El 28 de septiembre de 1968 se iniciaba la historia del Festival de Sitges con la programación, en el Casino Prado, de Aelita (Yakov Protazanov, 1924), un clásico soviético de ciencia ficción.
Cincuenta años después, el festival proyectará 255 películas entre sus cinco salas (Auditori Meliá Sitges, El Retiro, Prado, Brigadoon y Sala Tramuntana) y en otros espacios, como el Centre Cultural Miramar y el Hort de Can Falç. Además, habrá otras muchas actividades, ya consolidadas dentro del certamen, en torno a la industria cinematográfica: conferencias, mesas redondas, clases magistrales, fórums, debates y encuentros para profesionales de cara a la financiación de proyectos audiovisuales.
Todo bajo el “apadrinamiento” de Guillermo del Toro, que ha visitado unas cuantas veces el festival y que será uno de los grandes protagonistas de este año, pues abrirá el certamen con su The shape of water, ganadora del León de Oro del Festival de Venecia de este año.
Cuando el festival inició su andadura, allá en los sesenta, las producciones de género fantástico eran de serie B o Z, por tanto aún alejado de ese “Cannes del fantástico” que reconocemos hoy. Su origen fue la I Semana Internacional de Cine Fantástico, sin la categoría de festival y sin galardones. Básicamente, y como muchos otros festivales internacionales (Venecia o Cannes), surgió para alargar la temporada veraniega un mes más, aunque, como nos cuenta Mike Hostench, subdirector del Festival de Sitges desde hace quince años: “En nuestro caso, en 1968 Sitges era como un refugio en tiempos del franquismo. Era más liberal y tenía una vida intelectual más interesante”. Sitges se volvió entonces un lugar de encuentro para aficionados a un tipo de cine internacional que no pasaría más tarde por salas comerciales o que lo haría censurado. Espectadores inquietos que venían casi sin saber qué películas se proyectarían y, muchas de ellas se exhibían sin siquiera subtítulos.
Más tarde vendría la conversión a festival internacional competitivo, ya con personalidades de renombre asociadas al certamen, como Luis García Berlanga, que fue presidente del jurado en su quinta edición. También los traslados a sedes mayores, de la sala del Casino Prado al cine El Retiro, y más tarde al que es hoy su núcleo central, el Hotel Meliá Sitges, con capacidad para 1.380 personas.
En medio de todo este recorrido que suma ya medio siglo, tendríamos las aclamadas producciones asiáticas (a las que Sitges ha ayudado a consolidar entre el público español), el cine de animación (presente con su propia sección desde 1995), el apoyo a las producciones españolas (y al gran cine fantástico que se realiza en Cataluña), y el descubrimiento de grandes directores, en su momento noveles, como Luc Besson (premio a la mejor película y al mejor director en 1983 con Kamikaze 1999) o Quentin Tarantino (mejor guión y mejor dirección en 1992 con Reservoir Dogs).
Evolución del festival
Ya en 2016, el festival de Sitges es el primero en incorporar una programación estable dedicada a la realidad virtual, con su propio premio y jurado. “Empezamos a ver las posibilidades del cine explicado dentro del formato 360º y, por lo tanto, aún estamos en el proceso de resolver narrativamente el cine dentro de la realidad virtual. Y en cada período tecnológico, el festival de Sitges suele ser pionero dentro de las nuevas tecnologías, y el cine fantástico, de terror y animación creo que forman parte de la realidad virtual”, explica Hostench.
Pero el futuro del festival no sólo pasa por ahí. Según el subdirector, “buscamos una ampliación de la capacidad del festival para albergar el máximo público posible y por una internacionalización mayor que impacte directamente al público extranjero para que venga. El festival creo que se convertirá en una plataforma cada vez más relevante para mostrar nuevas formas de exhibición de cine y nuevos formatos como el de la realidad virtual, y aliada de cualquier agente de la producción, distribución y exhibición”.
Nuevas formas de producir, distribuir y exhibir en el que las nuevas plataformas tienen mucho que decir pero que aún en ciertos sectores causan más controversia que la realidad virtual, como la ocasionada por el filme Okja, producido por Netflix y con polémica incluida en Cannes por ser una producción que no había sido estrenada en pantalla grande (ni se pensaba hacerlo). Pero en Sitges no tienen miedo al futuro (ya presente), y es que Sitges es menos conservadora que otros certámenes y premia otro tipo de cine. Por ejemplo, en 2016, Cannes premió Yo, Daniel Blake, aunque habían pasado por allí The neon demon (abucheada en Cannes), Elle, The handmaiden y Crudo. Éstas últimas, galardonadas en Sitges. Y es que el festival del fantástico por excelencia no tiene nada que envidiar a festivales de clase A, como Cannes o Venecia, con los que trabaja y con los que comparte programación. La diferencia quizá reside siempre en el trato de la crítica, el jurado y el público a esas producciones. En esta edición, por ejemplo, Sitges trae The killing of Sacred Deer, “la mejor película proyectada en Cannes y probablemente la más aterradora del próximo Sitges”, avanza Ángel Sala, director del festival en sus últimas 17 ediciones.
Invitados de lujo
Los cincuenta años se celebran este año con invitados de excepción, como Susan Sarandon (Premio Honorífico y que presentará una sesión especial de The Rocky Horror Picture Show), Frank Langella (protagonista del Drácula de 1979) y William Friedkin (que estará presente en una sesión de su Exorcista). Porque Sitges va de eso, de películas, de retrospectivas, de homenajes y de sesiones especiales. Se trata de un certamen en el que el espectador es parte presente e importante. Tanto que, según Joan Lluís Goas (que fue director del festival durante diez años), “los frikies nacieron en Sitges”.
Este año el festival también entregará el Premio Máquina del Tiempo al director y actor Santiago Segura, en reconocimiento a su carrera, “imprescindible para explicar el cine español de los últimos veinte años”, según Sala. Mientras tanto, también han pasado por el festival durante estos cincuenta años David Cronenberg, Terry Jones, Max von Sydow, Quentin Tarantino, Peter Jackson y Peter Greenaway, entre otros muchos.
Con tanto invitado ilustre, y saltando de la pura cinefília a la mitomanía, no es raro encontrarse a cualquiera de estas personalidades del cine no sólo en el bar del Hotel Meliá, sino paseando por la ciudad o en alguno de sus bares y karaokes. Sitges es un emplazamiento ideal para un festival abierto, que se vuelca con la industria cinematográfica durante esos días y que, a nivel turístico, llega a completar al 100% su capacidad hotelera.
Respecto a las anécdotas, seguro que cada uno de los asistentes al festival (sean espectadores, críticos, voluntarios, trabajadores, invitados…) tienen unas cuantas. Mike explica su relación con los invitados: “Los anglosajones son muy profesionales, a pesar de no ser muy cercanos. Los españoles, en cambio, son más caprichosos. Pero, como en todo, hay excepciones. Me sorprendió mucho Antonio Banderas, de quien he de decir que ha sido de los mejores invitados como persona con los que he trabajado”. Para otras anécdotas “más íntimas”, que le pregunten a Ángel Gorina…
En definitiva, unos primeros cincuenta años con mucha historia, que los fans del festival ya han podido comprobar con las exposiciones El cinema és fantàstic, comisariada por el responsable de la sección Brigadoon, en la Filmoteca de Catalunya, y con Memòria del fantàstic, ambas con recorridos de archivo por el festival. Además, cabe citar el ciclo conmemorativo que la Filmoteca de Catalunya ha dedicado con una cincuentena de títulos destacados de la historia del festival.
Ahora ya sólo queda entregarse al primer festival de cine fantástico del mundo y disfrutarlo en todas sus facetas… He aquí un adelanto de la programación de este año.
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