Entrevistamos a Alba Sáez Piñol, talento emergente del mundo de la interpretación y especializada en el teatro y la danza. En relación al audiovisual, disciplina que está empezando a explorar a fondo, ha colaborado en cortometrajes de estudiantes de la Universidad Pompeu Fabra como Nocturnas o en videoclips como Slippin, de The Bird Yellow, disponible en YouTube. Es una de las cofundadoras del laboratorio de teatro de la Sala Beckett Malnascuts y cuenta con un canal personal en Vimeo donde comparte algunas piezas que ha protagonizado.
Hola Alba, primero de todo, te quería preguntar por tus inicios, cómo empezaste y qué te motivó a actuar.
Pues en mi casa crecí siempre con mucha cultura alrededor, mi padre es pintor y mi madre bailarina. Tuve una época, cuando mis padres aún eran muy jóvenes, en la que me familiaricé con muchas vertientes artísticas, las películas, la literatura, los museos, veía piezas de danza desde que era muy pequeña… Era muy payasa de niña, y cuando tenía tres años mi madre estaba en una compañía amateur haciendo coreografías y necesitaban figuraciones de niños. Entonces fui, y a partir de ahí empecé a hacer teatro amateur en Viladecans, que fue donde crecí. Poco a poco iba haciendo piezas, teniendo cada vez más claro que quería dedicarme al mundo de la interpretación o la danza, que luego esta segunda ya sería un poco más complicado. Cuando acabé la ESO hice el bachillerato escénico en la Escuela Pia de Barcelona, estuve un año en el Colegio del Teatro y después hice las pruebas en el Institut del Teatre y entré.
Un poco en esta línea, ¿tienes referentes teatrales, gustos en relación al cine o a la danza, maestros o maestras con los que te quieras equiparar…
Pues me gusta mucho la compañía Peeping Tom, por ejemplo, Dimitris Papaionnaou, la compañía El conde de Torrefiel, que me gustaría que trabajasen más aquí… Me fijo mucho en la estética que trabajan, pienso más en otras narrativas más allá de la de un texto o la de una historia convencional. Personalmente me gustan piezas que tengan un componente formal y estético muy elevados y que agreguen capas por encima de lo que se explica.
Vayamos con una pregunta un poco más profunda. El cineasta Carl Theodor Dreyer le exigía a los actores más que una simple interpretación, buscaba que sus máscaras se pulverizaran. En relación a la cuestión de la verdad del actor, ¿cómo lo vives y lo sientes, crees que es cuestión de entrega, de talento, es algo innato…?
Yo creo mucho en el trabajo y en la constancia, pero sí que creo en el duende, esta sensación que las folclóricas remarcaban en relación a la mirada: que una persona que actúa tiene algo, la miras en un escenario o en una película y te hipnotiza, hay algo que queda ahí y debes seguirlo con la mirada y no puedes dejar de mirar al intérprete. Creo en el duende pero obviamente creo en la faena y sobre todo en el ensayo-error y en ir mejorando mientras haces.
En el cine la actuación está supeditada a la fragmentación del montaje, y te quería preguntar de qué modo te sientes más libre: ¿con un dispositivo más teatral, sintiendo encima de ti el peso del tiempo a través de la continuación de planos fijos, o con los cortes, la repetición de las tomas…?
He hecho pocas piezas audiovisuales, ahora creo que empezaré a hacer más porque es lo que más me apetece explorar y es un terreno que no me es tan conocido como el teatro, donde viajas. En él entras y es una hora y media durante la que no sales, y te permite viajar. Pero creo que al final es lo mismo, tiene que ver con el método de rodaje. En los rodajes en los que he tenido la oportunidad de estar ha habido muchos modos. Desde rodar y tirar y todo el mundo, cámara, sonido y dirección, siguen lo que sucede allí in situ, proceso que tendría vinculación con la docuficción, hasta ir cortando y hacer muchas tomas. Sí que es verdad que esto último, a nivel mental, requiere una fortaleza y una concentración muy elevadas, porque el hecho de cortar y preparar otro plano, o parar por cualquier otra cosa, te obliga a no desconcentrarte porque dentro de un tiempo he de volver a estar en el mismo sitio. Puede ser un coitus interruptus, pero también hay algo artesano que es puro músculo. Y si esto se entrena puedes llegar a hacer cosas muy destacadas, con toda tu preparación física y emocional como para empezar de nuevo.
¿Cómo ves la improvisación en el cine para que fluyan las escenas? Tenemos, por decir algo, un modelo Alfred Hitchcock y un modelo indie norteamericano, encarnado por figuras como Jim Jarmusch. Entre una voz ordenatoria y controladora o una voz que pide a gritos naturalidad, ¿con qué te identificas más?
Depende de la propuesta, yo creo. Esta pregunta intuyo que en el audiovisual tiene más peso, pero también podría ser en teatro, cuando te dirigen en relación al texto y te dicen cómo terminarlo o cómo trabajar las pausas, los signos de puntuación, y por otro lado hay otros directores que quieren algo más improvisado. Es más naturalista. La improvisación es sinónimo de sentir que puedes proponer, y creo que eso enriquece mucho más la propuesta, porque puedes sacar muchas cosas, como añadir capas de personaje, de narración… siempre que puedan favorecer a la historia que explicas. Me refiero sobre todo a la improvisación más allá del texto que tengas.
Me gustaría que nos hablaras un poco sobre el proceso de meterte en la piel de tus personajes, de entrar en este mundo del que hablas, del ensayo, del esfuerzo psicológico y físico que supone hacerlo…
Los personajes que están muy lejos de mí, del intérprete en este caso, requieren una preparación determinada. Hace poco me puse en la piel de un personaje de género fantástico, en una pieza que se estrenó en el (Teatro) Lliure el año pasado, que se llamaba Arcas 2020, junto al colectivo VVAA, y mi personaje era un híbrido entre un alga y un humano. Sí que es verdad que hablaba diferente, me movía diferente, había mucho trabajo corporal, que hicimos con Ester Guntín, que es una coreógrafa. Había mucha dedicación para extrapolar lo humano desde el personaje, mientras me dirigía al público desde la ambigüedad. Tenía la voz distorsionada y también hacía cortes y pausas cuando no tocaba, pero todo eso estaba calculado, pues iba más allá del texto. Tenía interiorizada la estructura y el juego, lo que no quita que a nivel físico fuese duro. Por otro lado, te encuentras con personajes que están muy cerca de ti, que sólo leyendo el texto, conociendo el background e intentando familiarizarte mentalmente puedes anclar cosas al cuerpo -yo siempre uso mucho el cuerpo-. En piezas más naturalistas y personificadas no se necesita la misma preparación. Quizá es algo más psicológico, por ejemplo en saber que en una réplica estaré pensando en algo que no aparece en el texto y me lo he inventado, o nos lo hemos inventado entre la persona encargada de la dirección y yo. Algo que le pasa al personaje y que de golpe hay algo en la mirada que en realidad tú como espectador no sabes qué es, pero hay algo. Es como un subtexto que se materializa en los ojos, en la forma de caminar o de hablar. Es más de trabajar en la mesa, no tan físico.
¿Qué opinas del digital y de la cuestión del rejuvenecimiento facial? Pensando en ‘El Irlandés’ de Martin Scorsese y en tantos otros ejemplos supuestamente contrarios a este término de la verdad del intérprete, de que te lo creas… yo te veo en ‘Nocturnas’, por ejemplo, y me creo mucho a tu personaje. ¿Estás a favor de que se haga?
A mí me gusta mucho el cine de tú a tú, el cine fresco. Me gusta el indie, el cine íntimo… pero a la vez pienso que las nuevas tecnologías están a la orden del día y sería una pena que no se pudiesen introducir en esta atmósfera y en este mundo. Entonces creo que si se hace un uso inteligente y que vaya a favor de la propuesta, si se cree en ella, me parece algo sobre lo que queda mucho por explorar. Además no parará nunca, porque la tecnología va avanzando y hay muchas herramientas para hacer cine que también lo harán. Me encantaría hacer fantástico porque tiene que ver con la imaginación, y no sé cómo será rodar un film y hacer un Gollum o un Avatar. Sería una locura, porque los planos que haces en el momento del rodaje deben ser increíbles. Sí, tu propuesta se limita, pero vuela más allá de ti, eres el 50% del resultado final. Es como crear un personaje conjuntamente con unas personas que utilizan tu imagen y le dan una determinada forma. Hay algo de artesano en lo digital y estoy muy a favor.
¿Podrías hablar sobre cómo has vivido en primera persona la precariedad del sector?
Gran tema, aún la estoy viviendo. Es algo que me sucede ahora y que me gustaría que en breves cambiase. En el fondo todo son rachas, puedes llegar a tener trabajos muy bien pagados y después estar un año sin poder hacer nada. O te puedes mantener linealmente, que es lo que me pasa a mí, pero sobrevives de forma continua. Y desgasta muchísimo. No hay suficientes espacios, no sé exactamente dónde está el nido. Obviamente no hay suficiente dinero destinado a la cultura, y en el mundo del teatro aún más. Es muy precario, normalmente consiste en trabajar una gran cantidad de horas, y normalmente horas de más que no están pagadas. Si tienes suerte tienes un convenio, pero tampoco es muy alto. Puede ser muy desmoralizador, pero a la vez ves que hay mucha gente no sólo en la misma situación que tú, sino que procura avanzar hacia adelante. Creo que entre nosotras nos hemos de ayudar muchísimo, y tenemos que intentar, aunque a veces no haya otra opción porque sólo tienes unos ahorros para sobrevivir un mes, no coger faenas que precaricen aún más la cultura y las artes vivas. No pasa en todos lados, pero hay muy pocos recursos; becas que le son concedidas a 4 personas y después hay 400, 1000 o 2000 personas que tienen que comer de eso, y a veces son muchos peces yendo a comer al mismo cebo. Se pasa muy mal. Hace diez años que me dedico a esto y todavía continúo precarizada, y no es por no tener ganas de trabajar, de verdad, no es por eso. Y no significa que ahora de golpe, si me sale un trabajo bien pagado en teatro, porque los hay, no esté agradecida. Es que estás tranquila y no debes preocuparte por coger otro trabajo que no sé cuándo podré realizarlo porque estás doce horas con el primero, o estoy haciendo nueve horas de ensayo y tengo otras cuatro que las puedo destinar a otra faena para cubrir mis gastos del mes… Al final te encuentras que estás trabajando doce o dieciséis horas diarias, con muchos pequeños trabajos mientras vas recolectando dinero para poder sobrevivir. Tengo casi 30 años y sigo compartiendo piso, pero como la mayoría de gente, realmente. Y esto pasa en muchos sectores, no idealizo ninguno. Es un problema de base, el futuro es incierto y cada vez lo es más. Ahora hablamos de este sector pero es extrapolable a muchos otros. Entonces la cuestión es seguir trabajando, y cuando baja la esperanza y se te pierden las ganas pues intentar bajar el susto con creatividad, juntándote con gente que ha pasado o está pasando por lo mismo, sintiéndote escuchada y tirar hacia delante, pensando en que llegarán tiempos mejores. Y cuando los haya tener muy en cuenta que algún día pueden dejar de serlos.
¿Por qué crees que actuar, ya no digo sólo en el cine, es saludable, necesario e importante, qué crees que aporta a la sociedad?
Es una pregunta muy difícil, porque me parece que todo lo que responda podría sonar pretencioso y no me siento con la potestad para responder bien. Sin embargo, podría decirte que es importante para difundir la cultura, que ésta es muy necesaria. Tiene que ver con una cosa de piel, de que tú puedes sentir un grado de empatía tal como para poder crear a un personaje, y los espectadores y las espectadoras también pueden tener la misma empatía que has tenido si la transmites bien. Es entrar un rato a un mundo al que le das vida, es tan bonito… Haces pasar al espectador un rato entretenido, le haces desconectar. Es la respuesta típica, lo sé. Es algo que sucede y me parece muy bonito. Egoístamente también lo hago por mí, porque me hace sentir muy bien. Hay veces que cuando la gente viene a ver la pieza en la que actúo, solamente el hecho de que salgan emocionados o un poco modificados, del mismo modo que a mí me modifica hacerlo, me hace sentir muy bien, hace que mi trabajo tenga sentido.
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