Irene Moray (Barcelona, 1992) lleva varios meses cosechando triunfos con su cortometraje Suc de síndria, con el que consiguió una nominación a los Premios de Cine Europeo tras ganar la nominación tras participar en la sección “Short Films” en la pasada edición del Festival de Berlín. Y aunque el corto, seguramente, aún tenga que sorprenderla durante la temporada de premios que se avecina, la catalana ha dirigido recientemente el videoclip Tota pulchra, de Tarta Relena, y ya piensa en su primer largometraje, en cuyo guión está trabajando. Suc de síndria cuenta la sensible historia de Bàrbara y Pol, una pareja que aprende a vencer un trauma del pasado de ella gracias a la confianza y a la compenetración. El cortometraje puede encontrarse en Filmin y Movistar +.
Bàrbara (Elena Martín), la protagonista del corto, se confiesa delante de sus amigos “naturalizando” una desgracia que vivió porque uno de los presentes parece no ser consciente de la gravedad del asunto que se está tratando: el abuso al género femenino. ¿Cuál era tu objetivo inicial con este film? ¿Era esa parte el motor de la obra?
Esa era una escena que me ayudaba a explicar algo más profundo que simplemente eso; creo que el objetivo principal del corto era mostrar una sanación y cómo una persona, poco a poco, consigue abrirse a su pareja y al mundo. Esa escena que comentas me servía de catalizador para que el espectador entendiera qué es lo que le había causado la herida a la protagonista y también para crear consciencia de la gente que le quita importancia a estas cosas. El objetivo último del corto se encuentra en las escenas más pausadas donde se ve el amor y la sincronía entre la pareja.
Me parece muy certero el pequeño enfado de Bàrbara cuando Pol dice “Me solidarizo con la causa”, aludiendo a que a ella le es imposible alcanzar el orgasmo. Aunque aquí la razón de esa dificultad es una violación, el corto puede apelar también a todas aquellas mujeres que viven relaciones sexuales basadas en la prioridad del placer masculino.
En el corto, él hace esa broma porque se lo puede permitir y porque está cuidándola muchísimo. Es normal que ella se enfade, pero es normal también que él pueda decir “Oye, dame un poco de margen”. Creo que a las mujeres se nos ha educado con la máxima de “Entre tu bienestar y el mío, siempre el tuyo”, siempre pensando más en los demás que en nosotras mismas, algo que considero que se refleja mucho en las relaciones sexuales. Para mí es importante y quería visibilizar cómo alguien se da el permiso de conectar con el placer propio y con el deseo femenino, no solo con el masculino.
“A las mujeres se nos ha educado siempre pensando más en los demás”
¿Puede ser que echemos en falta más personajes como Pol? Una pareja comprensiva, atenta, prudente… No sé si has visto Madre, de Rodrigo Sorogoyen, pero el personaje de Àlex Brendemühl comparte varias características con Pol. ¿Querías que el personaje fuera así o el actor (Max Grosse Majench) también ayudó en la creación?
Yo quería que fuera un tío que apoyara mucho a Bàrbara pero que, a la vez, no la quisiera salvar y que le diera espacio para hablar por sí misma y hacer lo que tuviera que hacer. Creo que la ficción afecta mucho a la sociedad y que la sociedad, obviamente, afecta a la ficción. Aún tenemos algunos arquetipos muy nocivos en las pantallas porque, por desgracia, muchos hombres aún se identifican con un tipo de masculinidad tóxica, pero creo que poco a poco y entre todos (sobre todo los creadores, que tenemos la oportunidad de llegar a tanta gente) podemos ir mostrando masculinidades distintas para que todo el mundo tenga una representación diversa y veamos maneras inspiradoras y diferentes de relacionarnos los unos con los otros. Ya indagaré si Pol puede parecerse al personaje de Brendemühl en Madre o no.
En Suc de síndria, la escenografía invita a explorarse y a conocerse, a abandonarse a las relaciones humanas. ¿Qué papel querías que tuviera el paisaje en el corto?
El lugar era esencial porque Bàrbara, para reconectar con su cuerpo y su sexualidad, tiene que vivir algo natural. La naturaleza, el disfrute a través del agua, del viento, de la comida, de la fruta… Todo ello la ayuda a abrirse y a vivir el placer como algo orgánico. Para mí, el lugar es casi un personaje más. Justo el verano anterior, que fue el verano en que escribí el corto, lo pasé allí, en el convent, que es donde grabamos, un convento ocupado reconvertido en residencia de artistas. Fui a conciertos, a pasar unos días… y me hice amiga de los de la casa. Cuando lo escribí pensé que debía rodarse allí porque aquel sitio me inspiró muchísimo.
“Quería huir del morbo y conectar desde el pecho en lugar de por los ojos”
Por otro lado, consigues que el sexo o la desnudez brillen por su parte más humana, más natural. ¿Lo hiciste de manera concienzuda?
Sí. Normalmente me aburre o me ofende cómo la gente rueda las escenas de sexo. A veces me parece muy tópico, otras muy idealizado o romantizado, o que se sexualiza mucho el cuerpo de la mujer. Yo quería mostrarlo de una forma muy natural, donde la práctica sexual igual era un poco torpe, pero donde se miran a los ojos, se tienen en cuenta y el consentimiento está por encima de todo. Bàrbara y Pol tienen una manera horizontal de relacionarse sexualmente: nadie se pone por encima y esto está reflejado de manera muy pragmática. Le puse mucha energía a que fuera así y, como quería remarcar más las emociones, me centré en sus caras, en sus respiraciones… Quería huir del morbo y conectar desde el pecho y el vientre en lugar de tanto por los ojos.
El corto tiene algo en común con la nueva oleada de cineastas catalanas (como Les amigues de l’Àgata, Les distàncies o incluso Estiu 1993). ¿Lo sientes así? ¿Qué crees que puede haber en común entre vosotras?
Esto siempre es algo difícil de responder porque yo lo vivo desde mí misma y cuando me preguntan sobre referentes o parecidos me cuesta un poco. Te diría que igual por ser de generaciones similares debemos tener inquietudes parecidas. O igual es que simplemente contamos un tipo de historias a las que antes no se les había dado voz y por eso da la impresión de que se asemejan. También puede ser por la forma naturalista de rodar, el intentar huir del artificio, apostar por un acting muy natural y tranquilo, priorizar las emociones antes que un texto en concreto…
Ahora estás nominada a los premios Goya, los premios Forqué, los Premios de Cine Europeo… ¿Cómo te sientes ante todo este éxito que ya llevas arrastrando varios meses?
¡Estoy muy contenta! Hay momentos en los que me olvido porque tengo tantas cosas que hacer que me siento sobrepasada, pero intento hacer el ejercicio de conectar conmigo misma y con la gratitud de pensar que un montón de gente está viendo mi trabajo. Para mí, la temática era importante y se está pudiendo hablar de este tema gracias al corto. Semanalmente recibo correos de gente que ha visto el corto en algún lugar del mundo y le ha llegado y se ha emocionado; esto es brutal y no me había pasado nunca. Es maravilloso. Me hace mucha, mucha ilusión estar nominada a todos esos premios.
¿Cómo está yendo el corto internacionalmente? ¿Funciona por igual en todos los países? Aún es un tema sensible en según qué sociedades…
Hemos ganado varios premios a nivel internacional y, por ejemplo, estuve en el festival de Toronto y aprecié que la gente se rió un montón durante los pequeños chistes que hay en la escena de la cena, que es algo que solo me había pasado en Barcelona o por aquí. De repente, me di cuenta de que también les hacía gracia, o sea que depende mucho del público de la sala en sí. Está yendo muy bien; siento que el éxito está siendo por todas partes. Ganamos un festival en Taiwan, por ejemplo, y siento que es algo global.
“Al no poder estudiar cine, pensé que nunca podría dedicarme a esto”
También eres fotógrafa. ¿Qué te interesó antes: la fotografía o el contar historias? ¿Qué te aporta cada uno de los ámbitos?
Todo nació un poco de la mano. Yo lo primero que hice fue escribir. De pequeña escribía mucho, pintaba… Gané algunos jocs florals en el colegio (risas) y empecé a hacer fotos para ilustrar mis textos en la era digital. Lo de la fotografía empezó por ahí. Por otro lado, el cine siempre me había encantado y llamado la atención, pero realmente no sé cómo empezó. Había hecho algún stop-motion o algo así por mi cuenta, pero al no poder permitirme estudiar en la ESCAC, pensé que no podría dedicarme a eso. Para mí, la fotografía es sobre capturar recuerdos: hago muchas fotos cuando estoy de viaje o cuando algo me inspira. Y, aunque me parece que las fotos puede evocar muchas emociones, no me sirven tanto para contar algo. En cambio, el cine me flipa porque puedo incluir la música que me encanta, el vestuario, la decoración… La dirección de actores también me alucina y me permite jugar con un montón de cosas que me interesan mucho. De repente, me vuelvo super detallista.
Imagino que tienes alguna idea para algún largometraje. ¿Te interesa mucho dar ese paso?
La verdad es que me hace una ilusión que me muero. Tengo unas ganas enormes de hacer un largo. Sí que es cierto que estoy escribiendo algo y es distinto a lo que he hecho hasta ahora; una apuesta que no es lo más fácil. Lo más sencillo sería hacer un Suc de síndria tal cual y más largo, pero no es lo que me nace. Ahora estoy dedicando tiempo a escribir con un chico que se llama Jean Matthieu y desarrollaremos la idea hasta que tengamos algo decente. Entonces, buscaremos alguna productora a la que le encaje el proyecto (y que lo quiera, claro).
“El largo que estoy escribiendo tiene algo de realismo mágico”
Hace dos semanas salió a la luz un videoclip, Tota pulchra de Tarta Relena, que has dirigido y cuya estética se distancia bastante del realismo y naturalismo de Suc de síndria. ¿Explorarás otros mundos en tus siguientes proyectos o ha sido una cosa exclusivamente para el videoclip?
¡Me hace mucha ilusión el videoclip! Este trabajo, obviamente, lo he hecho pensando en la canción, pero sí me ha servido para explorar unas emociones que estoy intentando volcar en el largo. He probado con algo muy distinto; piensa que yo no he estudiado cine y ya me va bien rodar e intentar cosas distintas porque me hace feliz probar cosas nuevas. Aunque mis dos cortos son muy yo, no tienen nada que ver: el primero es una comedia tipo sitcom y el segundo un drama más sensible, pero la persona que me conoce me puede identificar perfectamente en las tres piezas, aunque formalmente no tengan nada que ver. La película no va a ir por la temática del videoclip con efectos especiales, pero sí tiene un poco de realismo mágico.
En tu primer corto, Bad lesbian, apareces como actriz. ¿Te ves volviéndote a poner ante la cámara como hiciera Elena Marín en Julia ist?
Sí, pero debería ser para algo muy concreto. A nivel visual, en Bad lesbian no me importaba tanto porque era tipo sitcom y con que fuera un poco sucio ya me bastaba para el rollo que quería transmitir. Con las dos últimas piezas que he hecho, me he dado cuenta de que soy una apasionada de los detalles y que me gusta trabajar de una forma muy profunda. Actuar y dirigir a la vez es delegar mucho más todas estas cosas que me interesan en otra persona, y no sé si sería una buena idea hacerlo con el largo que estoy escribiendo ahora mismo. Si hiciera otra cosa costumbrista podría volverlo a hacer. A mí me gusta mucho actuar, o sea que si alguien también me quisiera dar trabajo de actriz a mí me encantaría (risas).
¿A qué cineastas admiras?
Me inspira muchísimo Lucrecia Martel: me encanta cómo graba, cómo cuenta las historias, la fotografía de sus pelis… Y luego a Alice Rohrwacher, la directora de Lazzaro felice, la tengo bastante presente porque la he analizado como referente para la película que estoy escribiendo y pienso que es perfecta. También me gusta bastante Charlie Kaufman, aunque pienso que alguien le debería dar un abrazo porque está un poco triste… pero me gusta mucho cómo escribe y dirige, como de lo mundano consigue hacer algo extraordinario.
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