La edición 51 del Festival de Sitges dio el pistoletazo de salida el pasado jueves con Suspiria. La película inaugural dirigida por Luca Guadagnino, su primera película tras la exitosa, y ganadora del Oscar al mejor guion adaptado, Call me by your name, una película a todas luces radicalmente diferente a Suspiria, primera incursión del director en el cine de terror. O no tanto… ambas son un esmerado ejercicio de estilo, pero toda la sensibilidad que tenía, o incluso podía llegar a sobrarle en determinados momentos a Call me by your name, le falta a Suspiria, una película excesivamente carente de emoción y fría. No debe verse este comentario como una crítica negativa, es una decisión de dirección posiblemente acertada tratándose del film que es, pero que puede generar barreras entre la película y el espectador.
En Suspiria una joven norteamericana llega a una prestigiosa academia de danza en Berlín que alberga oscuros secretos, en una capital alemana partida aún por el muro y en el que las reminiscencias del nazismo y el terrorismo del Baader-Meinhof Komplex sacuden la Alemania Occidental.
¿Es Suspiria una película para todos los públicos? No. Más allá de la calificación por edades, claro está, el film obliga al espectador a un ejercicio de inmersión tal, según avanza el metraje, en el que el público puede elegir o sentir si entra o no en la historia y si consigue involucrarse o no lo que ésta nos explica. La excesiva duración del film puede llevar al espectador al más rotundo de los tedios o una gozosa fascinación.
Suspiria, como es bien sabido, es el remake de la película de 1977 dirigida por Darío Argento, y Guadagnino acierta en alejarse del referente, sobre todo en su puesta en escena, optando por una paleta más oscura, predominando los grises, marrones y negros. Una película tan oscura como su planteamiento, pero poco original, con poco margen de sorpresa. Empieza a ser habitual terminar ciertas películas de género con un aquellarre. Lo vimos en Hereditary, uno de los títulos del año en cuanto al género de terror, y ambas comparten un final poco estimulante. Parece el camino fácil, la salida más sencilla. Por suerte este final que a nivel narrativo puede resultar decepcionante, nos ofrece imágenes brillantes, demostrando el carácter pictórico de la puesta en escena de Guadagnino, algo que ha ido demostrando a lo largo de toda su filmografía. A destacar las escenas de danza, deslumbrantes, con Dakota Johnson en su eje central. A veces su poca expresividad puede beneficiar a una película rígida como esta.
Antes de la proyección inaugural, Tilda Swinton recogió el primer Gran Premio Honorífico que entrega Sitges en esta edición, el mismo día en el que moría su padre en Escocia. Sus primeras palabras al recibir el galardón fueron: “dudaba de si venir porque esta mañana mismo se ha muerto mi padre, pero aquí estoy por el cine fantástico”. Una ovación en pie respondió a su confesión, mucho mayor que la vivida al terminar la película ante un público dividido.
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