hacíamos falta.
Además, has impulsado la Reus Film Office y has conseguido un acuerdo con el Ayuntamiento para producir e impulsar el rodaje de cortometrajes en la ciudad.
Este año 2017 Reus es la capital de la cultura catalana. El Ayuntamiento se puso en contacto conmigo para ver de qué manera podríamos colaborar. Mi hoja de ruta era la producción de hasta 12 cortometrajes y me parecía fenomenal si querían participar. Hemos intentado hacer más cosas, les propuse la Reus Film Office. Les gustó la idea, pero lo último que sé es que va a salir a concurso público. Lo importante es que se crea y genere riqueza y fomento de la ciudad como plató audiovisual. Es una asignatura pendiente que tenía la ciudad y me alegra pensar que he empujado ese proyecto, y todo lo que pueda hacer por la ciudad, bienvenido sea. Al final es abonar el campo.
Y eso es beneficioso para la escuela. Cuanto más movimiento audiovisual haya en la ciudad y en la provincia, más alumnos potenciales podrán sentirse atraídos.
Para que haya una industria tiene que haber una base, y la base es la escuela. Llevamos cuatro años y estamos viendo nacer a nuestro alrededor productoras formadas por ex alumnos. Es real, está pasando. Soy consciente de que la provincia de Tarragona nunca será Hollywood, pero creo que hay mucho trabajo por hacer. No me creo que sólo se puedan hacer las cosas en Barcelona o Madrid, se puede hacer cine en cualquier parte.
¿Estáis trabajando con centros educativos de la ciudad para fomentar el cine en las aulas?
Este año estamos colaborando con el departamento de Salud del Ayuntamiento de Reus. Querían hacer un concurso para que los chicos adquirieran experiencia en el cortometraje alrededor de asuntos como la violencia, el sexo y las drogas, que ellos mismos a través del corto trabajasen la denuncia social. Y me he encargado de ir a los institutos a darles consejos de cómo enfocar sus proyectos. La recepción ha sido increíble. Es el lenguaje que utilizan los jóvenes hoy en día, todos llevamos una cámara en el bolsillo. Están muy acostumbrados y dentro de unos años vamos a ir encaminados al vídeo. Parece que cada vez será más raro coger un libro.
¿Qué lugar ocupa el cortometraje en la industria y cuál crees que es el que debería ocupar si no es el justo?
Está claro que ni siquiera está en la industria. Gracias que tenemos un mundo lleno de festivales, y España es uno de los países con más fuerza, pero el corto no deja de estar en un gueto, y sacarlo del gueto es lo que pueden conseguir plataformas como Filmin. Hay un modelo de negocio muy claro: al igual que antes la gente podía jugar una partida de Angry Birds en el autobús, ahora puede ver un corto. Al final, es un formato ideal no sólo para pantallas grandes, sino también para pantallas pequeñas. Hoy en día tenemos que adaptarnos a todos los formatos que hay. Timecode nos ha hecho reflexionar. Me gusta pensar que ha puesto en valor el cortometraje, si es que otros cortos no lo habían hecho antes ya.
Estoy muy contento que plataformas como Filmin hayan dado valor al corto, y no tardaremos en ver a las plataformas norteamericanas haciendo lo mismo. El corto ya no tiene por qué ocupar un espacio en cartelera. Ahora, simplemente, lo cuelgas en una plataforma y dejas que la gente lo pueda ver.
Es más fácil piratear un largometraje que un cortometraje…
Tengo una anécdota muy buena. El director del Fic-vi, Josep Baró, vendrá a la escuela a proyectarnos cortometrajes ganadores de su festival. Y tenía muy claro que no me los iba a facilitar. Él viene, los pone y se va. Es algo que me he encontrado habitualmente en el mundo del cortometraje, y es algo que ennoblece. Estamos luchando continuamente contra la piratería. ¿Quién quiere ver un corto? Pues a mí me han llegado a preguntar, ¿dónde puedo descargarme el corto? ¡Si se puede ver en Filmin pagando 0.95 euros!
Y cómo productor, ¿a qué distancia está el salto al largometraje?
Llevo cinco años trabajando en un largometraje de animación, llamado Carnivaland. Es un proyecto muy ambicioso y está claro que Timecode nos está ayudando muchísimo a levantarlo. Quiero empezar con la preproducción en 2018, a ver si lo consigo. Está escrito, producido y dirigido por mí. Es un proyecto muy personal.
En cuanto a producción, mi apuesta es para mis alumnos. Me gustaría crear mi propio star system de gente salida de la ECIR, con ideas nuevas. ¿Por qué no hacer una serie o una película pequeña involucrando a muchos de nuestros alumnos?
Este año hemos creado nuestra propia productora, ECIR Films, vinculada a la escuela, y estamos completando nuestro equipo de material de rodaje. La productora va a tener ese objetivo, nos va a servir no sólo para producir primeros cortos, si no para apostar por modelar las carreras de nuestros alumnos y hacer carrera con ellos. Me gusta la idea de acompañar y crear una pequeña familia con ellos y no dejarlos sin amparo.
Cannes, Gaudí, Goyas… y los Oscars. Algunos lo sienten como la culminación de una carrera y otros como el pistoletazo de salida.
Yo lo veo como el pistoletazo de salida. Es raro, porque alguien puede pensar, ya ha llegado, ya lo ha conseguido. No es mi caso, llevo aún muy pocos trabajos. Al llegar con treinta y cinco años a esto, te queda aún mucha gasolina por quemar. Me ha pillado joven y con ganas, y me ha puesto la miel en los labios. Quiero volver.
Casi al final de este viaje me quedo con que Hollywood no está tan lejos. Si es el camino al que quieres llegar, no es tan complicado con trabajo y talento. Como vives habitualmente fuera de eso, piensas que eres el raro de la clase; pero te sumerges en una ciudad donde todo es cine y piensas, “quizá no soy tan raro, sólo estaba en el lugar equivocado”. Eso sí, si quieres ir, vete con los deberes hechos.
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