Arrancaba la tercera jornada en Cannes con la proyección de Furiosa: De la saga Mad Max, precuela de la celebrada Mad Max: Furia en la carretera dirigida nuevamente por George Miller y protagonizada por Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth y Tom Burke. En Furiosa se cuenta el origen del personaje encarnado por Charlize Theron en la película de 2015, y se relata su odisea de venganza a lo largo de 15 años contra el líder de una banda de motoristas Dementus después de que éste la secuestrara siendo una niña y asesinara a su madre en un intento por rescatarla y llevarla de vuelta a casa.
Sería injusto no calificar a Furiosa como una muy buena película de acción porque realmente lo es, y sin duda lo que más llama la atención de esta precuela es el modo en que Miller ha logrado expandir el universo imaginado en la anterior entrega de la franquicia. Al fin y al cabo, un creador nunca debería tener miedo de dar rienda suelta a su imaginación, y el director australiano ha decidido ir aquí un paso más allá de la Ciudadela que aparecía en su predecesora mostrando nuevos lugares. Sin duda alguna, estamos ante un producto de factura impecable y que, pese al abultado metraje, resulta disfrutable en todo momento y tiene secuencias realmente espectaculares -toda la parte en la que Anya Taylor-Joy se une al personaje de Tom Burke es digna de elogio-. Además, fácilmente puede dar lugar también a lecturas feministas -véase sino cómo cuando la protagonista es capturada al inicio de la película y llevada ante el villano todos quienes la rodean son hombres-. Por tanto, queda claro que estamos ante el espectáculo prometido, un blockbuster que nunca pierde su esencia autoral, pero en el que sin embargo quizá se echa en falta algo más tanto a nivel narrativo como a nivel de imágenes. Puede que Mad Max: Furia en la carretera redujera su argumento al mínimo, pero era un goce de imágenes constante. Seguramente no se pueda decir lo mismo de Furiosa, pero aún con todo, la excelente realización de la película logra suplir con creces dichas carencias.
‘Bird’, de Andrea Arnold
Y por la tarde se ha presentado a competición Bird, el nuevo trabajo de la directora británica Andrea Arnold (Fish Tank) con la presencia estelar de Barry Keoghan y Franz Rogowski. El film nos traslada a los bajos fondos de un pueblo inglés para contar la historia de Bailey (Nykiya Adams), una chica de 12 años cuyo padre es un narcotraficante a punto de casarse con su nueva novia y que está cuidando de un sapo que luego suelta un alucinógeno por la boca. Relacionándose de vez en cuando con su hermano, a quien su padre también tuvo siendo un adolescente, y con una madre que vive junto a sus hermanas en otra casa y tiene un novio maltratador, Bailey sólo encuentra esperanza haciéndose amiga de Bird, un extraño chico que busca a su familia puesto que solía vivir en el mismo pueblo.
Si el film logra convencer es por el hecho de estar muy bien narrado y por la forma en la que se retrata lo que supone vivir en un entorno lleno de delincuencia, a lo que conviene sumar otros temas que la película se encarga de abordar como sería el caso por ejemplo de la pérdida de la inocencia. Sin embargo, lo que resulta algo menos convincente aquí son esas fugas hacia lo onírico, lo fantástico o el realismo mágico que tienen lugar cerca del final y que pecan de ser más bien poco sutiles, siendo especialmente la primera vez que se producen cuando más extrañamiento causan en el espectador. Del mismo modo, lo que también se denota en varios momentos es quizá algo de falta de foco, pues la gran cantidad de tramas y subtramas que contiene el film, hacen plantearse si realmente no le hubiera venido mejor a Arnold centrarse en un único punto.
‘Megalópolis’, de Francis Ford Coppola
Contábamos ayer que Meryl Streep declaró en el encuentro organizado en la sala Debussy que las películas son los sueños de alguien, y que para ella un gran director es alguien que realmente quiere contar esa historia, que realmente sabe qué es lo que quiere contar y que siente pasión por lo que cuenta. Eso es exactamente lo que ha hecho Francis Ford Coppola con Megalópolis, sin duda la obra más sentida vista hasta el momento en el festival en la que queda claro que el director de “El padrino” ha puesto toda su alma y todo lo que tenía para hacer su proyecto soñado, que para quien esto firma después de ver el resultado final, se queda lejos de ser un fracaso dentro de su carrera.
Resulta difícil describir el argumento de Megalópolis más allá de la premisa que se conocía hasta el momento, pero he aquí un intento: Cesar Catilina es un arquitecto acusado de matar a su mujer que quiere reconstruir la ciudad de Nueva York, cayéndose a pedazos, como una utopía llamada Megalópolis o Nueva Roma, pero sus intereses chocan con los del alcalde Cicero -con cuya hija inicia un apasionado romance- y con los de más gente dispuesta a hacerse con el control de la ciudad. Pese a que estamos ante todo frente a una obra con una clara intención narrativa -aunque quizá sí podríamos decir que hay momentos en los que se roza el terreno de lo experimental-, conviene señalar que finalmente Coppola la ha hecho de la forma más loca que cabía imaginarse -y para que se hagan a la idea, les contaremos que en un momento dado de la proyección un performer ha aparecido delante de la pantalla y con un micrófono le ha lanzado una pregunta al personaje de Adam Driver que éste ha respondido acto seguido dentro del film-.
Sin embargo, lo que sí es Megalópolis es la fábula romana que nos habían prometido y ante todo una película fascinante y muy actual, en la que su creador aborda temas como la política o la codicia por el poder, y que quien esto suscribe tan sólo se atrevería a comparar en cierta medida con el retorno a la ciencia ficción que hizo David Cronenberg -también a concurso este año en Cannes- con Crímenes del futuro, pues pese a tratarse de propuestas distintas, el director canadiense aprovechaba también su retorno al género para hablar de temas actuales como por ejemplo el cambio climático. Por último, estamos ante una obra personal -que no ante un testamento fílmico, como puede que algunos esperaran- en la medida en que, en un momento dado de la película, una sucesión de imágenes con los planos de la utopía ideada por el personaje de Adam Driver recorre la pantalla. Coppola declara aquí que Megalópolis es el sueño de Cesar, su protagonista, pero también, a la vez, su sueño.
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