La última película del Universo Cinematográfico de Spider-Man creado por Sony (dueña de los derechos del arácnido radiactivo) llega con Morbius que adapta al personaje de Marvel creado en 1971 por Roy Thomas y Gil Kane, y que había sufrido múltiples retrasos a la hora de estrenarse en pantalla grande. Asimismo, destaca el hecho de que este vampiro enemigo de Peter Parker aparecía en el final alternativo de Blade (1998), pero se prescindió finalmente tanto de su presencia oficial en este filme como su posterior protagonismo como villano del personaje que interpretó Wesley Snipes en Blade II (2002).
Morbius está protagonizada por Jared Leto, una cara conocida ya en esto del paso de las viñetas a los fotogramas; sin ir más lejos, suya es la peor versión cinematográfica que haya habido jamás del Joker que apareció en Escuadrón Suicida (2016, más allá del cameo de Liga de la Justicia de Zack Snyder) y que tiene en común con Morbius, además de la presencia de Leto, que ambas son cintas para olvidar.
Morbius es todo lo que una película (sobre todo palomitera) no debe ser nunca: aburrida, plana, previsible, carente de ritmo, que no entretiene, sin personalidad, y que no aporta absolutamente nada. Aguanté el tipo durante la mitad del metraje evitando dormirme en la sala, y pude estar despierto a lo largo de toda la proyección, pero si me hubiera quedado dormido sé que no me hubiese perdido nada, entre otras cosas porque la película carece de emoción, sorpresa e intriga.
Desde el comienzo que se describen con una brocha muy gorda los dos personajes principales en un flashback siendo ambos niños, ya sabemos todo lo que va a pasar posteriormente. Es tan previsible y están tan marcados con total ausencia de sutilidad ambas personalidades que la lucha entre estos dos amigos que forzosamente se convertirán en antagonistas, la vemos venir desde el primer minuto. Asimismo, las relaciones entre personajes están poco y mal desarrolladas. De este modo, tenemos dos triángulos en este filme; uno compuesto por Morbius, Milo y Dr. Emil; y otro por Morbius, Milo y Martine. Ambos tríos están mal esbozados, lo que provoca que las bases para que se dé un buen drama (tensión y conflicto) sean endebles.
Por otro lado, el desarrollo de la trama es un tedio carente de interés. Con todo, he visto películas mucho peores que Morbius (Daredevil (2003), Elektra (2005) o Ghost Rider: El motorista fantasma (2007), por citar algunos ejemplos fuera el UCM), pero esta fracasa en su principal y único cometido, que es la de entretener y evadir.
Pese a tener un reparto en el que destaca la presencia de Matt Smith y Jared Harris, nadie hace una interpretación a la altura. En cuento a la dirección, Daniel Espinosa que ya había dirigido anteriormente el filme Life (2017), al que se relacionó como posible precuela de Venom (2018), realiza un trabajo rutinario lejos de la, al menos, interesante El invitado (2012). Con respecto a la parte técnica, y pese a tener un presupuesto moderado (75 millones de dólares) para este tipo de producciones, sus efectos especiales no están mal. El principal problema es el abuso del efecto bala (algo que se me antoja un poco caduco ya), y de la mala implementación de la cámara lenta, deudor del estilo barroco de Zack Snyder. Otro elemento a mencionar sería la banda sonora compuesta por Jon Ekstrand que se mueve entre la copia del trabajo realizado por Daft Punk para Tron: Legacy (2010) y Hans Zimmer, dejándonos con una sensación de falsa épica forzada.
El Universo que ha creado Sony a partir de la figura de Spider-Man no destaca precisamente por su calidad cinematográfica (véase las dos entregas de Venom), aunque está funcionando bastante bien en taquilla. Es decir, pese a que ni la crítica ni el público las destaca por ser especialmente buenas, al final la gente está respondiendo con ir a las salas para ver estas películas. Si bien es cierto, la recaudación final de Morbius se quedará muy lejos de lo que consiguieron las cintas de Venom.
De lo poco que puedo rescatar de la quema sería el guiño en el nombre del barco que sale en la película llamado Murnau en honor al director de cine alemán F.W. Murnau que dirigió la mítica cinta de vampiros Nosferatu (1922), y en la que ambos filmes comparten el mismo devenir en sus respectivas escenas de barco: el navío atraca en el puerto con todo el personal muerto y desangrado.
Solo me queda decirles que, ahora más que nunca, si quieren ir al cine a ver Morbius, les recuerdo que es bajo su entera y absoluta responsabilidad.
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