La ciencia ficción es un género cinematográfico muy versátil, ya que permite realizar producciones muy dispares, ya sean productos de elevado presupuesto como pequeñas joyas indies que se dan a conocer en el circuito de festivales. La cineasta austriaca Jessica Hausner (Amour Fou o Lovely Rita) nos trae Little Joe, un drama psicológico con toques fantásticos situado en un futuro distópico, no muy lejano. El film estuvo presente en la pasada edición del Festival D’A de Barcelona. Además, también tuvo su paso por los festivales de Sevilla y Cannes, donde obtuvo el premio a mejor actriz por la interpretación de Emily Beecham.
La historia se centra en Alice (Emily Beecham), una científica y madre soltera que trabaja en una empresa criando plantas transgénicas y que busca desarrollar nuevas especies junto a su compañero (Ben Whishaw). Juntos trabajan en el diseño de una flor modificada genéticamente, cuyo polen lleva incorporado un virus que anula los sentimientos negativos y produce una sensación placentera de felicidad. La importancia de este espécimen reside en su valor terapéutico, pero nadie del equipo conoce realmente sus límites y puede que ‘Little Joe’ (nombre con el que bautizan al ejemplar) no sea tan inofensiva como aparenta.
Little Joe abre un diálogo ante los planteamientos éticos aplicados a la investigación científica y a lo que puede suceder si se cruzan
Se trata de una obra de ciencia ficción con un estilo minimalista y un ritmo que mantiene al espectador ecléctico frente a la pantalla, ya que conforme avanza nada bueno parece que pueda salir de ese experimento (o tal vez sí). La mezcla de géneros fluctúa entre el terror delicado y el humor negro, pero también deja de manifiesto un sinfín de emociones sobre la pérdida y la alienación y hasta dónde el ser humano es capaz de llegar por obtener una felicidad meramente artificial. Todo sin alejarse del constante suspense que se respira y que deja una atmosfera enrarecida. A destacar también la hermosa fotografía de la mano de Martin Gschlacht, que compone una paleta de colores llamativos que encandilan de la misma manera que el psicofármaco vegetal lo hace con los protagonistas. Sus planos cenitales y movimientos de cámara casi poéticos, bañados por una inquietante banda sonora, logran plasmar una conmovedora y enigmática propuesta.
A nivel de Ingeniería Genética es muy fiel con los protocolos de laboratorio, el uso de la maquinaria y los términos con los que definen las situaciones. Es muy importante tener rigor en el cine, ya que pueden conseguir que la historia sea más creíble y plausible, dentro de lo que la ciencia ficción permite. Pero sobre todo, abre un diálogo ante los planteamientos éticos aplicados a la investigación científica y a lo que puede suceder si se cruzan. La ciencia y la tecnología en el siglo XXI han conseguido grandes avances y han permitido que el ser humano tenga las herramientas para jugar a ser Dios. Para poder aplicar correctamente estos descubrimientos, se ha de realizar un acto de maduración y tener en cuenta las derivaciones que pueden tener sus aplicaciones. Ahora bien, los científicos pueden pasar por alto algún detalle y sacar adelante sus experimentos antes de tiempo, tal y como les sucede a los protagonistas, que no son conscientes de las consecuencias.
El film de Jessica Hausner reflexiona sobre hasta dónde la sociedad está dispuesta a llegar para alcanzar la felicidad eterna
La trama, a priori, podría situarse como una mezcla entre el futuro que plantea Aldous Huxley en la novela Un mundo feliz y cualquier adaptación cinematográfica del libro de Jack Finney, Invasion of the Body Snatchers. Pero esta obra fantástica va más allá y crea un escenario atípico en un relato independiente que no sólo versa con la disciplina científica, sino también con las vicisitudes de una madre por educar de la mejor manera a su hijo y la problemática de cuidarlo ella sola, anteponiendo las obligaciones sociales y aspiraciones profesionales.
En definitiva, esta inquietante alegoría sarcástica muestra la problemática de lidiar con la maternidad y la vida laboral a la vez, pero sobre todo es un inteligente ejercicio para reflexionar sobre hasta dónde la sociedad está dispuesta a llegar para alcanzar la felicidad eterna.
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