Ivana the Terrible fue la ganadora del premio especial del jurado Cineasti del presente en el Festival de Locarno. Estreno en España en la Sección Transiciones del Festival D’A de Barcelona 2020.
Justo en plena crisis existencial Ivana regresa a casa de sus padres. Aquejada de una extraña enfermedad, afirma ver manchas rosa cuando se ducha, ante lo que la doctora le aconseja que se case y tenga hijos. También lo hace su abuela, una mujer muy mayor que habla poco, y cuando lo hace es para sacarla de quicio. En un momento de tregua le espeta, “Tenemos las manos muy feas”. La cámara permanece unos instantes contemplando la fisicidad de las manos de ambas conformando una especie de almanaque del paso del tiempo. Ivana the Terrible es el segundo largometraje de la cineasta serbia Ivana Mladenovic, estrenado en España en la pasada edición del Festival D’A de Barcelona.
Mladenovic se interpreta a sí misma para reconstruir de manera autoconsciente, a la par que meticulosa, como fue, qué supuso y quienes estuvieron en ese instante crucial de su existencia. Por eso mismo también aparecen sus familiares y amigos, los reales. El resultado es extraordinario en cuanto a la soltura del padre, la solemnidad de la abuela, la excentricidad del ex (Andrei Dinescu) y en suma por la espontaneidad con que todos entran en escena para aportar una pincelada de quien es Ivana. Pues bien, el alterego es una actriz de relativo éxito en Kladovo (Serbia) hasta el punto de ejercer de reclamo de su ciudad natal. Es una mujer que busca el amor. Es una hija que aporta su sueldo a casa. Mimada a ratos, exigente a otros, pero siempre en la senda de encontrarse a sí misma. Lo que no significa que Ivana esté perdida, más bien está, como todas y todos nosotros, en ese eterno proceso de ser.
Ivana the Terrible es una autoficción que funciona como un prisma. Nos muestra una arista tras otra de la protagonista, pero no se queda en un mero retrato generacional en base a alguien singular. Todas estas aristas suman un relato que va de lo íntimo y personal a lo público y político. De hecho vemos a Ivana ejercer de nexo entre Rumanía y Serbia, dos países separados por el Danubio en aras de estrechar lazos. La idiosincrasia de la política y la cultura en la esfera pública y como estas afectan a la generación protagonista otorgan dimensionalidad al relato de Mladenovic.
La fugacidad del éxito, la incertidumbre del futuro y en medio una vida en modo on. Ivana tiene unos ojos saltones. Lleva un mechón de pelo más corto y encrespado. Y hace gala de una verborrea extenuante. Es, en suma, histriónica frente a la cámara y audaz tras ella. Pues ha escogido exponerse a sí misma en su segundo trabajo de largometraje. Una apuesta que bien la podría llevar al anonimato o confirmarla, como está sucediendo, en una voz interesante del cine europeo. Y tiene mérito.
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