La suerte de contar con un festival como el D’A es las posibilidades que ofrece al cinéfilo de descubrir pequeñas joyas de cinematografías lejanas que aportan algo diferente a lo que se estrena cada viernes en cartelera. Es muy difícil, por no decir imposible, que la tailandesa Die Tomorrow llegue a estrenarse nunca en las salas españolas.
Se trata de una película capitular, compuesta por episodios que narran los minutos u horas antes de una muerte. El director, Nawapol Thamrongrattanarit, se inspiró en diferentes muertes accidentales publicadas en los titulares de los periódicos durante 2012 y 2016.
El director medita sobre la muerte. Y especialmente sobre la vida. Entre capítulo y capítulo, aparecen entrevistas, en primerísimo primer plano, a un niño y a un hombre centenario. Ambos, por separado, reflexionan sobre la muerte. Y vemos lo evidente, como la diferencia de casi un siglo de edad sitúa a cada uno de ellos en posiciones contrarias enfrente al fin de sus días. Mientras el pequeño empieza a ser consciente de ella, incorporándose el miedo a partir de entonces en sus recurrentes emociones, el anciano la espera, la desea. Se siente único superviviente de una vida ya vivida, en un mundo que ya no siente como el suyo.
Die Tomorrow tiene un cierto tono experimental, no en su lenguaje, sino en su planteamiento. Nos ofrece datos acerca de la muerte. Por ejemplo, cada segundo mueren dos personas en el mundo. Y un film como este, dirigido desde una cierta ironía, aprovecha esta circunstancia para tomar consciencia de la futilidad de la vida. En los entreactos, sitúa un marcador en la parte superior de la pantalla. Al final del visionado de los 75 minutos que dura el film, suficientes, el director nos hace conscientes desde la comodidad de nuestra butaca de la muerte de más de ocho mil personas a lo largo de la película.
Las escenas escogidas nos muestran lo paradójico de la muerte, pues son todas inesperadas, accidentales, sorprendentes, tontas. En ningún momento llegamos a verlas. Sí vemos los minutos previos, para en nuestra mente imaginar cómo serán los minutos después, cómo van a afectar a su entorno, pues nunca los moribundos aparecen solos. Siempre están acompañados de sus seres queridos, o compañeros, o vecinos. Incluso en un caso el muerto no aparece. Pero sí vemos cómo su futura muerte, que ya se espera, afecta, en positivo, al futuro laboral de otra persona, que no puede sentirse más apenada y contenta a la vez por su ascenso.
Die Tomorrow mezcla documental con ficción, en un discurso no narrativo pero sí reflexivo. Aunque podría tratarse de una cinta deprimente, el cineasta busca la comicidad del público durante su visionado, y aunque se aleja del televisivo Mil maneras de morir, el espectador comparte la morbosidad de saber que aquellos personajes están bordeando la muerte, hasta caer en ella.
Nos hace plantearnos la necesidad de no imaginar un presente, y mucho menos un futuro, en lugar de estar viviéndolo, pues a menudo la muerte nos sorprende ociosos, sin sospechar que son los últimos suspiros de nuestra vida.
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