‘Mortal engines’, batalla épica por la supervivencia en una Tierra postapocalíptica

Peter Jackson apadrina la adaptación cinematográfica del bestseller Máquinas mortales, en el que las ciudades del futuro lucharán entre sí en un mundo asolado de escasos recursos

La fórmula adolescente ambientada en universos post-apocalípticos sigue ofreciendo nuevas historias con las que acercarse a los miedos de la realidad actual a través de sociedades distópicas. Mortal Engines (Christian Rivers, 2018) nos sitúa en un mundo devastado donde ciudades depredadoras luchan por la supervivencia alimentándose a su vez de otros pueblos o urbes andantes a los que persiguen en su rumbo por el planeta.

La película cuenta con un padrino de excepción: Peter Jackson, que ejerce de productor y coguionista, dejando la dirección a Christian Rivers, que aborda su segundo largometraje. Tras sus éxitos con las sagas de El Señor de los Anillos (The Lord of theRings, Peter Jackson, 2001-2003) y El Hobbit (The Hobbit, Peter Jackson, 2012-2014), se lanzó a la distopía juvenil con la adaptación cinematográfica del bestseller Máquinas mortales (2001), de Philip Reeve. Se trata de un nuevo universo fascinante, a caballo de la fantasía y la ciencia ficción, en el que dos jóvenes buscan sobrevivir de las garras del villano, Thaddeus Valentine (Hugo Weaving), líder de la revolución que desencadena una guerra entre las principales potencias de la Tierra, y salvar a la humanidad de su destrucción. El relato de Mortal Engines parte de un dilema universal muy potente: la venganza por el asesinato de una madre. Huérfana desde temprana edad, la protagonista Hester Shaw (Helma Hilmar) intentará dar caza al hombre que la mató, aunque por ello deba sacrificar su vida. Alguien se interpondrá en su camino, el joven inocente e idealista Tom Natsworthy (Robert Sheehan), que en su inesperado viaje permanecerá a su lado para ayudarla.

La historia nos remite a un futuro lejano, en el siguiente milenio, en el que la humanidad se encuentra al borde de la extinción y solo unos cuantos supervivientes siguen en el planeta en busca de recursos con los que abastecerse. Sorprende que en la denominada Era de las Grandes Ciudades Depredadoras del Oeste todavía se mantengan los polos opuestos que definen a grandes rasgos Occidente y Oriente en pleno siglo XXI. En Mortal Engines esta dualidad queda especialmente subrayada cuando se presenta en todo su esplendor el lugar donde está asentada la Liga AntiTracción, la antítesis de las ciudades depredadoras. Occidente, con la temible y magnánima ciudad tracción de Londres al frente, está rodeado de un paisaje árido en el que prima la industrialización y adolece de una visión más cortoplacista en cuanto a suministros propios, mientras que Oriente disfruta de un paisaje más rico y luminoso, la naturaleza brilla con luz propia y potencia las energías renovables pensando en un futuro más a largo plazo. Dos modos de vivir que chocan violentamente: las ciudades asiáticas, adalides de una sociedad pacífica y un modelo de construcción acorde con el entorno, y las ciudades occidentales, reducidas a conglomerados de edificios y monumentos de antaño, como el Big Ben o la Catedral de San Pablo, en los que apenas caben unos pocos habitantes más y que sufren la escasez tanto de víveres como de recursos energéticos.

La historia nos remite a un futuro lejano, en el que la humanidad se encuentra al borde de la extinción y solo unos cuantos supervivientes siguen en el planeta en busca de recursos

Y entre los dos mundos, un muro. Una barrera que los separa y que será el foco de la lucha final por la supremacía en la Tierra. Pese al esfuerzo, la historia padece de un cierto toque maniqueo en cuanto a la idealización de la cultura asiática, convirtiéndola en estandarte de todo lo bueno, vilipendiando de este modo las rudas maneras de los occidentales, retratados como obsesos de la destrucción y del acopio de recursos de todo tipo.

El film también se postula como una crítica del uso de energías de alta potencia, cuyas características recuerdan a las energías nucleares de nuestro siglo por su elevada peligrosidad, así como de la incapacidad de las personas para ejercer el control necesario. En este sentido, Mortal Engines va más allá y se sirve del villano para exponer un error muy común en los humanos: olvidar de dónde venimos para saber hacia dónde ir. Así pues, vemos cómo Valentine presume de no atender a las enseñanzas de la historia y renegar del pasado, mostrando niveles elevados de ignorancia y temeridad, fruto de una ambición sin límites.

Lídia Oñate
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Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu Fabra y Máster en Dirección de Redes Sociales y Marketing Digital por Fundeun – Universidad de Alicante. Actualmente me encuentro inmersa en la distribución cinematográfica, un sector que vivo de lleno desde la comunicación y el marketing. Me encantan las bambalinas del mundo televisivo y cinematográfico, viajar (tanto cerca como lejos), hacer fotos de paisajes y gastronomía que luego irán a mi Instagram, disfrutar con la Historia y echar una partidas al Monopoly, la Play o lo que se tercie. Porque sí, la diversión en la vida es importante. Y el cine ayuda. Me podéis contactar en lidiaonate@industriasdelcine.com.

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