Rodrigo Sorogoyen ha presentado en Cannes Première su última película, As bestas. Un thriller ubicado en el medio rural donde se produce el choque entre los que llegan para quedarse y los que quieren marcharse a cualquier precio.
(La crítica contiene spoilers).
‘As bestas’ de Rodrigo Sorogoyen
En Bierzo, una aldea gallega, se han instalado Antoine, Denis Méchont, y Olga, Marina Foïs, una pareja francesa que atrás deja una vida urbana para dedicarse a la agricultura ecológica y combatir la despoblación del lugar rehabilitando viejos caserones. La tranquilidad de sus días se ve coartada por el rechazo de los lugareños y especialmente de los hermanos Anta, Xan, Luis Zahera, y Lorenzo, Diego Anido, decididos a vender sus tierras a una empresa eólica. En una de las secuencias más perturbadoras de As Bestas, los protagonistas se encuentran en el bar, allí tiene lugar un duelo verbal en que Antoine narra su visión bucólica del lugar mientras que el hermano mayor arremete con su vida miserable impregnada del hedor a estiércol. Pero el lance no hace más que acrecentar la tensión entre ambos bandos, y los hermanos no se detienen en su acecho físico y verbal a Antoine, a sus ojos un forasteros sin derecho a coartar su única posibilidad de redención. El francés vive con una cámara en el bolsillo, sabe que los hermanos serán sus verdugos.
Sorogoyen y la guionista, Isabel Peña, se basan en la historia real de la pareja de holandeses que llegó a Santoalla, en Galicia, persiguiendo la idea de comunión con la naturaleza y despertando la rivalidad con la única familia del lugar.
La tragedia final se palpaba en el ambiente, como también en As bestas en que cada secuencia es más angosta que la anterior, donde la desesperación de Antoine un hombre tan fornido como pacífico lo hace cada vez más vulnerable ante unos Anta de estrechas miras y inequívocamente abocados a cumplir con su destino. Hasta aquí el relato de un crimen anunciado, sabido e inevitable protagonizado por unos hombres que en el estado más primario de su condición pelean por lo que creen les pertenece. Una vez desaparecen ellos se pueden ver ellas. Olga, la mujer de Antoine, y la matriarca de los rivales ambas testimonios del salvajismo de unos hombres que por ende hacen del entorno rural un lugar brutal. Olga, como Margo Pool, la viuda holandesa, se queda en el lugar después de lo sucedido, vive casa con casa con los verdugos de su marido. A ella no se acercan pero su existencia queda marcada por una obsesión, encontrar a su marido. Olga resilie pese a todo y todos. Su propia hija no entiende su determinación en permanecer en un lugar tan inhóspito. Es aquí donde se sitúa la cámara de Sorogoyen, en el seno de la mirada de la mujer. Y es entonces cuando tiene lugar la segunda de las secuencias contundentes de As bestas, madre e hija se confrontan en un plano secuencia que abre un abismo entre ambas. No hay esperanza, tampoco futuro, pero Olga permanece como prueba que había otra mirada, otra razón posible en un entorno rural solo corrompido por la avaricia de los que compran la desesperación de los que huyen y la ingenuidad de los ajenos.
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