Poco se pensaba aquel rubiales llegado de Nueva Orleans que después de conocer su primer amor y afrontar su primera guerra como soldado llegaría a saborear el éxito literario a nivel internacional. Jerome David Salinger, mundialmente conocido como J.D. Salinger, escribió El guardián entre el centeno después de haber vivido las experiencias más intensas de la que sería su vida. No se equivocaba Frédéric Beigbeder en escoger al autor americano para protagonizar su novela, Oona y Salinger, junto a Oona O’Neill Chaplin, hija de otro gran exponente literario como es Eugene O’Neill y esposa del cómico y cineasta Charles Chaplin. Ambos en una portada eran pura dinamita, pero más aún si en el centro de todo se situaba su historia de amor frustrada, el ambiente neoyorkino de los años 40 y el contexto bélico de la segunda Guerra Mundial. En Oona y Salinger, Beigbeder ha sabido aunar todos los elementos para captar la atención de cualquier ávido lector.
Desde un principio, el autor francés deja claro que su premisa ha sido crear una novela que parte de las cartas de Salinger, aunque en ocasiones también se permita la licencia de añadir un poco de salseo en aquellas lagunas de la historia donde el tiempo y la discreción de sus protagonistas nos han vedado el terreno.
Un romance adolescente truncado por la guerra
A nadie se le escapa a estas alturas que Salinger fue uno de los escritores más enigmáticos de la historia. El creador de uno de los personajes más controvertidos y queridos como es Holden Caufield tuvo una vida tan apasionante como silenciosa. De él como escritor sólo tenemos una novela publicada, la obra maestra El guardián entre el centeno, tres libros formados por varios cuentos y un puñado de cartas. Algunas de ellas son las verdaderas protagonistas de este libro de Beigbeder, todas ellas escritas para Oona O’Neill, que más tarde pasó a la historia por convertirse en la cuarta y definitiva esposa del carismático Charles Chaplin. Antes que él, sin embargo, estuvo Salinger, el amor tempranero de Oona, cuando ella apenas contaba con 16 años. En esa época, los años 40 del pasado siglo XX, Salinger se encontraba también en su tierna juventud, con 21 años. Justo entonces empezaba a atisbar algo de la noche neoyorkina de la mano de Oona y sus amigas, Gloria Vanderbilt y Carol Marcus, apodadas el ‘Trío de las herederas’, y el mítico Truman Capote. El autor francés va más allá y las bautiza como las primeras it girls, adoradas por su inocencia, su belleza y, sobre todo, por sus apellidos, que aportaban caché allá donde iban. En este caso, en el Stork Club, “el lugar más cerrado de Nueva York”.
Tiempos de vodkini y disparos a quemarropa
El libro cabalga entre el glamuroso mundo de la noche lleno de vodkinis (la bebida de ‘las herederas’ formada por Vodka y Martini), con cameos cinéfilos como el de Orson Welles, quien acababa de darse a conocer por el gran engaño radiofónico “La guerra de los mundos”, y literarios como la presencia Zelda Fitzgerald, esposa del escritor F. Scott Fitzgerald, y las trincheras de la segunda Guerra Mundial. En él Beigbeder no ahorra en acidez hacia la actuación de los soldados en el campo de batalla y relata con crudeza el paso de Salinger por el servicio militar como oficial de contraespionaje, una experiencia que, seguramente, lo marcó en su trayectoria como escritor. Beigbeder también aprovecha este escenario para introducir leyendas de la literatura como Ernest Hemingway, “el más célebre corresponsal de guerra norteamericano que se alojaba en el hotel Ritz”, con el que recrea un diálogo con el autor de El guardián entre el centeno.
“Siempre nos quedará Nueva York”
En 1953, Salinger, que murió en 2010 a la edad de 91 años, se había instalado en una granja en medio del bosque de Nueva Inglaterra (Estados Unidos). Un lugar que abandonaría contadas veces en su vida sólo para hacer viajes fugaces, tal y como Beigbeder confiesa haber descubierto a lo largo de su investigación. Hasta la muerte de Charles Chaplin, que tuvo lugar en Suiza, donde se exilió después de ser repudiado en Estados Unidos por sus ideales políticos, Oona no volvió a tierra americana, por allá la década de 1980. Aunque sea como ficción, Beigbeder se toma la libertad de responder algunas dudas o poner finales a ciertas circunstancias como esta, el último encuentro entre Salinger y Oona, o la despedida de Eugene O’Neill antes de morir con unas palabras hacia la hija que abandonó.
Una vida llevada al cine
Sea como fuere, con Oona y Salinger Beigbeder nos ofrece algo más con lo que contentarnos sobre uno de los grandes escritores que vio nacer el siglo XX y su relación con la dulce y enigmática belleza Oona O’Neill Chaplin que, además, ha sido llevada al cine recientemente bajo el título Rebelde entre el centeno (Danny Strong, 2017). En dicho film, que en España se estrenará el 4 de mayo de la mano de Filmax, se relata la vida de un joven Salinger, interpretado por Nicholas Hoult, que decide dedicarse a escribir a pesar de las reticencias de su familia. Para salir adelante, contará con la ayuda de un mentor, su profesor Whit Burnett (Kevin Spacey), que le ayudará a capear los obstáculos que le vayan surgiendo y a hacer frente a grandes amores y a pérdidas terribles.
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