Con el pulso férreo de quien conoce algo desde las entrañas usa Florian Zeller, director de teatro y ahora de cine, el ilusionismo en el montaje de El padre, una de las más notables películas que nos ha dejado este estéril 2020. Su diferencia respecto a otros films sobre el Alzheimer, enfermedad que ha interesado a varios guionistas en los últimos años, es su inteligentísima manera de incluir al espectador dentro de la película para hacerlo sentir como el protagonista: perdido, confundido e incluso maltratado por un entorno sinsentido y unas personas cambiantes. Una dolorosa genialidad que trastoca nuestra percepción y nos conecta con un extraordinario Anthony Hopkins en uno de los papeles de su vida.
El padre se centra en el declive de Anthony, un hombre siempre independiente y mordaz que empieza a padecer los signos de esta enfermedad neurológica, y la relación con su hija Anne (Olivia Colman), quien cuida de él. A distancia de otras películas como Siempre Alice (2014) donde las penas derivadas del Alzheimer desfilan ante nosotros como una enumeración o El hijo de la novia (2001), en cuya historia la enfermedad tiene un papel secundario a pesar de todo, la cinta de Zeller pone foco en este mal desde dentro: entenderemos qué hay en la cabeza del protagonista y veremos lo que él ve, llegaremos a pensar lo que él piensa a través de cambios actorales y del espacio. Así mismo, el film se aleja con gusto de otras películas como Remember me (2019), protagonizada por Bruce Dern, o El diario de Noa (2004), la famosa película romántica de Rachel McAdams y Ryan Gosling, debido a su intención veraz: los ancianos no tienen por qué volver a recordar su vida tras contarles una bella historia o tener ganas de vestirse y perfumarse como si la enfermedad no estuviera haciendo mella en sus mentes. En El padre, el mal de Alzheimer provoca la pérdida de la razón, la decadencia, el olvido, el llamar a nuestra madre como niños desesperados pese a contar con 80 años de vida.
La distribuidora del film en España, A Contracorriente, ha querido centrarse en una campaña donde se evita el uso del famoso término de origen alemán (algo comprensible para evitar alejar a los más sensibles de ver el largometraje) y donde se ensalza el valor de los intérpretes, dos actores de Óscar (Hopkins lo ganó en 1992 por El silencio de los corderos y Colman en 2019 por La favorita). Junto a ellos, completan el espléndido reparto Imogen Poots, Rufus Sewell, Olivia Williams y Mark Gattis, quienes se turnan en escena para confundir a Anthony y al espectador.
Con 82 años, el actor de Leyendas de pasión se embarca en un papel complejo, con muchos matices propios de la edad y del peculiar carácter del protagonista que, por qué no, podría valerle una nueva nominación al Óscar después de la que obtuvo en 2019 con Los dos papas.
Todo aquel que cuente con algún familiar con Alzheimer se sentirá identificado con las situaciones dadas en El padre: desde los despistes iniciales hasta la sensación de que cualquier objeto no encontrado ha sido hurtado, pasando por la desconfianza y la pérdida de la orientación. La empatía y sencillez de Olivia Colman como paciente hija acaban de redondear este duro relato, también necesaria aflicción, sobre cómo una mente va desconectando progresivamente de la realidad.
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