Vuelve Sacha Baron Cohen; vuelve Borat.
Y lo hace en el momento más oportuno posible, pero también en el más oportunista. ¿Cómo es que el regreso de Sacha Baron Cohen puede ser las dos cosas a la vez? Pues bien, en este extraño y duro año 2020 parece que el humor no tiene cabida. La sociedad ha llegado a tal nivel de encorsetamiento, de ofensa y censura ante todo lo subversivo, que precisamente en estos tiempos tan difíciles en los que el humor se hace necesario, e incluso diría vital para hacer más llevadero el día a día, escasea. De este modo, la nueva entrega del reportero kazajo supone un soplo de aire fresco, y pese a que detesto la expresión, Borat: Subsequent Moviefilm adquiere la figura de película necesaria. Sí, necesitábamos a alguien que rompiera con los tabúes establecidos (aparentemente, cada vez son más), y con esa incapacidad contemporánea por la sátira, la burla o la parodia. Así pues, Sacha Baron Cohen se convierte, ahora más que nunca, en el bufón de una corte enferma. Por otro lado, sí que se le puede criticar el oportunismo al autor, ya que su estreno coincide con las elecciones presidenciales en USA, y la cinta tiene un claro objetivo de derribo hacia el Partido Republicano; es decir, Borat 2 no deja de ser propaganda política antiTrump, muy divertida, eso sí; pero hubiera preferido que la segunda venida de este peculiar personaje hubiese estado motivada estrictamente por razones humorísticas. En resumen, Borat 2 tiene como mayor finalidad decirle al espectador estadounidense: “no votes a Trump”.
Si bien es cierto que la primera entrega estrenada en 2006 estaba influenciada por filmes documentales de la época que cuestionaban la cultura americana como Fahrenheit 9/11 (2004), Super Size Me (2004), y si me apuran, de esa cinta de ficción con un tono documental que fue Fast Food Nation (2006), aquí directamente Sacha Baron Cohen parece Michael Moore encarnado. Lo que antes era influencia, aquí se convierte en contaminación. No se deja que el espectador piense por sí mismo, y tome sus propias decisiones, sino que se le pretende aleccionar, y el humor siempre tiene que ser un canto a la libertad, y si no hubiera las elecciones, lo más probable es que el artista británico no hubiese caído en este error; ese exceso de motivación empaña el resultado final.
Con todo, estamos ante una gran comedia, pero inferior a la primera parte debido a que pierde el factor sorpresa; la mezcla de realidad y ficción no está tan balanceada, ya que aquí parece más un filme de ficción con un pequeño toque de realidad; no está Larry Charles a la dirección, y se nota… Asimismo, la hija de Borat le roba protagonismo, y no es lo mismo ver todo el tiempo a Sacha Baron Cohen como estrella absoluta (como así sucedió en la primera entrega), a ver cómo la desconocida Maria Bakalova, aunque lo hace muy bien, protagoniza en solitario varias escenas. Pese al empeño de la actriz búlgara, Sacha Baron Cohen es el alma de Borat, y tenerlo menos tiempo en pantalla no es algo positivo.
Por momentos, parece que estamos ante una obra maestra (como así fue el filme de 2006), pero ciertos altibajos en el ritmo, en gran parte por lo comentado anteriormente, hace que esta nueva incursión este un peldaño o dos por debajo de la primera entrega. El seguidor de Borat se verá recompensado aquí debido al enorme carácter continuista que podemos apreciar en gags y personajes que hacen referencia a lo visto en Borat 1. Es más, pese al aire de panfleto que rodea a esta segunda entrega, Sacha Baron Cohen es capaz de hilvanar con mucho estilo ambas películas, ya que hace 14 años había una escena en la que el reportero kazajo hacía sus necesidades delante del Trump International Hotel and Tower. De esta manera, Trump se convierte en “protagonista” en la sombra de ambos filmes.
Sacha Baron Cohen rescata a uno de sus personajes con más solera, con permiso de Ali G, y esta vez da todavía más rienda suelta por su afición por el disfraz, convirtiéndose aquí en una especie de Peter Sellers y Mortadelo, ya que el nivel de transformismo del humorista londinense acaba casi en lo compulsivo. Hay escenas muy conseguidas como las de Mike Pence (actual Vicepresidente de USA) y Rudy Giuliani (abogado de Trump y exalcalde de Nueva York), sobre todo esta última en la que vuelve el mejor Borat; el que es capaz de mezclar ficción con realidad y sacar los colores a todo el mundo. Asimismo, destaca ese guiño a Sospechosos habituales (1995), a pesar de que ya había sido usado con anterioridad por Leslie Nielsen en ¡Vaya un fugitivo! (1998), y los hermanos Wayans en Scary Movie (2000).
Borat: Subsequent Moviefilm se muestra como una película muy de 2020, puesto que en ella aparecen temas de rabiosa actualidad, y entre ellos destaca la presencia del Covid-19. Podemos ver como tanto el gobierno estadounidense como la propia sociedad combate el dichoso virus, siempre con el humor de Sacha Baron Cohen revoloteando por la zona. En definitiva, estamos ante una cinta francamente entretenida, con momentos muy conseguidos, pero con que muestra cierta irregularidad que desmerece un poco al conjunto. Posiblemente, gustará a los fans de este reportero (aunque alguno puede que se vea decepcionado), y espante a aquellos que no pueden con el actor británico. Sacha Baron Cohen vuelve a sus orígenes, después de haber encadenado varios papeles dramáticos (a excepción de la demoledora y corrosiva serie Who is America?, 2018), y nos hace pasar un gran y divertido rato.
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