La periodista y crítica de cine Desirée de Fez, especializada en el terror y el fantástico, se explaya en su libro Reina del grito, un viaje por los miedos femeninos para compartir los miedos que siempre la han movido (y frenado) a la vez que recurre a diferentes películas del género para explicar cómo estas han podido darle las herramientas para enfrentarse a esos temores tan humanos y particularmente femeninos que la han acompañado durante su vida.
Antes de adentrarme en Reina del grito, compartiré una situación en la que pasé mucho, mucho miedo. Tenía 12 años y me dirigía al colegio para empezar las clases de la tarde. Llevaba unos tejanos del Bershka, una camiseta negra con una flor plateada que me parecía lo más guay del mundo y un flequillo horrendo (made in adolescencia). Justo al lado de mi casa, dentro de un coche mal aparcado, un hombre me silbó, se llevó una mano a la boca e hizo un gesto que, en aquel momento, me pareció monstruoso. Dado que era la primera vez que me encontraba en una situación así, no pensé que lo más probable era que jamás volviera a ver a ese tipo, que seguramente hacía eso de manera regular a chicas que encontraba por la calle y que, diez años más tarde, me hubiera olvidado de él en cinco segundos. Aquel día, sin embargo, me aterró: ¿Me seguiría hasta el colegio? ¿Intentaría secuestrarme? ¿Qué significaba exactamente ese gesto? Estuve varios meses usando otra ruta para ir a clase y saludando a vecinos que no existían cuando veía a alguien parecido a él para que pensara que estaba hablando con alguien. Pasé mucho más miedo del que sentía viendo películas de terror con mi madre -que no eran pocas-. Mucho más del que me ocasionó Ron Perlman en Sonámbulos (Mick Garris, 1992) o del que experimenté con Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) la primera noche que la vi en la terraza, sintiendo todo el universo encima de mí, de la casa donde veraneaba de pequeña.
“Los festivales especializados han dejado de ser exclusivamente convenciones de señores barbudos con camisetas de ‘La cosa’”
Reina del grito es una novela que se presta a la empatía (de aquí que me haya apetecido compartir una experiencia propia), hace entender que se puede ser miedoso y fuerte al mismo tiempo y coloca el discurso del “no veo películas de miedo porque me dan miedo” como un argumento totalmente comprensible y eleva a su contrario: veo películas de miedo porque me dan miedo y me brindan herramientas útiles para combatirlo. Desirée de Fez, criada en el barrio obrero de San Ildefonso, en Cornellà (como servidora), donde bien podría rodarse algún film de terror costumbrista al estilo del barrio de Verónica (Paco Plaza, 2017), hace alusión a varias de las más emblemáticas cintas de terror y las relaciona con momentos de su vida, así como pone el foco en el nuevo cine de este género dirigido por mujeres que, en parte, utilizan el medio para contar sobre sí mismas. De esta manera, una llega a sentir verdadera angustia cuando se habla del embarazo y de la criatura que puede estar rompiéndote por dentro mientras se recuerda La semilla del diablo (Roman Polanski, 1968). Y no importa si nunca has estado embarazada. De Fez también relaciona el recurrente miedo a deambular sola por la noche con Una chica vuelve a casa sola de noche (Ana Lily Amirpour, 2014), las incertidumbres de la menstruación y sus conjuntos con la mítica Carrie (Brian de Palma, 1976) o nos habla del body horror, un género del terror que se centra en mostrar el horror a través de los cambios del cuerpo para introducirnos el proceso de envejecer.
Todos estos momentos vitales se presentan de manera clara y dinámica, sin academicismos ni distancias, y a pesar de las confesiones de De Fez sobre lo miedosa que es, hay cierta parte del discurso final de Reina del grito que recuerda a lo que comparte Virginie Despentes en su libro Teoría King Kong (2006) cuando dice que la única manera de salir a la calle para una mujer es sabiendo que puede pasarle algo. Quizás Desirée jamás apoyaría una sentencia así (le aterran los chiquiparks y confiesa que haber perdido de vista a sus hijos tan solo unos minutos es suficiente para llevarla al desquicie), pero parte de la relevancia de este libro es que, pese a todos los miedos que comparte y repite, una acaba con la sensación de que tiene que enfrentarse a ellos porque no hay otra manera. Bien a través de las películas o banalizándolos, como propone Despentes.
La periodista, también directora de Marea nocturna, programa de Radio Primavera Sound, y docente, comparte con el lector varios momentos personales demostrando que al crítico le sienta bien recurrir al yo, mi, me, conmigo. Y no solo recurre a experiencias íntimas, sino que se atreve con algunas confesiones solo aptas para personalidades muy bravas: confesar lo molestos que pueden ser tus suegros es nivel avanzado en la escala de sinceridad y valentía. Además de, por supuesto, explicar varias situaciones en las que, por ser mujer, se ha sentido enajenada en un mundo bastante masculino como es el del terror y el fantástico, mostrando una vez más que queda mucho por hacer en el camino hacia la igualdad real, no la del postureo. ¡Ah! También hay tiempo para alguna anécdota tan gustosa como saber que la presentaron ante Quentin Tarantino como una de las primeras mujeres críticas de terror del mundo y que ella le confesó que estaba madly in love with him.
Reina del grito, un viaje por los miedos femeninos es el estampado de flores (las de Midsommar) entre esos cientos de camisetas negras y como la frase asociada a la psiquiatra Elisabeth Kubler Ross: Nuestros miedos no evitan la muerte, frenan la vida, una invitación a aceptar nuestros temores, darles carpetazo y enfrentarlos con orgullo (y una película de terror de fondo).
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