JORDI RINS: “Me gustaría que uno de mis carteles fuera cultura popular”

Cuenta que lo suyo no viene de vocación, pero sí de familia. De pequeño, Jordi Rins veía cómo su padre, Pere Rins, muralista, pintaba reproducciones de carteles de películas que luego decoraban la entrada del cine. No fue hasta años más tarde cuando se dio cuenta de que, de mayor, acabó dedicándose al mismo oficio. Empezó como diseñador gráfico en el mundo de la publicidad y luego le llegó la oportunidad en el sector del cine con Blancanieves, que le supuso un gran reto y, a la vez, la entrada por la puerta grande como diseñador de carteles y todo tipo de elementos promocionales de películas.

El cartel es la primera pieza de la campaña de promoción de una película. ¿Cómo se trabaja algo sobre lo que todavía está en construcción?

Siempre parto del guion o del primer montaje de la película muy virgen. Los carteles de cine funcionan como señales de tránsito para los espectadores. Por eso todos los carteles tienden a parecerse entre sí. Porque siempre repiten una serie de códigos o elementos que hacen que la gente los identifique a la primera. En el momento en el que ven el cartel, en menos de cinco segundos ya descifran qué temática y tipo de historia es, qué actor la interpreta… Por eso se arriesga tan poco con los carteles y al final se parecen tanto entre sí.

Entonces correr ese riesgo va en favor de la creatividad.

En el caso de los carteles de cine se suele ser poco creativo. Las productoras y distribuidoras te dan poco margen. Hay una serie de fórmulas que no puedes romper porque la gente ya las conoce. No sé si llamarlos fórmulas, son más bien elementos o códigos con los cuales el espectador ya sabe si es una película de terror, una comedia…  Normalmente se sigue un patrón de una película que ya haya tenido éxito.

Si te pasas de creativo y haces algo diferente corres el riesgo de que la gente tarde mucho más en analizar lo que te está contando el cartel. Por eso, quien te encarga un cartel, sea una productora o distribuidora, no quiere correr riesgos, sino rentabilizar la inversión que han hecho con la película. Normalmente las ideas más arriesgadas se quedan en un cajón. La mayoría de las veces se empieza siendo muy creativo pero luego, a medida que se va acercando el día de entrega, se empiezan a corregir cosas y se empieza a ser más conservador.

Pero supongo que si alguien quiere destacar arriesgará.

Se arriesga más cuando la película es de autor y se quiere diferenciar del resto. Entonces sí que la película te da un poco más de margen para ser creativo o hacer algo que no parezca algo convencional.

¿Entonces te sientes más cómodo trabajando en películas de autor?

Sí y es lo que me gustaría hacer más, pero hay pocos que también quieran arriesgarse.

Es un nicho complicado para poder ser creativo.

Bueno, hay de todo. Hay películas con las que puedes serlo y hay otras donde tienes que tirar de oficio. Depende de los encargos. Cuando contactan conmigo ya detecto si habrá juego o no. Si hay una oportunidad para arriesgar intento hacer algo auténtico. Pero, a ver, que si no se da el caso, puedo trabajar tirando de oficio.

“Los carteles de cine funcionan como señales de tránsito para los espectadores”

Hace años el cartel era una pieza que funcionaba sola. A partir del cartel se promocionaba la película, era la carátula del DVD, lo encontrabas en las estanterías de los videoclubs… Pero ahora el cartel es como la piedra angular de una campaña mucho más grande de comunicación. Y eso te acaba condicionando la manera de enfocar el cartel. Tienes que pensar más en campaña. Entonces tienes que pensar más en las aplicaciones que tendrá el cartel en el exterior, en banners y en otros sitios. En ocasiones vemos que los carteles se estiran como un chicle, es decir, últimamente se ha estilado mucho hacer una serie de carteles de personajes diferentes de una misma película. En estos casos ya se deja de ver el cartel como un elemento principal tal y como se consideraba antes. Ahora estamos hablando más de comunicación y publicidad que de pequeñas obras de arte.

Por ejemplo, que quien tenga que diseñar el display me condicione el diseño del cartel, me molesta. Ahora te ves forzado a diseñar el cartel pensando en las aplicaciones futuras que tendrá.  Al final, lo que acabamos viendo son carteles con personaje y un fondo de color porque esto es fácil de adaptar.

¿Pero entonces lo que se busca es un cartel que no acabe estropeando la campaña?

Ahora todo está tendiendo a ser minimalista, que dé pocos problemas a la hora de adaptarlo.

Quieren que todo el mundo vaya al cine y abarcar tanto que acaban haciendo algo que todos entiendan.

Ahora, la vida del cartel es muy efímera. Está pensado para acompañar la película durante unas semanas y ya está, pero es algo para toda la vida. Se ha perdido ese valor romántico, el hecho de que sea un elemento fetiche. Por ejemplo, todo el mundo recuerda carteles emblemáticos como Pulp Fiction.

¿Cuáles son los elementos básicos que debe contener un buen cartel?

El título, los textos, los personajes y el elemento principal de la película. Si los personajes están interpretados por actores famosos, se les tiene que reconocer, algo que a veces es llevado al extremo para que sea un primer rostro en el cartel. Entonces las limitaciones de diseño son muy grandes. Y estas son las reglas aunque puedes encontrar pequeñas grietas que romper.

Entre tus últimos trabajos se encuentra el cartel de La enfermedad del domingo. ¿Te permitieron ‘jugar’?

En La enfermedad del domingo había un condicionante, que es que se tenía que enfocar hacia el público femenino, por eso era tan importante que las actrices aparecieran. Al final, opté por una imagen en la que una de las actrices tapa la otra. Eso fue un riesgo, ya que las primeras propuestas eran más convencionales y podías reconocer bien a las actrices. Finalmente, hicimos algo rompedor y fuimos a buscar más una sensación y un momento que no sólo mostrar bien las dos caras de las actrices. Buscamos algo más poético sacrificando que a una de ellas dos no se la viera. Pero creo que tiene una fuerza, una emoción y un alma que las primeras propuestas no tenían.

También tengo que decir que gracias al cliente se llegó a la mejor decisión posible. En ocasiones creo que estoy tan ‘domesticado’ que es el propio cliente el que me empuja a ser más transgresor.

Antes has mencionado incluso la palabra ‘sacrificar’.

Sí, en un cartel siempre tienes que sacrificar algo. Porque no te cabe todo. No es como un tráiler. Tienes que escoger y por eso digo que sacrificas. Pero también encuentro que en los carteles de ahora se ha perdido ese misterio que tenían los de antes. Un cartel tiene que insinuar, despertarte la curiosidad, llamar la atención y te tiene que gustar, pero no tiene por qué explicarte la película. A menudo se teme que el cartel sea demasiado misterioso.

¿Cuándo te diste cuenta de que el mundo del cine y en especial el del diseño de carteles y otros elementos era lo que realmente te gustaba?

Cuando era pequeño, veía a mi padre haciendo sus trabajos como muralista. Pintaba los carteles de los estrenos de cine de cada fin de semana. Le encargaban reproducciones de carteles de gran formato. Me acuerdo de las películas de Gremlins, Los Goonies, Regreso al futuro, El silencio de los corderos, Indiana Jones, El retorno del jedi… Él copiaba esos carteles y los pintaba en grandes dimensiones. Luego, esos murales los pegaban en la entrada del cine.

Pere Rins, padre de Jordi Rins, pintando uno de sus murales de cine.

Pero yo no tenía previsto dedicarme a esto en un principio, sino que estudié diseño gráfico y luego empecé a trabajar en el mundo de la publicidad. Después fue cuando trabajé con productoras y distribuidoras de cine. Mezclé la publicidad con el cine de forma fortuita porque me llegó el encargo de hacer un dosier con ilustraciones para la película de Blancanieves, de Pablo Berger, que ayudara a encontrar financiación y subvenciones. A partir de ahí me fueron pidiendo más materiales y de esa oportunidad salieron las siguientes.

Siempre he sido muy cinéfilo, gracias en parte a mi padre. Creo que para dedicarte a hacer carteles de películas te tiene que gustar mucho el cine.

Entonces tu padre ha sido un referente para ti.

No, no es eso, sino que de mayor me he dado cuenta de todo lo que había aprendido de pequeño, sin darme cuenta, viendo trabajar a mi padre.

En ocasiones se da el caso de que un diseñador empieza a trabajar con la película y hace un teaser poster pero luego el encargo se lo dan a otro. ¿Es algo frecuente en el gremio?

Cuando un proyecto no acaba de salir y no se sabe bien qué es lo que se quiere, se acostumbra a encargar a una segunda persona para que aporte ideas frescas. Pero esto pasa cuando no se tienen las ideas claras. Yo puedo ejecutar lo que se me diga, pero si nadie lo sabe (yo el primero), cambian de diseñador porque a veces tú también estás agotado. En mi caso me he encontrado en ambas situaciones, ya que en alguna ocasión me han llamado para desencallar un proyecto.

¿En qué fase sueles entrar a trabajar?

Cuando se rueda una película, hay una persona que se dedica a hacer fotos de todas las escenas importantes del rodaje. Se le llama ‘foto fija’. En un futuro estas fotos servirán para prensa, pero también para montar el cartel. Además, se hace una sesión de fotos con los actores, el ‘shooting’, con un fondo neutro en un plató. Normalmente, lo encargan a la misma persona encargada de la ‘foto fija’, pero me piden que yo dirija esa sesión como diseñador, ya que así puedo pensar qué tipo de fotos voy a necesitar. Antes de todo esto yo ya tengo que haber leído el guion para saber qué fotos le voy a encargar para el futuro cartel.

“Cuando alguien quiere quedarse con un cartel es porque quiere, de alguna manera, atrapar la película”

Es toda una responsabilidad porque si después no sale lo que quieres o cambias de opinión…

Bueno, en un futuro tendrás fotogramas de la película y la sesión de fotos. Con estos elementos tienes que empezar a diseñar la película.

Pero también se da el caso de que hay películas muy herméticas en las que apenas hay material.

Sí, pero creo que a veces es mejor porque mucho material también te acaba saturando.

Para eso está el guion, supongo. Debes de tener muy por la mano esto de leer guiones de películas.

Me he hinchado a leer guiones y a veces es un poco rollo. Pero también he de decir que en ocasiones me lo he pasado mejor leyendo el guion que viendo la película porque te lo imaginas como tú quieres.  Hay guiones que sin duda superan la película.

Has hablado, con cierta nostalgia, de lo importante que antes eran los carteles y de lo míticos que podían llegar a ser. ¿Ya no es así?

Cada diez o quince años hay un cambio. Las fórmulas que se están desgastando se tendrán que reinventar. La gente se piensa que los carteles son repetitivos, pero en realidad son las películas, que son fórmulas de éxito repetidas continuamente.

¿Y qué predomina en nuestra época?

Ahora una de las cosas que me preocupa más es la tendencia de poner primeros rostros cerrados en el cartel. Está muy pensado para que los actores sean reconocidos  en todo tipo de dispositivos, como los teléfonos móviles. Por eso se tiende a la simplicidad. La cara y nada más. Hay un exceso de información y llegan a un punto en el que se preguntan: ‘¿qué queremos que se vea?’ Tal actor y punto. Y eso, al final, es lo que me preocupa porque se está perdiendo esa  idea romántica del cartel de cine. Todos tenemos un cartel de cine que recordamos o que hemos colgado en la pared. Ahora mismo, en cambio, ya no es así.

Pero todavía se dan casos de personas que piden carteles de películas. Por ejemplo, una amiga de mi sobrina quería el de Call me by your name.

Claro, es chulo. ¿Y sabes por qué le gustaba el cartel? Porque de alguna manera quiere atrapar la película. Y es lo que te decía antes: un cartel acompañará siempre aquella película. Por eso deben ser carteles y no anuncios de películas.

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. ¿Un cartel puede condenar toda la promoción de una película?

Las películas son las que hacen grandes carteles. Nadie recuerda el cartel de una mala película, sólo los de las buenas. Un buen cartel no te salvará una mala película, pero un mal cartel tampoco te hundirá una buena película.

¿Seguro? Porque un mal cartel puede dar información errónea de una película.

Seguro, porque un éxito lo es por sí solo, no por el cartel.

El cartel tiene que superar una serie de obstáculos para acabar sobreviviendo junto a una película y hacer su vida. A mí lo que me gustaría es que el día de mañana un cartel mío fuera cultura popular, que pasara a la historia no por el diseño del cartel, sino por la película.

Al final, la película es lo que marcará la vida del cartel, no al revés.

¿Puedes desvelar algún proyecto que tengas en cartera?

Lo próximo que se estrenará es El Aviso y en los meses siguientes será El fotógrafo de Mauthausen, El árbol de la sangre, que es la nueva película de Julio Medem, Gente que viene y bah… También estoy con una serie de Telecinco, titulada Vivir sin permiso y algunos documentales.

 

Lídia Oñate
Acerca de Lídia Oñate 93 Articles
Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Pompeu Fabra y Máster en Dirección de Redes Sociales y Marketing Digital por Fundeun – Universidad de Alicante. Actualmente me encuentro inmersa en la distribución cinematográfica, un sector que vivo de lleno desde la comunicación y el marketing. Me encantan las bambalinas del mundo televisivo y cinematográfico, viajar (tanto cerca como lejos), hacer fotos de paisajes y gastronomía que luego irán a mi Instagram, disfrutar con la Historia y echar una partidas al Monopoly, la Play o lo que se tercie. Porque sí, la diversión en la vida es importante. Y el cine ayuda. Me podéis contactar en lidiaonate@industriasdelcine.com.

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