En 2018 se cumplen doscientos años de la publicación de Frankenstein o el moderno Prometeo, un libro que no necesita presentación: la criatura que protagoniza este relato de terror es una de las figuras más icónicas de la literatura universal, y, en extensión, del cine, pues sus apariciones en la pantalla grande se cuentan por centenares.
Quién sí necesita presentación, aunque su nombre es mundialmente conocido es Mary Shelley. En el imaginario popular poco se sabe de esta mujer, escritora, que a principios de siglo XIX escribió su obra maestra siendo una adolescente. Empezó a escribir Frankenstein a los 18 años y se publicaría, de manera anónima, cuando contaba con 21 años. Uno de los pocos hechos que popularmente se conocen de Shelley es la manera en que se gestó el libro. La Villa Diodati, cercana a Ginebra, fue alquilada por Lord Byron, a la que acudió junto a su amigo, el joven médico John William Polidori. Se sumaron Mary, junto con su compañero Percy Shelley (no estaban casados, todo un escándalo para la época), y Claire, la hermana de Mary, que se encontraba embarazada de Byron.
En ese viaje, los cinco, que se amaban y se odiaban a partes iguales, decidieron someterse a una prueba: escribir un relato de terror. Una vez escritos, tenían que decir cual de todos era el mejor. Sus diferencias, agudizadas por la muerte de la esposa de Shelley por suicidio, provocó la repentina marcha de los invitados sin haber acabado sus obras. De hecho, como anteriormente hemos comentado, Mary Shelley tardó tres años en escribir su novela.
Pese a su juventud Shelley vuelca en la figura del monstruo su mundo interior. Se siente así, un monstruo. Una criatura incomprendida y despreciada por los hombres que la aman. Su padre, primero, y su amante, después. Ambos forjaron una personalidad en ella que acabaron por abandonar. A este hecho se suma la influencia de sus padres, ambos escritores de prestigio y librepensadores de la época. Pero el hecho determinante fue la muerte de su primogénita, Clara, a los pocos meses de vida. Mary empieza a obsesionarse con la idea de la resurrección, mientras en paralelo la ciencia avanza en múltiples campos. Uno de ellos, la galvanización, que permite mediante la electricidad mover cuerpos muertos. La penosa vida de Shelley le lleva a convertirse en Frankenstein.
Mary Shelley, la película, es una académica aproximación a una figura absolutamente reivindicable. No solo por el interés que su obra continúa suscitando hoy en día, sino por la mujer que le dio vida. Porque esta es también una película de reivindicación femenina hacia una autora que no pudo editar las primeras ediciones con su nombre.
De la puesta en escena se ocupa la cineasta árabe Haifaa Al-Mansour, que debutó hace cinco años con la revolucionaria La bicicleta verde, la primera película de Arabia Saudí dirigida por una mujer.
El cambio de registro es abismal, pues Al-Mansour pasa de una propuesta pequeña, independiente, íntima, a una producción de época con rostros internacionales. Pese a un cierto exceso de melodrama y su academicismo, que no hay que leer aquí como una rémora, la cineasta sale airosa del firme retrato de una escritora a quien pone cara Elle Fanning. La joven actriz, con tan solo veinte años de edad, ha trabajado ya con Iñárritu, David Fincher, Sofia Coppola y su padre Francis Ford, J.J. Abrams, Nicolas Winding Refn y Woody Allen. Nuevamente se confirma que será una de las más grandes actrices (y quizás también estrella) de las próximas décadas.
La distribuidora Filmax Entertainment estrenará Mary Shelley el próximo 13 de julio, aunque el film se pudo ver en primicia en el Bcn Film Festival que hasta el 27 de abril acoge la ciudad condal.
3 Trackbacks / Pingbacks