‘Misión Imposible’: el hombre que podía volar

Tom Cruise ha desfilado de nuevo por el Olimpo del blockbuster. El cine de acción vive un período de sacudida, y de tanto en tanto resucita de entre los escombros. Tanto el cuarto John Wick como esta última entrega de Misión Imposible (ambas comparten una exquisita escena central en una fiesta que congrega y disgrega a los personajes) exaltan los gestos cinematográficos desde la artesanía y la fisicidad, con sus respectivos héroes masculinos al pie del cañón. Esta producción es rigurosa con sus recursos, mide el humor, es tremendamente efectiva en cuanto a realización y prodigiosa en lo que respecta al ritmo narrativo. Cruise, el héroe analógico por antonomasia suspendido en un entorno digital, como estudian Xavier Pérez y Núria Bou, reclama la dimensión más esencial del cine, en tanto que este establezca un pacto con la materia prima de lo real. A efectos prácticos, estamos a un paso de las teorías de André Bazin, reacio al empleo del montaje si no es estrictamente necesario y animado por la afinidad del cine para instaurar una continuidad con la vida misma. A esta voluntad se le opone la genial reformulación de un villano invisible y farsante, clarísima alusión a lo que en nuestra época, marcada por el despliegue de la inteligencia algorítmica, consideramos como verdad. Hablamos pues de una película lustrosa, espectacular y ecuánime, pero que también se toma su tiempo en pensar las imágenes que la componen, actualizando la película seminal de Brian de Palma. Es una ampliación perfeccionada del primer capítulo de la saga, con todo lo que había condensado en él, y certifica lo que el director de Blow Out intuye: las imágenes contemporáneas le dan la espalda al tiempo y han devenido un arte de lo falso, como escribe Sergi Sánchez. Las grandes certidumbres han precedido a verdades aparentes, diluidas y fantasmagóricas, y M.I. Sentencia Mortal: Parte I es un ejemplo propicio de que no es necesario recurrir siempre al cine de autor para decodificar la realidad.

Así como Indiana Jones y el Dial del Destino se queda a medio gas a la hora de sugerir la nostalgia o de ensalzar la mitología del protagonista, enterrándolo bajo una arquitectura digital que lastra el movimiento y la épica (imperdonable la máscara de rejuvenecimiento, herramienta que entiende la vejez como una tara), John Wick y M.I. Sentencia Mortal: Parte I se erigen como grandes conjuntos móviles, expansivos y concentrados al mismo tiempo. Cruise vuelve a ponerse en la piel de Ethan Hunt para acometer, y de qué modo, la parte más acrobática y muscular del cine, como ya realizara hace cien años el Buster Keaton más osado. McQuarrie emplea la estrategia de los primeros planos y del plano holandés como sostén de la tensión, procedimiento que dominan muy bien cineastas como Kathryn Bigelow. Sin embargo, proclamar al actor neoyorquino como un salvador es un enunciado pesimista, pues da a entender que los filmes sólo pueden celebrarse en el momento estrictamente actual de su aparición. Y el deseo que la película arroja al espectador, y que de él depende el modo de corresponderlo, es que se lance a ver rápidamente clásicos como El Maquinista de la General.

En un contexto donde el mainstream es proclive a hipertrofiarse en todos los sentidos, desgastando la fascinación del público e intentando delimitar forzosamente la diferencia respecto al consumo casero, la dupla McQuarrie-Cruise, secundada por un elenco de lujo, nos reaniman un espíritu cinéfilo prístino y reverdecen una mirada inocente. Las set pieces, que se esparcen por la pantalla en una trama apoyada en una amenaza global, son colosales, ya que están excepcionalmente preparadas y controladas. El salto mortal en motocicleta por el acantilado es una de las escenas más increíbles imaginables, ejecutada por un individuo que, a su manera, está escribiendo historia del cine. Es lo más parecido a una montaña rusa que el cine contemporáneo esté a disposición de ofrecer. También, el tercer acto es un alarde de virtuosismo, imaginación y edición, así como la persecución automovilística en Roma, que no renuncia a una escritura que la tiña de originalidad.

Lo que nos brinda este intérprete es un extraordinario regalo para los sentidos, una fiesta escapista hilada en un guión muy bien alambicado y que no pierde fuelle en ningún momento. Nunca será suficiente para agradecerle su compromiso con la audiencia y la industria.

Arnau Martín Camarasa
Acerca de Arnau Martín Camarasa 17 Articles
Estoy terminando de cursar el Grado en Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra, y me estoy especializando en el análisis cinematográfico. Formo parte del itinerario de Teoría, con el objetivo de llevar a cabo el Máster que ofrece la entidad sobre cine contemporáneo, realizar una tesis doctoral y ejercer la docencia. Me apasionan la historia del cine y su actualidad, así como practicar la crítica y pensar las películas. He hecho prácticas con Manu Yáñez en su revista Otros Cines Europa, escribo un artículo mensual para el blog Insidemedia y a día de hoy me encuentro avanzando el Trabajo de Fin de Grado, en forma de ensayo escrito. Escribo diariamente en Letterboxd sobre todo lo que veo. Fanático de Woody Allen, Ingmar Bergman y Apichatpong Weerasethakul.

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