‘Una razón para vivir’: vacaciones en Torredembarra o como una mala localización puede arruinar tu película

Torredembarra desde el mar. Sin las montañas nevadas que aparecen en la película.

El pasado viernes 17 de noviembre llegó a nuestras carteleras Breathe, la ópera prima de Andy Serkis que en nuestro país se ha estrenado como Una razón para vivir. Un original título que bien podría ser utilizado por cualquier película en la que saliese un ser humano.

Andy Serkis es el conocido actor de captura de movimientos que dio vida en el pasado a personajes tan míticos en la historia reciente del cine como Gollum en El señor de los anillos, King Kong en la última de sus revisiones y Cesar, el primate protagonista de la nueva trilogía de El planeta de los simios.

El director Andy Serkis en la piel de Cesar.

Una razón para vivir es una película necesaria por lo que explica. Tras la coletilla de “basado en hechos reales”, el filme nos cuenta la historia real de Robin Cavendish, un joven abogado que enferma de poliomielitis y queda tetrapléjico. El primer diagnóstico es demoledor: tres meses de vida. Además de estar postrado, respirará de por vida de manera artificial gracias a un tubo que hará llegar el oxígeno a sus pulmones a través de una traqueotomía.

Pero Robin no es de aquellos tipos que se rinden con facilidad. Su cárcel no es el cuerpo, sino las cuatro paredes que lo enclaustraban y le obligaban a vivir de por vida en un hospital. Así que decide escaparse. Como es natural, debido a su estado, para su huida cuenta con la colaboración de amigos y de su esposa, madre de su único hijo.

Robin fue un pionero. Lejos de rendirse, es capaz de superar todos los obstáculos que la vida le presenta y junto a un médico y un amigo científico crean una silla de ruedas con una máquina de respiración incorporada, invento que le permitirá, siempre con ayuda, desplazarse y viajar.

La película, hasta aquí bien. Se deja ver bien a pesar de su excesivo academicismo gracias a sus buenas intenciones, aunque nos recuerde de manera inevitable a La teoría del todo, el biopic de Stephen Hawkins. Al igual que ésta, Una razón para vivir podría titularse Una razón para ganar un Oscar, pues además de ser una película necesaria por todo aquello que explica, es un vehículo de lucimiento para su protagonista, en este caso un convincente Andrew Garfield. ¿Es suficiente dar vida a un tetrapléjico para ganar un Oscar? No. Además, de nuevo y como ya pasara en La teoría del todo, es su partenaire femenina quien, imposible de quedar en segundo plano, le roba el protagonismo. Si antes fue Felicity Jones, aquí es Claire Foy, conocida por interpretar a la reina Isabel II de Inglaterra en la serie de Netflix The Crown y que en un futuro muy cercano encarnará a la popular Lisbeth Salander en la nueva entrega de la saga Millenium.

Pero volvamos adonde nos habíamos quedado: viajar. En este punto es cuando quien escribe estas líneas no pudo evitar soltar un par de buenas carcajadas. ¿Dónde decide irse una familia inglesa harta del frío, la lluvia y las nubes? Pues a España, en busca del calor, el sol y el Mediterráneo.

En su trayecto a través de un paisaje difícil de reconocer, la máquina de respiración adosada a la silla de ruedas explota y queda inutilizada. Por suerte, un respirador manual mantiene con vida a Robin las horas necesarias. Detienen la furgoneta y esperan a que pase el primer coche para indicarles cómo llegar al pueblo más cercano. Sitiados en una zona montañosa atravesada por un valle con rocosas y nevadas cimas a pocos kilómetros, pasa un coche, cuyo conductor les indica que el pueblo más cercano es Torredembarra. ¿Perdón?

Torredembarra es una localidad costera rodeada de pueblos como Creixell, El Catllar y Altafulla, a 13 kilómetros de Tarragona y a 41 de donde el autor de este artículo nació y continúa viviendo. ¡Qué sorpresa ver Torredembarra rodeada de montañas y nieve! La escena está ambientada en 1971. ¡Qué estragos causaba ya el cambio climático! Por no hablar de los movimientos de placas tectónicas que han hecho brotar de la planicie tales cumbres.

Torredembarra, en la actualidad.

Tras el primer individuo, aparecen más y más. Como no podría ser de otra manera, alrededor de la furgoneta varada en un arcén se monta una buena jarana donde no faltan gitanos, entoldados, guitarras, morenas y turgentes mujeres y, cómo no, un sacerdote. Pasan la noche cantando, bailando, repiqueteando las palmas. Y en mitad de aquella verbena, Robin, un hombre feliz, acompañado por unos personajes interpretados por actores como John Herbert, Aurelie Stratton y Tony Caprari, por citar sólo algunos de los nombres que nos facilita IMDB. La fonética con la que uno pronunciaría correctamente sus nombres sería muy similar a la de su marcado acento nada castellano.

Por favor, ¿cómo un director que ha sido capaz, en cuanto actor, de interpretar personajes como los citados anteriormente, creados gracias a la más moderna y avanzada tecnología, puede permitirse un error de localización de este calibre?

La película tiene un coste de 15 millones de dólares. No es excesivamente cara, y aunque básicamente se ambienta en Inglaterra, una parte del primer acto sucede en Kenia, donde el protagonista contrae la enfermedad. Ciertamente, los paisajes de Kenia y Torredembarra que vemos son poderosamente parecidos, tal vez por aquello que dicen de que África empieza en los Pirineos.

¿Qué les habría costado enviar a un auxiliar de producción un fin de semana a Torredembarra en un vuelo barato con destino al aeropuerto de Reus para comprobar cómo es el paisaje?

Por suerte, la mayoría de espectadores que vean esta película alrededor del mundo no caerán en el detalle de la localización y se quedarán con el mensaje que la vida de Robin Cavendish nos transmite: que nada te estropee la vida. Así que Andy Serkis, que nada te estropee tu película.

Robin Cavendish finalmente murió en 1994 a la edad de sesenta y cuatro años, fue la persona que vivió durante más tiempo en sus condiciones y, gracias a él, mejoraron las condiciones de vida de cientos de personas enfermas, pero dispuestas a luchar.

Pablo Sancho París
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Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual por la U.B., Master en Ficción de Cine y Televisión por la U.R.L. y Master en Film Business por ESCAC. He sido presidente de la Federació Catalana de Cineclubs entre 2015 y 2017, siendo actualmente responsable de proyectos de la entidad. Además, soy el programador de Cine Club Vilafranca, que gestiona la Sala Zazie y el Cine Kubrick de Vilafranca del Penedès. Además, he compaginado estas tareas con la de cronista cinematográfico, profesor de cine en talleres para niños y adolescentes, y la realización de audiovisuales y cortometrajes de ficción. Me podéis contactar en pablosanchoparis@industriasdelcine.com.

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