‘It’, capítulo uno

Sin apenas referencias (no he leído ni el libro original de Stephen King de 1956 ni he visto la popular miniserie de 1990) me adentré en la sala a ver qué me deparaba una de las películas que mayor expectativa han levantado desde que, en primer lugar, se anunciara el proyecto; en segundo lugar, se diesen a conocer los responsables de su dirección, primero Cary Fukunaga (True Detective) y después Andrés Muschetti (Mamá); en tercer lugar, el estreno de un primer tráiler que consiguió el récord de ser el más visto de la historia de Youtube en las primeras veinticuatro horas; y por último, las críticas previas al estreno que fueron llegando de Estados Unidos.

Fue de hecho esto último lo que me llamó la atención más poderosamente, porque pese a considerarme aficionado al género de terror, la expectativa que acompañaba a IT me parecía más ruido que nueces. Incluso tardé semanas, por no decir algún mes, en visionar el tráiler.

Pues bien, la película, vista en el primer fin de semana de estreno, me gustó y convenció, aunque más como retrato generacional que como película de terror. Como tal recomiendo antes la española Verónica, en la que Paco Plaza consigue introducirnos en una atmósfera de suspense, terror y malestar del que sólo el final de la película (con el correspondiente encendido de las luces de la sala) nos permite liberarnos.

IT nos habla del terror infantil, aquel que percibimos de niño, enmascarado de lo cotidiano que, sin embargo, nos produce un terror tan inmenso, pero tan cercano a la vez, que al crecer, madurar y hacernos mayores, nos sigue acompañando sin que nos produzca ya el mismo efecto que entonces. It (Eso) cambia de forma, alimentándose del terror de sus víctimas, niños. El padre abusador, la mujer del cuadro, el hermano desaparecido, los padres calcinados, el enfermo contagioso… formas que adopta un monstruo que, sin embargo, adopta la habitual figura de uno de los seres más siniestros que habitan en el imaginario colectivo de la infancia: el payaso. Ese ser, repito, siniestro y ambulante, que oculta la cara de un ser adulto, maduro, desprovisto de identidad propia, que tras capas de maquillaje, con tal de agradar a los niños, juega y se comporta como éstos.

El maligno, el diablo, es un ser ambivalente y activo capaz de adoptar la forma que más le conviene según su objetivo, desde un payaso hasta una serpiente (Antiguo Testamento), un aristócrata (el conde Drácula) o, en la reciente y citada Verónica, en la figura del padre fallecido y añorado por la protagonista.

Pennywise es una presencia puntual, es un ciclo, como la vida, que viene a llevarse a los chavales que son incapaces de superar sus miedos. Para ello, tanto en la vida como en la propia película, lo mejor es intentar superarlos unidos.

Stephen King se inspiró en un caso real para crear esta novela y dar forma a su personaje principal: el caso de John Wayne Gacy, un payaso, esposo y padre de dos hijos, que en la década de los setenta secuestró, violó y mató a 33 niños y que fue condenado a pena de muerte, castigo por el que murió en 1994.

IT, capítulo uno, adapta la primera parte de la extensa novela de Stephen King, ambientada en los años cincuenta, mientras que el filme está situado en 1989. La segunda parte, ambientada en los años ochenta, será adaptada al cine en una película ya anunciada, que llegará a las salas en 2019 y estará situada en 2016, veintisiete años después de la primera parte.

Porque son veintisiete años el período de hibernación que necesita el payaso Pennywise para volver a alimentarse de los pequeños de la ciudad de Derry, población que vive su particular leyenda de san Jorge, con el beneplácito, parece, de unos adultos que se presentan en el filme como unos inútiles y abusadores (en todos los aspectos) de unos niños que llevan consigo la trama y el punto de vista con el que se nos narra la película. Más que beneplácito, lo que parece decirnos la película (y el propio Stephen King) es que, cuando ya somos mayores, olvidamos pasajes importantes de nuestra infancia. Para ello, en la novela, que no en ninguna de sus adaptaciones cinematográficas, cuando la pandilla de perdedores entrañables deciden luchar unidos contra el monstruo (los suyos propios también) y devuelven al payaso al estado de hibernación, realizan una orgía en la que el eje central de la misma es el único personaje femenino de la pandilla, Beverly. Se escenifica así el paso de la niñez a la adolescencia tan presente en la novela y en la película (se habla del Bar Mitzvá judío, de la menstruación y del primer beso). Nadie olvida la primera vez, y así la pandilla conseguirá unirse veintisiete años después para volver a derrotar a Pennywise. Una generación después, el payaso vuelve para alimentarse de los hijos de quienes pudieron escapar de sus mandíbulas.

En cambio, en IT, ese ritual iniciático y sexual es sustituido por otro más decoroso, el del pacto de sangre. La pandilla se da de la mano en círculo. Manos, previamente cortadas y fuente de una sangre que los unirá ya de por vida.

La película está plagada de nostalgia ochentera, tan de moda ahora, en los propios referentes del film como Los Goonies, ET y Cuenta conmigo, tanto en contexto como en puesta en escena, y en los guiños que pululan por la pantalla. En la primera escena, sobre la cama de uno de los chavales protagonistas, vemos un cartel de Los Gremlins, de Joe Dante. Paradigma de criatura supuestamente entrañable capaz de convertirse en un monstruo. En el cine de la ciudad se muestra su programación en dos ocasiones. En primer lugar proyectan Batman de Tim Burton, donde el villano vuelve a ser un payaso, siniestro y criminal, el Joker. En otro momento, más avanzada la narración, vemos que se proyecta Pesadilla en Elm Street 5, otro referente. En esta, como en todas las de la saga, el villano Freddy Kruger atormenta a los jóvenes protagonistas en sus sueños, plagados de miedos infantiles recluidos en el subconsciente.

En definitiva, IT es una película recomendable para los amantes del género de terror. Un par de sustos bien dosificados, personajes entrañables que dan vida a unos nada irritantes niños, encabezados por una espléndida Sophia Lillis (¡qué futuro más prometedor le aguarda!), y con una duración de 135 minutos que pasan como una exhalación. Con un presupuesto de tan sólo 35 millones de dólares, en su primer día en salas en Estados Unidos llegó a recaudar 51 millones de dólares, de modo que se ha convertido en el tercer estreno del año más taquillero en un día tras Guardianes de la Galaxia Vol. 2 y La bella y la bestia. A día de hoy, ya es la película de terror más taquillera de todos los tiempos.

Pablo Sancho París
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Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.

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