Se comentaba el año pasado en redes que, pese a que ha habido notorias excepciones –Up, Moonrise Kingdom, Annette –, las películas que inauguran el Festival de Cannes suelen ser films más bien flojos teniendo en cuenta que siempre hay gente que suele llegar más tarde. No ha sido exactamente el caso este año, pues hemos podido ver como film inaugural The Second Act, la nueva película del francés Quentin Dupieux tras presentar su anterior trabajo, ¡Daaaaaalí!, fuera de concurso en el pasado Festival de Venecia.
La primera escena hace que el film arranque pareciendo más bien un thriller que una película de Dupieux: un hombre sale de un coche despeinado y con cara de exhausto, entra a toda prisa en un local y enciende las luces respirando como si estuviera agobiado. Se arregla bien y lo prepara todo. Un letrero ilumina el título de la película. No obstante, todo cambia en la siguiente escena, donde durante un largo plano secuencia dos hombres tienen un diálogo quizá algo tarantiniano en el que uno de ellos, a quien da vida Louis Garrel, dice haber encontrado conocido a una chica muy guapa, mientras que el otro le pregunta si tiene pene. Se realizan algunos comentarios tránsfobos hasta que el personaje de Garrel le dice a su compañero que deje de hablar así si no quiere que les cancelen, pues la cámara les está grabando. Es entonces cuando Dupieux pone en marcha el mecanismo metacinematográfico del film y empieza una película en la que la realidad y la ficción se confunden constantemente, en la que se reflexiona, como ya se ha comentado, acerca de temas como la cultura de la cancelación, y también de la inteligencia artificial -al llegar un momento en el que se hace un chiste diciendo que estamos viendo el primer film de la historia generado por una IA-.
Hay también lugar para otras divagaciones como quizá la diferencia entre la realidad y la simulación y resulta también de lo más interesante la forma en que Dupieux desnuda de alguna manera a Vincent Lindon como actor al mostrarlo, como su propio personaje llega a señalar, exhibiendo su propio ego a lo largo de la película, pero eso no quita que, debido a las constantes derivas del film, y también del hecho de que no todos los chistes resultan graciosos, haya momentos en los que el largometraje funciona y momentos en los que no. Sin embargo, y en conjunto, consigue resultar lo suficientemente inteligente como para que el resultado final termine siendo cuanto menos satisfactorio.
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