El 30 de noviembre de 2006 murió en un centro médico de Reno (Nevada) una mujer que había ingresado por un derrame cerebral. Esa mujer era posiblemente la compositora cinematográfica más reconocida de Hollywood, se llamaba Shirley Anne Walker y había nacido 61 años antes en Napa (California). En marzo de ese mismo año también había fallecido, tras una larga batalla contra el cáncer, su marido Don Walker, hombre muy relacionado con la industria cinematográfica.
Algunos de los más importantes periódicos estadounidenses se hicieron eco de su prematura desaparición. En Los Angeles Times alguien escribió que Walker sería recordada como una pionera en la composición de bandas sonoras y, sobre todo, como la “primera mujer que orquestó partituras de películas importantes”. Al otro lado del océano, The Times también recogió la noticia y aprovechó para recordar que fue “muy admirada por irrumpir en el género de las películas de acción, creando así un precedente para otras mujeres”.
Algunos de sus colegas, muy especialmente mujeres compositoras más jóvenes que ella, también dejaron sentidos testimonios de condolencia:
La pérdida de Shirley Walker es devastadora. Fue un modelo de valentía y una de las grandes compositoras de nuestro tiempo. Es una tragedia personal y para toda nuestra comunidad… Ella estaba en la cúspide de quienes hacen música en Hollywood, e igualmente importante, estaba en la cúspide del pequeño grupo de mujeres compositoras de nuestra profesión. El mejor tributo que podemos hacerle a Shirley es seguir abriendo espacios, creando conciencia y oportunidades para las compositoras.
Laura Karpman, compositora
A juzgar por las fotos que de ella quedan, Shirley Walker era una persona risueña. Muchas de estas fotos nos la muestran batuta en mano y, en algunas ocasiones, dirigiendo la orquesta. Tras este aspecto alegre, sereno y optimista se escondía una resuelta determinación que la llevó a encarar su profesión rompiendo moldes. Y es que hasta entonces se presuponía que las mujeres compositoras estaban destinadas a escribir solo partituras delicadas, pero ella se encargó de demostrar que podía ser tan energética y vigorosa, musicalmente hablando, como cualquiera de sus más cualificados colegas masculinos.
Si tuviéramos que resumir en una sola pincelada la obra de Shirley Walker, esa pincelada podría ser la poderosa y sombría música que acompaña a Batman en la serie televisiva Batman the Animated Series. En 1992 la Warner decidió extender el éxito financiero que había obtenido tres años atrás con el Batman de Tim Burton (1989), así que estrenó una serie de 85 capítulos de dibujos animados dedicados al hombre murciélago. En las primeras entregas el tema principal de su banda sonora era el que Danny Elfman había escrito para la película de Burton. Un tema heroico y atormentado que giraba en torno a un leitmotiv de esas cinco notas que desde entonces sirven para identificar a Batman (la-si-do-fa-mi).
Por alguna razón la productora decidió darle un aire distinto a la música de la serie y, después de varios episodios, pidieron a Shirley Walker (colaboradora de Elfman) que compusiera materiales musicales nuevos para acompañar las renovadas aventuras nocturnas del superhéroe. Así que, si musicalmente hablando, a Elfman puede considerársele el papá de Batman, Shirley Walker bien podría ser su mamá.
Los testimonios de quienes colaboraron con Shirley Walker en esta serie animada dejaron constancia de los cuidados musicales que la compositora prodigó al misterioso habitante de Gotham. El compositor y diseñador de sonido Russel Brower, colaborador de Walker y ganador de tres premios Emmy, detalla el mimo con el que trabajaban, poniendo de relieve la faceta más solidaria e inspiradora de la compositora estadounidense.
Tuve el privilegio de colaborar con ella como diseñador de sonido en Batman: la serie animada. De la legión de compositores y directores musicales con los que trabajé en proyectos de Warner durante esos años, Shirley fue la única persona que vio conmigo cada fotograma de cada episodio, determinando como equipo, la mejor manera de abordar cada escena. Tratamos música y sonido juntos, como colaboradores y no como rivales. Esto afectó profunda y positivamente no solo a esta serie, sino a toda mi experiencia creativa. Más tarde, cuando me convertí en compositor y director musical, reflexioné mucho sobre su ejemplo.
Talento al servicio de los superhéroes
Shirley Walker (de soltera, Rogers) nació en 1945 en Napa, una pequeña ciudad situada en la bahía de San Francisco. Cuando todavía asistía a la escuela secundaria fue fichada como solista de piano por la San Francisco Symphony, lo que da una idea del grado de virtuosismo de la todavía adolescente. A finales de la década de 1960 comenzó su carrera para la industria audiovisual, componiendo música para jingles publicitarios y en 1979 le llegó su primera gran oportunidad al ser contratada para programar y tocar sintetizadores en Apocalypse Now de Francis Ford Coppola.
Para entonces Walker, que había sido alumna de prestigiosos profesores como Roger Alfred Nixon y Harald Logan en la Berkeley University, era una joven con una educación musical exquisita y una evidente capacidad para asumir cualquier tarea. Con este bagaje no le fue difícil encontrar trabajo en series de televisión como Falcon Crest y prestar su probada solvencia en títulos clásicos de películas comerciales como Ghoulies (Luca Bercovici, 1984). Pero donde de verdad encontró su sitio fue en las series de televisión dedicadas a los superhéroes.
Walker fue requerida para otras populares series de animación producidas por la Warner, varias de ellas dedicadas a su querido Batman y alguna a Superman. Dos de estas series (Batman: The Animated Series, 1992 y Batman Beyond, 2001) le proporcionaron sendos premios Emmy y con otras, como The New Batman Adventures (1997) consiguió varias nominaciones. Su nombre aparece también en los créditos del largometraje animado Batman: Mask of the Phantasm (1993) y The Batman/Superman Movie (1998).
Una compositora integrada en la industria
Cuando Dan Foliart, presidente de la Sociedad de Compositores y Letristas, (SCL) tuvo que glosar la figura de la compositora con motivo de su muerte, resaltó su enorme capacidad de trabajo y la alegría con que lo llevaba a cabo en sus variadas facetas (dirección, orquestación y composición), sin pasar por alto su inquebrantable defensa de los derechos de los compositores. Walker perteneció a la SCL, era miembro de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas y de otras organizaciones profesionales, en las que ocupó distintos cargos directivos.
En la despedida que la SCL tributó a Shirley Walker, Marilyn Bergman, miembro de la junta asesora de esta asociación, quiso hacer hincapié en que habían perdido a una de las pocas mujeres compositoras que habían acertado a romper el techo de cristal, tanto en el cine como en la televisión.
Su temprana desaparición le impidió integrarse en una asociación con la que se habría sentido plenamente identificada: la Alliance For Women Film Composers, que surgió en 2014 con la intención de visibilizar la aportación de las mujeres compositoras para la imagen. No obstante, S. Walker tuvo una evidente influencia, tanto profesional como personal, en Laura Karpman, Lolita Ritmanis y otras promotoras de esta alianza, para quienes su sorpresiva muerte fue muy traumática.
Segundona de lujo
Con bastante frecuencia el nombre de Shirley Walker no figura en los créditos de películas a las que prestó su talento componiendo, arreglando y/o dirigiendo. En otras ocasiones aparece eufemísticamente como autora de “temas adicionales”, aunque todo el mundo supiera que buena parte de los materiales y de las orquestaciones eran suyas. Finalmente, tampoco es infrecuente ver su nombre en segundo lugar cuando comparte autoría, sin que estemos totalmente seguros de que su trabajo fuera realmente secundario respecto al del varón que la antecede.
La colaboración de Walker con compositores-estrella fue otra de sus constantes. Asistió a Danny Elfman como orquestadora y directora en películas de gran renombre como Batman y Eduardo Manostijeras (Tim Burton, 1989 y 1990 respectivamente) o Dick Tracy (W. Beatty, 1990). También Hans Zimmer contó con su ayuda en varias películas, incluidas Llamaradas (Ron Howard, 1991) y Mentiras arriesgadas (James Cameron, 1994). En todas estas películas, y en otras, el genio de estos dos grandes compositores lució más si cabe, gracias al trabajo gris (siempre minucioso y sobresaliente) de esta señora con pinta de afable ama de casa. En una entrevista Walker dijo esto respecto a la banda sonora del Batman de Tim Burton:
Cuando Danny (Elfman) y yo terminamos de grabar la primera partitura de Batman en Londres, habíamos trabajado con la orquesta durante un número récord de sesiones. Olvidé el número exacto, pero fueron más de las que cualquier compositor había utilizado para grabar una banda sonora antes… Cuando volví otra vez para grabar en Londres, el mezclador de sonido, Peter, me enseñó la cancha de tenis que había pagado con lo ganado en esas sesiones.
Se dice que Shirley Walker es la mujer que ha compuesto la banda sonora de más películas para los grandes estudios. Es muy posible que sea cierto. Tan cierto como que a alguna de estas películas le llegó, por accidente e in extremis, siendo contratada para enmendar el trabajo de varios ilustres colegas masculinos. Una de ellas fue El corcel negro (Carroll Barlard, 1979) cuya banda sonora le había sido encomendada a Carmine Coppola, padre del afamado F. F. Coppola. Walker cumplió con su trabajo, pero su nombre no aparece en los créditos del IMDb.
En Hombres misteriosos (Kinka Usher, 1999) la compositora californiana acudió esta vez al rescate del compositor inglés Stephen Warbeck, quien un año antes había obtenido un óscar con su partitura para Shakespeare In Love. Tampoco en esta ocasión consiguió que su nombre figurara en los créditos, algo de lo que se dolió la compositora en una entrevista:
En ‘Mystery Men’ me llamaron cuando la estaban doblando, diez días antes de la masterización, porque pensaron que la película no era divertida con la partitura existente… Al final del primer día los editores musicales, los productores y yo misma teníamos notas sobre lo que creíamos que era posible abordar en el poco tiempo del que disponíamos. Fue muy delicado. Me pidieron sustituir una partitura preexistente y luego mantuvieron en los créditos el nombre del primer compositor.
Cuando, por fin, tuvo la oportunidad de estampar su firma como única compositora en largometrajes, las propuestas que le llegaron no fueron precisamente obras aptas para su lucimiento. Se trataba, más bien, de filmes comerciales de acción, terror o ciencia ficción que no aportaron gran cosa al séptimo arte, aunque alguno de ellos tuvo bastante éxito en taquilla, como en el caso de Destino final, un clásico del terror adolescente con varias secuelas cada una peor que la anterior. S. Walker escribió partituras muy solventes para las tres primeras, que compitieron en desventaja con los abundantes efectos sonoros, como ella misma reconocía:
Soy muy consciente de que me contratan para escribir una música que aparece casi siempre detrás de los efectos especiales de sonido.
En otra de las películas que abordó en solitario, Memorias de un hombre invisible (John Carpenter, 1992), el guion era tan flojo que hizo naufragar una buena banda sonora. Y así podríamos seguir con sus otros (no muchos) largometrajes que llevan exclusivamente música suya.
Una de los pocos de las pocas ocasiones en las que el buen hacer de S. Walker se vio recompensado con un guion más que aceptable y una buena realización fue en Batman: la máscara del fantasma (1993), una película de animación, injustamente olvidada, cuando no desconocida. Nadie como Walker conocía el alma del héroe de Gotham y, por lo tanto, nadie mejor que ella para escribir la música que acompaña sus escapadas nocturnas.
Un olvido doloroso
El domingo 23 de febrero de 2007 en la gala de los Óscar la actriz Jodie Foster presentó la emotiva sección que se repite cada año en memoria de los miembros de la industria cinematográfica fallecidos el año anterior. Entre los desaparecidos estaban el actor Glenn Ford, el director Robert Altman y el compositor norteamericano de origen griego Basil Poledouris. Incomprensiblemente Shirley Walker fue ignorada en este acto, a pesar de las protestas de sus amigos y colegas, que intentaron en vano que fuera incluida, hasta pocas horas antes de la ceremonia. Según la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, su exclusión fue una “decisión difícil” que se tomó para que la sección no se pasara del tiempo establecido. Sin embargo, y a modo de desagravio, unas semanas después Walker recibió un merecido homenaje que le tributó la Warner, que incluyó una presentación especial con clips de películas, fotografías y recuerdos de amigos y compañeros de trabajo.
Shirley Walker fue plenamente consciente de que su vida profesional estuvo condicionada por una sutil barrera (de género, naturalmente) que le impidió brillar a la misma altura que sus compañeros masculinos. Obstáculo éste que la persiguió más allá de su desaparición, como quedó patente en la ceremonia de los Óscar de 2007. A menudo se rebeló contra su papel de cualificada segundona, aunque, en algunas ocasiones es cierto que encontró el apoyo de sus afamados compañeros, como sucedió con Danny Elfman, algo que ella supo reconocer y agradecer con la discreción y elegancia que la caracterizaron:
Cuando Danny me pidió que escribiera música para Razas de noche (Clive Barker, 1990), le expliqué las ideas que se me ocurrieron para no aparecer en los créditos finales con el sambenito de “música adicional”. Necesitaba su apoyo para que se me reconociera mi trabajo y gentilmente me lo dio.
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