‘Beau tiene miedo’, vuelta a casa de mi madre

Era verano de 2018 cuando llegaba a las salas de todo el país una película independiente americana de terror llamada Hereditary, que muchos críticos se atrevieron a calificar en aquel momento como “la mejor película de terror del siglo XXI” y la mejor del género desde El exorcista de William Friedkin. Cuando quien esto firma la vio por primera vez en su día le pareció una buena película de terror, ciertamente original y menos convencional de lo que esperaba, y que aportaba una perspectiva distinta al género, pero sin compartir el entusiasmo con el que la recibió la prensa especializada. Esa primera opinión cambió con un segundo visionado realizado hace un año, y actualmente la considera una gran película. Ahora, y a falta de que un servidor conceda una segunda oportunidad a Midsommar, el director Ari Aster estrena su tercer largometraje, Beau tiene miedo, protagonizado por Joaquin Phoenix en el papel de un hombre con varias aflicciones que, tras enterarse de que su madre ha fallecido aplastada por una lámpara, deberá emprender una odisea hacia su casa con tal de que pueda tener lugar el funeral de ésta.

A juzgar por el resultado final, parece que en esta ocasión A24 ha concedido libertad total a Aster para hacer literalmente lo que le viniese en gana. Porque Beau tiene miedo es una película tan demencial, tan loca y con tal variedad de registros -es un viaje (porque la película es eso, un viaje) que transita constantemente entre lo real y lo surreal- que se sitúa a medio camino entre el más absoluto ridículo y la más absoluta genialidad, dejando sin duda mucho que procesar tras su visionado. Los detractores de los dos trabajos anteriores del director se lo pasarán en grande, porque tendrán la sensación de que el cineasta ha cavado su propia tumba de la manera más evidente posible, pero para quien escribe estas líneas Beau tiene miedo es una película que, a pesar de tener algunos momentos ciertamente masturbatorios y otros tantos en los que el director se sobra -hay también secuencias en las que uno se ríe y no sabe si es del sentido del humor de Aster o de vergüenza ajena-, resulta fascinante e hipnótica durante gran parte de su metraje, haciendo que el espectador vea con interés las idas y venidas de la relación maternofilial que transcurre en pantalla, a lo que conviene sumar una primera hora que deja asimismo claro que el director sigue siendo un virtuoso desde la puesta en escena. En definitiva, una película llamada a dividir opiniones, que unos amarán y otros despreciarán, que resulta del todo inclasificable y que salta al vacío sin red hasta el punto en el que se hace difícil dilucidar si supone un suicidio o un nuevo comienzo, haciendo a su vez que el espectador se pregunte si realmente no debemos aplaudir propuestas sin sentido del ridículo como la que aquí nos ocupa. En cualquier caso, vean y opinen.

Miquel Felipe
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Graduado en Cinematografía por la ESCAC y en contacto con el CineClub Vilafranca desde mi infancia, empecé a reseñar películas en Internet a la edad de nueve años, labor que he continuado hasta el día de hoy. Aunque suelo ver todo tipo de propuestas, siento especial fascinación por los siguientes géneros: la ciencia ficción, el cine fantástico, el terror y el cine negro.

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