‘Almas en pena de Inisherin’, la disolución de una amistad

‘Almas en pena de Inisherin’ es el nuevo trabajo de Martin McDonagh, que estrena película cinco años después de Tres anuncios en las afueras, la oscarizada cinta protagonizada por Frances McDormand y Sam Rockwell.

Con Almas en pena de Inisherin, el director inglés enfrenta a Colin Farrell y Brendan Gleeson en un tour de force más autoconsciente y preciso de lo que su, a veces esperpéntica, forma pretende hacernos creer. La definición de amistad es, quizás, una de las más sentidas descripciones que uno puede leer. Según la Real Academia Española, la amistad es un “afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato”. Este cariño, por lo tanto, es explicado como una relación honesta que tiende a ir a más haciéndose sólida con el paso del tiempo. Para Colm (Brendan Gleeson), ese concepto ha perdido todo el sentido con Pádraic (Colin Farrell) y eso, junto al telón de la Irlanda de 1920 de fondo, es lo que mueve la narración de Almas en pena de Inisherin, cuyo título original, The banshees of Inisherin, abandona la idea de aludir a dichas almas errantes y abraza el folclore irlandés haciendo alusión a las banshees, unos espíritus femeninos que se aparecían para anunciar la muerte de alguien cercano, personificadas en el film dentro del rol de una inquietante anciana.

El director de la entretenida Escondidos en Brujas (2008), protagonizada por los mismos actores que Almas en pena…, regresa con un film que vuelve a nadar entre varios tonos y emociones primarias: del drama más deprimente a la comedia negra, del amor más genuino al odio irracional. El primero aparece alrededor de la noción de amistad y de cuándo se decide poner fin a una relación de ese calibre: estamos instruidos sobre el fin de un amor, ¿pero lo estamos para el súbito fin de una amistad que valoramos? Como sucede (de manera mucho más sutil) en la colectiva Las amigas de Ágata (2015), el film de Martin McDonagh dibuja a un personaje que ya no se siente cómodo con su amigo y corta drásticamente la relación con él. El vacío y desconcierto que invaden al personaje de Farrell, bobalicón “hombre bueno” cuya máxima del día es ir con su amigo al (único) pub local a pasar el rato, atraviesa la pantalla para instalar en el espectador la certeza de la tristeza que se crea al sentirnos rechazados. Al mismo tiempo, varias decisiones de guion que podrían calificarse como mordaces a la par que algo alocadas, dejan lugar a un divertido jugueteo que aparta el drama a oleadas. 

La isla como elemento de bifurcación

El escenario de la obra, que sucede en una verde y apartada isla de la costa oeste de Irlanda, es notorio y revelador, no escatimando en mensajes ofrecidos a través de las elecciones de los paisajes que acompañan, de aquí para allá, a los personajes del film. Por todos lados hay caminos que se bifurcan (como la relación entre los protagonistas), muros que separan y que ayudan a evitar a los vecinos o aguas que invitan a la desesperación. Y alguien que quiere huir de él, de ese panorama, es Siobhán (espléndida Kerry Condon en su papel de hermana de Farrell: su contrapunto inteligente). Sus días pasan entre libros, lo que permite que su cabeza disfrute de otros mundos a pesar de que su cuerpo lleva décadas aferrado a la isla, pero eso no es suficiente y, al igual, que Colm, aspira a algo más que ver pasar sus días a través de la ventana.

Almas en pena de Inisherin pone también el foco en el paso del tiempo y en cómo se malgasta o aprovecha ese bien que todos poseemos ignorando su duración (lo que resulta una verdadera crueldad). Mientras el personaje de Gleeson está repentinamente decidido a aprovecharlo en tareas que le permitan dejar un legado, como la música, Pádraic no ve nada malo en, simplemente, fluir hablando de las banalidades del día a día como lleva haciendo toda su vida y siendo un hombre simple, pero bueno. En uno de los grandes momentos del actor de Langosta (Yorgos Lanthimos, 2015), que no son pocos, este reúne el valor para enfrentarse a su amigo, quien le había prohibido tajantemente que se dirigiera a él, y se cuestiona si su tan preciado compañero, que ahora le da la espalda, ha sido jamás alguien agradable. Quizás es él, más limitado intelectualmente, el que ahora tiene la necesidad de plantearse la compañía que le brindaba el que fuera su colega.

La película de McDonagh también deja espacio para la incomodidad en ciertos aspectos que casi normalizan una violencia bizarra o unos comportamientos incomprensibles para el hombre cuerdo. A pesar de ello, y del posible desconcierto que algunas de sus elecciones puedan despertar en nosotros, Almas en pena de Inisherin es tan rica en interpretaciones, diálogos y momentos inesperados aunando la ternura y la crueldad, que bien justifican las nominaciones y premios que la cinta está cosechando.

Claudia Guillén
Acerca de Claudia Guillén 56 Articles
Graduada en Publicidad y RRPP por la Universidad Pompeu Fabra y Máster en Film Business por la ESCAC. También cursé Historia de Cine y Crítica cinematográfica en La Casa del Cine. Después de pasar por algunas agencias de comunicación y adquirir experiencia en el sector de la distribución de cine, trabajé en Rakuten TV desarrollando y coordinando las producciones originales de la plataforma. Actualmente, trabajo en Elastica Films, productora y distribuidora de cine independiente. En mis ratos libres leo con bastante avidez y busco películas españolas curiosas por los Encantes o el Rastro.

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