La representación española en la presente edición del festival de Cannes viene por partida triple. Albert Serra compite en la Sección Oficial con Pacifiction, Rodrigo Sorogoyen estrena en Cannes Première As Bestas y Elena López Riera ha debutado en la Quinzaine des Réalisateurs con su ópera prima El agua, consiguiendo el primer gran éxito de crítica y público para nuestro cine.
‘El agua’ de Elena López Riera
En las dos proyecciones de El agua en el Theatre La Croissette la directora alicantina y su equipo han recibido sendas ovaciones. Una acogida bien merecida, no cabe duda. El de López Riera es un éxito consciente, fruto de un trabajo constante. Experimentada en el cortometraje documental con sus trabajos anteriores, ya ha estado presente en los festivales europeos más importantes. De hecho El agua fue seleccionado en la residencia de la Cinéfondation du Festival de Cannes. Pueblo también se presentó en la Quinzaine des Réalisateurs en 2015, Las vísceras en el Festival de Locarno y Los que desean obtuvo el Pardino d’Oro en el Festival de Locarno en 2018.
‘El agua’ es una coproducción francesa-sueca-española, un indicio más de la consciencia de López Riera a la hora de proyectar alto lo que viene a decir.
El agua ocurre en Orihuela, localidad alicantina de 78.000 habitantes que más tiene de pueblo que de ciudad. A la vez es más próxima a Murcia que a Valencia, de hecho comparte con esta región el paso del río Segura en busca de la desembocadura en Guardamar del Segura. Es, precisamente, el río el elemento que condiciona la orografía, y con ello la planificación urbanística de este municipio. También es el elemento central del filme de López Riera. De hecho el desbordamiento del caudal del río ha condicionado la vida de los habitantes de esta localidad desde que se tiene registro en el siglo XIV, pasando por la riada de Santa Teresa en 1879 hasta la última catástrofe de 2019.
Con el fin del verano llega la gota fría. Cuenta la leyenda que algunas mujeres de esta localidad son predestinadas a desaparecer en cada inundación del río Segura cuando “sienten el agua dentro suyo”. Ana, Luna Pamiés, la protagonista de El agua, también lo siente. Es verano, un grupo de adolescentes mata las tardes de Calígula a orillas del río o en el Palmeral mientras comparten sus proyectos de empezar una nueva vida en otro lugar. Entre ellos se encuentra Jose, Alberto Olmo, que de vuelta en el pueblo se ve obligado a aprender los oficios del padre yendo a la huerta, a la obra y a los concursos de colombicultura, una afición muy autóctona en esta región. Pero pronto Jose escapa al control del padre enamorándose de Ana. Un amor prohibido cuando se trata de leyendas hechas estigmas por culpa de las habladurías de las gentes del pueblo. Y es que Ana, su madre, Barbara Lennie, y la abuela, Nieve de Medina, viven apartadas del pueblo en el alto de un restaurante de carretera al que no acude nadie. Madres jóvenes las dos últimas acostumbradas a pelear por su matriarcado. La abuela confiesa a la nieta que respiró aliviada cuando murió su marido, aquel que nada más casarse se convirtió en un salvaje que la golpeaba. La madre sigue buscando a su compañero de vida y que, necesariamente, habrá de ser un forastero que no la juzgue y que no la tema. Ana, muy a pesar del perfil individualista de la juventud actual, pasa tiempo con la abuela, busca a su madre y piensa en la leyenda.
Elena López Riera recorre los lugares de su ciudad natal, se fija en las gentes, sus hábitos, sus modos de relacionarse, de hablarse. Y construye desde la autenticidad de ser y estar de lo autóctono una historia de amor adolescente predestinado por el peso de la superstición.
Es así como la protagonista de El agua debe llevar a cabo su particular catarsis y desprenderse de la maldición que acecha a las mujeres de su familia. López Riera desdibuja los límites entre la realidad y lo fantástico acercando literal y metafóricamente a su protagonista a las aguas del Segura. Es así como Ana lucha por romper con la tradición familiar, de crear otro camino, tener otra opción y en primer lugar demostrarse a sí misma que es libre a pesar de su condición como mujer.
Resulta toda una audacia constatar como López Riera conjuga el formato de la entrevista a cámara del documental con la ficción. También como asienta el relato en la noche, en el seno familiar, su consciencia del tiempo, el transcurso del verano en este caso.
Primero fue Carla Simón, luego Lucía Alemany, Clara Roquet, y ahora Elena López Riera. Todas ellas constatan que hay un nuevo cine de directoras valencianas y catalanas dispuestas a contar sus historias haciendo de la sensibilidad por la realidad que las rodea su seña de identidad.
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