‘Si aquello fue felicidad’: Rita Hayworth y el malestar de la diosa impostora

Quien alguna vez haya tenido la sensación de no estar a la altura de sus propios logros, probablemente haya sufrido el síndrome del impostor: el dolor emocional del que siente no merecer la posición social, profesional o académica que ocupa y atribuye sus éxitos a golpes de suerte y no a su propia destreza. Quienes padecen el síndrome son sujetos frágiles con un terrible pánico escénico y su mayor horror es ser descubiertos en su ‘’mentira’’, desenmascarados en medio de ese éxito al que creen no hacer justicia. Pueden encontrarse en el pupitre de al lado, al frente de una gran empresa o detrás de los bucles pelirrojos más famosos de la época dorada de Hollywood.

Si aquello fue felicidad de Barbara Leaming: todo sobre Rita Hayworth

Margarita Carmen Cansino, más conocida como Rita Hayworth y apodada ‘La diosa del amor’, se convirtió por elección ajena en el mito erótico de los 40 y en la estrella indiscutible de Columbia Pictures. Hija de un bailarín español y una corista de Washington, Hayworth dejó su huella en la historia del cine cuando protagonizó Gilda (Charles Vidor) en el año 1946 y hechizó al público con Put The Blame on Mame, el número musical más famoso de la película. El magnetismo de Rita al quitarse el guante sentenció su conversión en leyenda, pero también condenó a la tímida actriz a vivir bajo el peso de su propio personaje, Gilda.

Si aquello fue felicidad es una de las biografías más conocidas de Rita Hayworth. Escrita por Barbara Leaming, biógrafa de su segundo marido Orson Welles, la obra humaniza la leyenda y muestra a la mujer detrás del rostro de simetría perfecta, mezclando la objetividad que caracteriza toda biografía y la minuciosidad que merece una vida tan agrietada. Como la de muchas otras actrices clásicas, la tragedia de Rita Hayworth comienza con una infancia corrompida: al arrebatarle su padre la niñez de las manos y convertirla en su pareja de baile y objeto de abuso sexual con 13 años, la actriz no tuvo oportunidad de forjar su propia personalidad. A partir de su ingreso en Hollywood, la historia pública de Hayworth se limitó a la sobreexposición sexual y a la conversión en diva del cine, pero su vida privada se resume en un intento desesperado de escapar de la figura paterna y hallar refugio en brazos equivocados: Rita pasó toda su vida buscando al hombre salvador-protector y se casó hasta cinco veces, convirtiéndose a la vez en sombra y gallina de los huevos de oro de muchos de ellos.

Rita Hayworth, mito erótico antes que persona

La víctima de abuso sexual, desarrolla un deseo extremo de dejar atrás la figura paterna, pero a la vez genera una compulsión de repetición: los hombres de su vida se convierten en segundas (y hasta quintas) figuras paternas a las cuales la víctima no sabe más que obedecer. En la ficción, encontramos personajes femeninos aparentemente planos que ocultan el drama de la niña que se convierte en mujer antes que en persona. Es decir, que pasan de la protección del padre a la protección del marido que las sustenta económicamente y a la vez las ata de pies y manos – véase Betty Draper, el personaje interpretado por January Jones en la serie Mad Men. Betty se casa muy joven con Don Draper, un exitosísimo publicista de Madison Avenue. Mientras la vida de éste transita entre creatividades, cócteles Old Fashioned, decenas de cuerpos femeninos y fiestas de clase alta, la de ella es la historia de la inmovilidad y las apariencias. Atada a la casa y la crianza de sus dos hijos, Betty desea escapar a su destino de perfecta ama de casa, de las infidelidades de Don y de ser el complemento más bonito para sus fiestas, pero no sabe cómo hacerlo: ha pasado de hija a esposa sin tiempo entre medias  y vive en un estado permanente de desarrollo interrumpido, o arrested development. El arco de transformación del personaje es nulo.

Además de descubrirnos la resquebrajada vida personal de Hayworth, ‘Si aquello fue felicidad’ otorga una perspectiva única de su filmografía y destapa las cloacas de Hollywood

Rita – y no Gilda – repite el patrón de este personaje ficticio. Entre la apocada niña explotada y Rita Hayworth no hubo espacio para que Margarita Cansino moldease una identidad y autoestima propias, y hasta las primeras decisiones estéticas para la conversión en Rita Hayworth fueron tomadas por agentes (masculinos) externos: su primer marido, Edward Judson, la obligó a someterse a un doloroso tratamiento de electro depilación para atrasar el nacimiento del pelo y acentuar pico de la frente, y a teñir su pelo oscuro para convertirse en la pelirroja de la portada de la revista Life. Rita siempre supo que algo no marchaba bien, pero a la vez, no desarrolló las herramientas para escapar de su pesadilla. Ya desde pequeña se había visto obligada a sustentar económicamente a la familia – lo cual originó en ella un enorme sentido (y peso) de la responsabilidad -, y en la figura paterna veía a su carcelero, pero también a su protector último y al responsable de su fama. De ahí que Hayworth se convirtiera en Gilda delante de las cámaras, pero al oído del ‘corten’, volvía a un ensimismamiento y a una falta de autoconocimiento extremos.

Fotografía promocional de Rita Hayworth en ‘Gilda’ (1946)

A medida que crecía el éxito profesional de Rita, el síndrome del impostor se acentuaba, le crecía en el pecho como un veneno porque el triunfo era mérito de otro (el padre/ marido) a quien ella considera más poderoso. Además, la irrupción de Gilda en la vida de Rita no hizo más que aumentar la presión: su personaje y álter-ego anuló a Rita y se vinculó con ella de tal manera que las dos mujeres se fundieron en el imaginario colectivo. «Todos los hombres que conozco se van a la cama con Gilda… y se despiertan conmigo», dijo la actriz a propósito de esta fusión.

Si aquello fue felicidad, además de permitir al lector acompañar a la diosa del amor en su resquebrajada vida personal, destapa las cloacas de Hollywood y los altibajos de Rita con la Columbia y su presidente Harry Cohn, y otorga una perspectiva única de su filmografía. Después de leerlo entenderemos que cada sonrisa y cada descarado paso de baile corresponden a una disciplina de trabajo férrea impuesta desde la infancia, y que poco tienen que ver con la eterna niña asustada en su interminable búsqueda de protección y amor verdadero.

Sofía Postigo
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Soy madrileña,  graduada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, y tengo un máster en Film Business por la ESCAC de Barcelona. Me apasiona la fotografía, el retoque fotográfico, los idiomas y el mundo de las series y el cine (especialmente la crítica cinematográfica). He trabajado dentro del mundo audiovisual, en producción de televisión y esporádicamente, como fotógrafa profesional. Actualmente sigo formándome en marketing digital.

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