La edición online del D’A Film Festival de Barcelona, disponible hasta el pasado 10 de mayo en Filmin, nos ha permitido conocer y disfrutar de My Mexican Bretzel, película ganadora del Premio del Público. La película de Núria Giménez Lorang ha sido la gran revelación del festival, generando múltiples conversaciones en redes sociales entorno a ella, sustituyendo el añorado debate en salas. Hablamos telemáticamente con su directora que nos descubre algunos de los secretos de este film único y, hasta cierto punto, misterioso. Pues su visionado, además de embriagador por la potencia de sus imágenes en celuloide y lo delicado de sus palabras, genera múltiples preguntas que intentamos responder a continuación.
My Mexican Bretzel llegará a las salas de cine el próximo 6 de noviembre de la mano de la distribuidora Avalon.
Una de las revelaciones del D’A 2020, que se ha realizado de manera online a través de Filmin, ha sido tu película My Mexican Bretzel. ¿Cómo ha sido vivir de manera virtual este recibimiento tan positivo, sin poder interactuar con el público de manera directa y sin poder participar en debates presenciales?
Me hubiese encantado que la película se hubiese podido ver en una sala de cine: por la magia única de la experiencia compartida, por el trabajo increíble que han hecho Jonathan Darch con el sonido y Federico Delpero con el color y, por supuesto, por el intercambio con las personas que fuesen a verla. Las pocas veces que he estado en una sala viendo la película me ha resultado fascinante porque ha habido reacciones completamente distintas.
El tema de internet al principio se me hizo muy extraño. Me imponía y me sigue imponiendo bastante. Creo que en una sala de cine hay una igualdad de condiciones que no existe en internet. Aun así, soy consciente de que la película ha llegado a muchas más personas por estar online y también a personas que de otro modo no hubiesen llegado a verla jamás. Además, aunque de una forma muy distinta, ha habido una serie de reacciones que me han llegado. Y eso lo agradezco muchísimo. Dicho esto, espero que podamos volver pronto a las salas de cine.
La película se construye a partir de un material ya existente, ¿cómo aparece y llega a tus manos?
Poco después de que mi abuelo muriera, mi madre y yo fuimos a Suiza para recoger sus cosas y nos encontramos con unas 50 bobinas (la mayoría de 16mm, el resto de 8mm) en el sótano de su casa. Más que llegar a mis manos, mis manos llegaron al material. Vi aquello y aunque no sabía lo que había dentro ni en qué estado estaba, me pareció un tesoro. Convencí a mi madre para que nos llevásemos las 50 bobinas (que ocupan y pesan bastante) en coche a Barcelona. Allí empecé a digitalizarlas de dos en dos o de tres en tres. Me encantaba ir a recoger el resultado para volver corriendo a mi casa y ver lo que había.
“Aparte del atractivo del celuloide, tener algo que te limita creo que va muy bien como punto de partida a nivel creativo”
¿En qué momento decides que a partir de esas imágenes se puede construir una película?
Estando en Suiza, antes de meter las bobinas en el coche, ya había decidido que hubiese lo que hubiese, quería hacer algo con ellas. Aparte del atractivo del celuloide en sí, tener algo que te limita creo que va muy bien como punto de partida a nivel creativo. Cuando fui viendo las imágenes, confirmé que iba a hacer algo con ellas. Pero no tenía ni idea de qué. Lo de construir una película no fue algo premeditado ni inamovible. Al principio, como no veía nada claro, empecé literalmente a jugar con las imágenes. Hice varios montajes de 2 o 3 minutos probando todo tipo de combinaciones, poniendo distintos sonidos, haciendo experimentos, etc. Después, a base de visionar una y otra vez las imágenes, y a raíz de lo que iba escribiendo en paralelo, fue construyéndose la película.
Me gustaría preguntarte por la metodología que utilizaste para construir la historia que explicas en My Mexican Bretzel. ¿Se creó a partir de las imágenes o imaginaste una historia y buscabas los fotogramas que mejor encajaban?
Las imágenes fueron el punto de partida y las que empezaron a marcar el camino. Había 29 horas de material. Fui seleccionando las imágenes que más me fascinaban. Y, sobre todo, visionando una y otra vez. Eso hizo que pasara de ver lo que había en primer plano a ver lo que había en el fondo de la imagen y finalmente, a fijarme en pequeños gestos y expresiones, movimientos del cuerpo, etc. Por otro lado, desde el momento en el que empecé a digitalizar las bobinas, también empecé a escribir todas las ideas que se me ocurrían. Sobre cualquier cosa.
Esos dos procesos paralelos duraron unos cuatro años. Entonces empezó la parte interesante, que fue ir encajando texto con imágenes, y así ir construyendo la historia. Es cuando mejor me lo pasé, fue lo más parecido a jugar con una libertad total.
“No me inspiré en nadie que no fuera mi abuela vista a través de esas imágenes”
¿Cómo surge y construyes el personaje de Vivian? ¿Te inspiras en alguna escritora para crear su diario?
No me inspiré en nadie que no fuera mi abuela vista a través de esas imágenes. Primero fueron las imágenes las que me llevaron a la creación del personaje. Después, una vez estuvo más desarrollado el personaje, cambié algunas imágenes por otras que encajaban mejor con el carácter y la historia de Vivian Barrett. También escribí bastante sobre su infancia (se supone que nació en Gammelstad, Suecia) y su juventud antes de conocer a Léon.
En relación a tu película, una amiga que también la había visto me dijo: “para que las palabras escritas se escuchen se necesita del silencio sonoro de las imágenes”. ¿Justificaría esta frase el tratamiento del sonido en tu película?
En cierta forma sí. La idea era buscar el mejor modo de combinar imagen, sonido y texto dando el máximo espacio posible a cada elemento. Las imágenes eran la base. Después fui puliendo y reescribiendo el texto. Y finalmente vino la parte del sonido. Ha sido un trabajo increíble de Jonathan Darch. Yo tenía claro que quería gran parte de la película en silencio, así que las partes en las que había sonido tenían que tener sentido (por qué entra en ese momento, por qué acaba en ese otro momento, por qué ese sonido) y expresar también las emociones o caracteres de los personajes. Además, creo que el silencio permite que esas partes de sonido tengan mucha más fuerza que si hubiese habido, por ejemplo, sonido ambiente todo el tiempo, algo que estaba descartado desde el primer momento.
Al principio de la película citas a Paravadin Kanvar Kharjappali: «la mentira es solo otra forma de contar la verdad». ¿En algún momento pensaste que corrías el riesgo de que el espectador se sintiera confundido o engañado?
No. Si alguien se ha sentido confundido o engañado, lo siento en el alma. Pero en ningún caso he hecho la película con esa intención. Y poniendo esa frase al principio de la película ya estoy predisponiendo al espectador a dudar de la veracidad de lo que va a ver (aunque la idea es que se de cuenta de eso al final).
Una de las virtudes de tu película es que genera una nueva narrativa en torno al subgénero de “material encontrado”, fundiendo en un mismo film mecanismos del cine documental y la ficción. ¿Has tenido algún referente en este sentido?
No se me ocurre ningún referente concreto, todo lo que he visto y leído me ha servido e influido de algún modo. Un libro que me pareció muy interesante sobre el tema es La casa abierta: el cine doméstico y sus reciclajes contemporáneos. Por lo demás, lo único que tenía claro desde el principio es que no quería hacer una película sobre la vida de mis abuelos. El resto ha sido una búsqueda sin saber hacia dónde iba, pero disfrutando del viaje.
A nivel de producción, ¿qué ventajas e inconvenientes has encontrado al producir una cinta de estas características?
Como es una película autoproducida y autofinanciada, el mayor inconveniente ha sido tener que trabajar como autónoma mientras hacía la película y mi desconocimiento total sobre cómo funcionan algunas cosas (por ejemplo, el tema de los derechos de la música), eso también ha hecho que tardara siete años en acabarla. La mayor ventaja, que no cambio por nada del mundo, ha sido la libertad total, hacer absolutamente lo que me diera la gana y pasármelo en grande haciéndolo.
¿Cómo os planteáis la vida comercial de la película? Su lugar natural, en primer lugar, son los festivales, pero dada la situación que vivimos, supongo que os encontráis que muchos se aplazan o se suspenden. ¿Qué estrategia estáis siguiendo?
La hemos enviado a varios festivales. Algunos de los que la habían seleccionado se han cancelado por el tema del Covid-19. Otros se han aplazado o se han celebrado online, como Visions du Réel o el D’A. Como ahora mismo el panorama en todos los sentidos es de incertidumbre, resulta difícil establecer una estrategia a largo plazo. Pero en principio estará en algunos festivales más en la segunda mitad del año.
“Los increíbles trabajos de sonido, de Jonathan Darch, y de color, de Federico Delpero, están hechos para ser disfrutados en una sala de cine”
Y después de los festivales, ¿os planteáis el estreno en salas para cuando sea posible? El visionado de My Mexican Bretzel es una experiencia cinematográfica exquisita que merece la pena ser degustada en una sala.
La película se estrenará en salas el próximo 6 de noviembre. Esperemos que las circunstancias lo permitan. De nuevo, los increíbles trabajos de sonido, de Jonathan Darch, y de color, de Federico Delpero, están hechos para ser disfrutados en una sala de cine.
Por último, te quería preguntar por el título. My Mexican Bretzel hace referencia a los dos amores de la protagonista y me parece bastante original. ¿Cómo se os ocurrió?
No había pensado que el título hace referencia a los dos amores de la protagonista, pero me encanta la idea. Cada vez que he intentado explicar el título, me he metido en un jardín del que no he logrado salir. Así que lo dejo a interpretación del espectador. Lo único que puedo decir es que fue lo primero que tuve. Lo tuve incluso antes de ver lo que había en las bobinas. Pero lo tuve sin saber que iba a ser el título.
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