‘Tenet’ y el poder de atracción de los viajes en el tiempo

Viajar físicamente se ha puesto complicado, pero el buen resultado de ‘Tenet’ nos ha recordado que, como más nos gusta viajar, es por el tiempo.

Neil: Es la paradoja del abuelo…

Protagonista: ¿Y qué solución tiene?

Neil: No tiene solución. Es una paradoja

Si después de ver Tenet (Christopher Nolan, 2020) habéis notado que la cabeza os explotaba, no es Covid19: seguramente la tenéis llena de conceptos como entropía, pinza temporal, inversión, aniquilación, y la ya conocida paradoja del abuelo. Pero antes de meternos en berenjenales físico-cuánticos habría que aclarar que, en nuestra opinión, Tenet es disfrutable como espectáculo cinematográfico, al margen de que se entienda realmente o no.

Aunque la mitad de críticas la han dejado como un peñazo infumable y la otra mitad como la obra maestra del cine del siglo XXI –por no mencionar a los que han aprovechado para señalar las subliminales ideas derechistas de su director-, no es necesario un análisis demasiado profundo para notar que el film se mueve por igual tanto por la vertiente estética como por la del contenido. Aunque nos quedemos con la sensación de que algo se nos escapa si no lo entendemos todo, siempre podemos recurrir a un segundo visionado; en cualquier caso habremos asistido a dos horas y media de ritmo trepidante y proezas visuales, que no es poco.

El protagonista.

No se puede cambiar el pasado, y por eso lo que hacen los protagonistas de Tenet es viajar al pasado para cambiar el futuro. Parece una contradicción, y de hecho, es la gran paradoja de todas las películas de ciencia ficción que tratan los viajes en el tiempo: si actúas en el pasado para modificar el futuro, quizás no sea necesario en el futuro viajar al pasado para cambiarlo, con lo que en realidad no lo habrás modificado.

Esta es la paradoja del abuelo que se explica en la película. Fue formulada por primera vez en 1943 por el escritor francés de ciencia ficción René Barjavel, aunque el concepto ya aparecía en una novela póstuma de Mark Twain de 1910, y no olvidemos que Twain ya hizo viajar en el tiempo a su célebre Yanqui en la corte del rey Arturo en 1889. El enunciado dice que si viajo al pasado y mato a mi abuelo antes de que nazca mi padre, o para ponernos menos dramáticos, impido que mi abuelo conozca a mi abuela, mi padre no habrá nacido nunca y yo tampoco, con lo que no podré viajar al pasado, y como no podré modificarlo, mi padre nacerá y yo también. Entonces podría viajar al pasado, pero… así hasta el infinito.

Otra variante conocida implica que lo que modificamos en el pasado no nos atañe tan personalmente: supongamos que viajamos para evitar que nazca Hitler, o Stalin, o cualquier otro genocida. Lo logramos. Entonces, ¿qué necesidad tendrá nuestro yo futuro de viajar al pasado para cambiar un presente que no habrá sucedido nunca? No lo hará, puesto que no lo conoce, así que los genocidas nacerán y actuarán igual.

Ya en Interstellar (2014) Nolan se las veía con la paradoja, así que, inteligentemente, lo que hacía con su astronauta Cooper era –atención spoiler- darle pistas a su hija para provocar su propia salvación. Si Matthew McConaughey hubiera impedido que su personaje iniciase el viaje (y téngase en cuenta que lo intenta, pero fracasa), nos habríamos topado con la paradoja en toda su crudeza, ya que su yo futuro no lo impediría y el viaje se haría igual.

Cooper en el teseracto.

Lo que hace en realidad Cooper es todo lo contrario: le da las coordenadas del centro escondido de la NASA a su hija para provocar el viaje, ya que este es inevitable, y después los datos del agujero negro que resuelven la ecuación gravitatoria, clave para salvar al mundo. Salvar al mundo implica en este caso su salvación personal, dado que gracias a los mismos datos pueden rescatarlo; y aunque esto no lo puede prever, es una feliz consecuencia de su altruismo.

Así pues, y siendo tan cuidadoso como es Nolan con la paradoja, es curioso que nos sitúe en Tenet en el principio de una, ya que –atención super spoiler-, si el Protagonista es en realidad el fundador de la organización Tenet que impedirá que Sator desate la entropía y destruya el mundo, ¿qué necesidad tendrá de hacerlo, si ha tenido éxito y no ha sucedido? Claro que a lo mejor estamos hablando de líneas temporales paralelas, o de multiversos, con lo que todo esto sí tendría sentido.

Hablando de entropía, otro concepto interesante de la película es el de la inversión temporal. Según se nos explica, objetos y personas pueden invertir su entropía, que es lo que hace posible que las acciones se desarrollen hacia atrás. Al estar basado en un principio científico teórico el concepto deviene posible, y más interesante, cambia la manera de percibir el viaje en el tiempo: no es una teletransportación a un punto temporal concreto, sino que es un viaje de presente a pasado.

A la vez, la inversión temporal contiene el germen de la aniquilación, puesto que si se invierten todos los átomos del universo se produce la destrucción de los mismos. Es decir, cada átomo es uno y, una vez invertida su entropía, su contrario, así que podemos decir que cada átomo contiene lo positivo y lo negativo a la vez… de ahí al bien y el mal, el ying y el yang, la vida y la muerte, el lado luminoso y el lado oscuro, ser capaces de lo mejor y de lo peor: llevamos toda la vida viendo películas que nos intentan explicar precisamente eso sin ninguna coartada científica, y resulta que no solo la hay, sino que lo confirma. ¿No es maravilloso?

En cualquier caso está claro que como espectadores nos encanta viajar en el tiempo. No hay más que ver la cantidad de películas que se han hecho sobre el tema y de las que traemos una selección para darnos cuenta de que, si pudiéramos, nos montaríamos en el primer cacharro que nos ofrecieran para hacer el viaje de nuestra vida. Como si eso pudiera servir de algo…

‘¡Qué bello es vivir!’ (Frank Capra, 1946)

La película de las Navidades por excelencia contiene uno de los supuestos más utilizados por Hollywood: “¿Que hubiera pasado si…?” Creemos que gusta tanto por su final optimista y porque todos queremos ser como el bueno de George Bailey: si no hubiéramos nacido el mundo sería un lugar decididamente peor.

‘La Jetée’ (Chris Marker, 1962)

Considerado como el precursor de toda la ficción moderna sobre viajes en el tiempo, aunque en realidad su huella se deja notar claramente en 12 monos (Terry Gilliam, 1995), este mediometraje heredero de la nouvelle vague fue una revolución narrativa al apoyarse en la fotografía en blanco y negro y el montaje en forma de fotonovela.

‘El planeta de los simios’ (Franklin Schaffner, 1968)

No puede faltar el viaje en el tiempo más perturbador de toda la historia del cine, precisamente porque hasta el final no sabemos que lo es. ¡Y que escena final más memorable! Si por casualidad no la habéis visto, solo desvelaremos que al final Charlton Heston va a la playa… no diremos más.

‘Terminator’ (James Cameron, 1984)

Y sus secuelas, buena la segunda y algo más olvidables las demás. Pero ninguna como la primera, en la Schwarzenagger tenía las líneas de guion justas y la historia sorprendía.

‘El experimento Filadelfia’ (Stewart Raffill, 1984 con producción de John Carpenter)

Un agujero de gusano para transportar un acorazado desde 1943 a 1984. Basado en una teoría conspiranoica no demasiado elaborada, la premisa de la película es mucho mejor y no demasiado alejada de lo que dice la ciencia sobre el tema. La cinta acusa su ochenterismo y, como no, su romance incluido.

‘Regreso al futuro’ (Robert Zemeckis, 1985)

Algo parecido a lo que pasa con Terminator, la segunda parte aún, pero la tercera es manifiestamente mejorable. A pesar de todo, otro clásico moderno y un buen ejemplo de que vigiléis cuando viajéis al pasado, que según que es mejor no tocarlo.

‘Atrapado en el tiempo’ (Harold Ramis, 1993)

Esta puso al pueblo de Punxsutawney en el mapa (fuera de los EEUU, queremos decir), hizo famosa a una marmota (también fuera de los EEUU), nos recordó que Cher cantaba con un tal Sonny en sus inicios, y ya va camino de convertirse en otro clásico navideño. Porque nieva. Como hizo de la repetición narrativa un arte muchas otras la han ido imitando, incluso sin el tono de comedia de la original. Ya avisaremos cuando lleguemos a alguna

’12 monos’ (Terry Gilliam, 1995)

Como mínimo aquí la historia es honesta: viajar en el tiempo no cambia nada. No es que la conclusión nos guste demasiado (ya que hagamos lo que hagamos, todo está determinado), pero si que rompe con ese optimismo que destilan la mayoría de estas historias. Y además, Terry Gilliam siempre es capaz de crear universos fascinantes.

‘Family man’ (Brett Ratner, 2000)

Esta también lleva camino de convertirse en un clásico navideño porque nieva. No, en serio, una historia dulce, ligera y entretenida de antes de que a Nicholas Cage le diera por hacer cosas raras con las abejas. En resumen es una versión del Cuento de Navidad de Dickens al servicio de un argumento romántico de segundas oportunidades. Ya la programan mucho los domingos por la tarde, claro.

‘Minority Report’ (Steven Spielberg, 2002)

Aquí el viaje en es dirección al futuro para, una vez más, arreglar aquello que se estropeará. En serio, esta manía enfermiza de que las cosas han de ser perfectas no nos está haciendo ningún bien, a ninguno de nosotros.

‘Harry Potter y el prisionero de Azkaban’ (Alfonso Cuarón, 2004)

No solo la tercera entrega de la saga de Harry Potter es la más fría e interesante de todas, sino que además explora los viajes en el tiempo de manera muy estimulante, contraponiendo lo que pensamos que hemos vivido con lo que realmente hemos vivido.

‘El efecto mariposa’ (Eric Brees; J. Mackye Gruber, 2004)

Con ésta nos debe quedar clarísimo que si viajamos en el tiempo y cambiamos algo, quizá cambie otra cosa que no nos gustará. Si Einstein nos advertía diciendo “no viajarás a la velocidad de la luz”, aquí la advertencia sería “no viajes en el tiempo”. Que hay cosas que es mejor no tocarlas, vaya.

‘La chica que saltaba a través del tiempo’ (Mamoru Hosoda, 2006)

La única aportación oriental y de animación a esta lista es una que se sale de la norma: en vez de ir hacia atrás para arreglar problemas, la protagonista viaja para revivir sus buenos momentos en el instituto. Parece mentira que con lo interesante que es no se haya explorado más este concepto, ¿no?.

‘Los cronocrímenes’ (Nacho Vigalondo, 2007)

Ópera prima de Vigalondo y prueba, como única contribución a esta lista, de que la ciencia ficción española no vende. Y eso que ver a Karra Elejalde matarse una y otra vez resultaba una muy buena demostración del eterno retorno y la futilidad de intentar cambiar el pasado.

‘Midnight in Paris’ (Woody Allen, 2011)

Hasta Woody Allen utliza el recurso del viaje al pasado para modificar el presente del protagonista, aunque en esta ocasión el cambio es más simbólico que físico. Para entendernos: que si Owen Wilson en vez de hablar con Hemingway hubiera ido al Bois de Vincennes para hablar con cualquiera, también se habría dado cuenta de que su vida necesitaba un cambio. Lo que pasa es que Dalí, Picasso, Scott Fitzgerald y compañía tiran mucho, y claro…

‘Looper’ (Rian Johnson, 2012)

El punto de partida es muy interesante y lleva hasta el extremo la paradoja del abuelo: el objetivo no es matar a tu ascendente, sino matarte a ti mismo. Y aunque en realidad sea más cine negro que ciencia ficción, eso precisamente la hace muy recomendable.

Seguridad no garantizada (Colin Trevorrow, 2012)

Más viajes en el tiempo al servicio del romanticismo. Pero a ver, una cosa, ¿nadie piensa que si una relación no sale bien es que a lo mejor tenía que salir mal? Es que claro, viajar en el tiempo para arreglarlo es como no asumirlo… Mirad, el pasado es el pasado, y ya está. Pasad página. Superadlo. ¿Quien os dice que lo mejor no está por venir? ¿Eh?

‘Una cuestión de tiempo’ (Richard Curtis, 2013)

Pues no, en la versión británica seguimos en las mismas. Pues eso, que si pudiéramos ir hacia atrás y cambiar todo lo que hemos hecho mal, nuestra vida sería mucho mejor. Muy bien. Solo decir que entonces tampoco habríamos aprendido todo lo que sabemos y que, al cabo de los años, nos ha hecho tan sabios. ¿No estáis de acuerdo? ¿No? Pues nosotros tampoco.

‘Al filo del mañana’ (Doug Liman, 2014)

Esta es la que copia la repetición de Atrapado en el tiempo. El héroe muere una y otra vez y cada vez perfecciona más sus acciones… simplemente para darse cuenta de que no hay nada que hacer una vez comenzada la invasión alienígena. Su protagonista de entrada nos tira para atrás, pero la siempre solvente Emily Blunt y una historia bien tramada, hace que la podamos recomendar sin matices.

‘Interstellar’ (Christopher Nolan, 2014)

Acabamos con Nolan de nuevo en un hermoso bucle que se cierra a sí mismo sólo para demostrar que el espacio-tiempo es una cinta continua sin fin. Bueno, de hecho esto no demuestra nada, pero como de Interstellar ya hemos hablado al principio es una manera bonita de acabar.

NOTA:

Qué bello es vivir, La Jetée, Terminator, El experimento Filadelfia, Atrapado en el tiempo, La chica que saltaba a través del tiempo, Los cronocrímenes, Midnight in Paris, y Looper se pueden ver en Filmin.

Jaume Felipe
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Vinculado al CineClub Vilafranca durante más de dos décadas, y con media vida en el mundo de los medios de comunicación y la fotografía, actualmente me hallo en la biblioteca pública, desde donde dinamizo programas colaborativos de cine para la Xarxa de Biblioteques Municipals de la Diputació de Barcelona.

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